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Monuméntense, por favor

Rafa Varón, arqueólogo Miranda, Ondare BabesaRafael Varón, ArkeoClio

Llega el verano y muchos de ustedes intentarán cambiar las tribulaciones diarias por el ‘dolce far niente’ y el bien ganado relax. No se preocupen, como en esos carteles que adornan nuestros bares favoritos, ya vendrá alguien y nos dirá “¿por qué no vamos a ver…?”. No nos quedará más remedio que deshacer la cómoda postura y nos pondremos en marcha rumbo a alguno de esos fantásticos monumentos que viven con nosotros en las nueve provincias. Incluso, si somos osados o nos sentimos impelidos por las ganas de aumentar nuestra cultura o la de nuestros vástagos, parejas, amigos… visitaremos más de uno.

Pese a lo temible de esta entrada, no lo duden. Salgan, por favor, aprovechen el previsible buen tiempo -o el malo- y disfruten de todo lo que hemos logrado conservar y poner en valor. Llevamos muchos recursos invertidos en que usted y yo podamos apreciar castillos, acueductos, villas históricas, paisajes culturales, yacimientos arqueológicos y un brutal larguísimo etcétera que la oportunidad veraniega nos pone en bandeja para conocerlos o reconocerlos.

Les aseguro que si ustedes llevan tiempo sin hacer turismo monumental, serán capaces de apreciar muchas y muy notables mejoras en nuestro legado cultural. En algunos lugares se habrá apostado por el recurso a las últimas tecnologías, en otros se habrá incrementado la capacidad didáctica y lúdica de los discursos de nuestras y nuestros guías.

Antigua Cenera de Zalima. Foto: M Alonso.
Antigua Cenera de Zalima. Foto: M Alonso.

En muchos casos verá cómo nos hemos quitado la caspa de las glorias imperiales, de los invictos caudillos, y hemos leído la sociedad que hay detrás de la construcción de una catedral, de nuestras plazas mayores, del arte paleolítico o del escenario de una batalla del ‘Lejano Oeste’ que hemos integrado en nuestra manera de comprender el patrimonio.

Muchos de ustedes, además, poseídos por el demonio digital, se han convertido en cicerones expertos, o en cuñados listillos -según se mire-, y llevan en sus dispositivos móviles una buena cantidad de información que compite con las penúltimas guías de viaje publicadas, esas que todavía son fáciles de ver en manos de nuestros guiris veraniegos.

Otra buena cantidad de ustedes buscará monumentos en ‘cosas’ más pequeñas, en discretos patios, vetustas tiendas -cada vez menos-, decoraciones tradicionales de muebles o ermitas perdidas en la grandiosidad de nuestros paisajes. Seguramente estos hitos mínimos no saldrán en las guías, posiblemente sean fruto de la búsqueda, de la curiosidad que debe haber más allá del trasiego de las tribus nómadas veraniegas que nos atraviesan en estas fechas y de las que, feliz o infelizmente, también nos gusta formar parte en alguna ocasión.

Un turismo ‘educado’

Una advertencia final. Procuremos no ‘gentrificar’: seamos educados, compartamos espacios, no invadamos intimidades, evitemos contribuir a la destrucción de un patrimonio del que queremos vivir, pero en el que no hay que olvidar que hay personas que viven en él.

Esos vecinos y vecinas que dedican sus impulsos vitales a cuidar sus casas y paisajes, sus ermitas y sus yacimientos. Personas que al decaer el calor estival se esforzarán por que dentro de un tiempo podamos volver a disfrutar de ‘sus’ monumentos.

Foto: Mosaico de la Casa de Taracena, en la ciudad romana de Clunia. Autor: Ricardo Ortega.
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