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Editorial ARGI 50: Cincuenta números con una mirada auténtica

Resulta interesante analizar la evolución de una revista como ARGI a través de su hemeroteca. Máxime si tenemos en cuenta que la publicación se fundó hace 50 números o, lo que es lo mismo, hace ocho años, cuando el precio que se pagaba por las cosas sobrepasaba con mucho su auténtico valor.

El hecho de vivir en un país que se consideraba rico hacía que se pagaran precios irreales no ya por la vivienda, como tanto se ha analizado en estos años, sino también por los productos de consumo más cotidianos, desde la carne que se adquiría en la tienda hasta la cuenta del restaurante. La evolución de esta burbuja desenfrenada podría incluir al concepto de turismo, que -en una alocada carrera- se había convertido en una competición por ver quién coleccionaba el destino más exótico.

No cabe hacer una lectura positiva de las dificultades arrastradas por nuestro entorno desde el año 2008, por muy benigno que pretenda ser el análisis. Sin embargo, cabe destacar el hecho de que todos hemos aprendido a valorar las cosas de un modo diferente. La realidad ha adquirido una dimensión más humana y el consumidor ha bajado de su pedestal para apreciar el valor de lo pequeño.

En el balance de este proceso podemos asegurar que ha prevalecido la autenticidad frente a lo superfluo, y bien lo sabe el lector de ARGI, que en este tiempo ha sido testigo privilegiado de la evolución de grandes proyectos empresariales y humanos. También lo ha vivido en primera persona el equipo de profesionales de esta revista, que en tiempos muy difíciles tomó las riendas de la publicación y la consolidó como referencia del sector turístico en sentido amplio; el que incluye la gastronomía, el vino, el patrimonio y todas las actividades humanas susceptibles de despertar la curiosidad de saber.

Ha querido la casualidad que este número 50 de la revista coincida en el tiempo con una nueva edición de Intur, una ocasión propicia para recordar el carácter del turismo como sector clave para la economía de la comunidad. En esta ocasión, Castilla y León puede insistir en la necesidad de promover la calidad del destino a través de productos turísticos especializados. Por ejemplo en las rutas certificadas del vino (las de Arlanza, Bierzo, Cigales, Ribera y Rueda), que enlazan la cultura del vino con la cocina, la arquitectura tradicional y el paisaje. O a través de las propuestas que permiten enlazar los ocho bienes declarados Patrimonio de la Humanidad con otros recursos de especial relevancia, como el Canal de Castilla, la Ruta del Duero, la Vía de la Plata, los espacios naturales o las fiestas consideradas de interés turístico. Cabe felicitarse de que la sede escogida para la próxima edición de Las Edades del Hombre sea Toro, una feliz cita que permitirá integrar el arte sacro con el patrimonio románico, el vino y el paisaje del Duero.

Como en todos estos años, la agenda cultural sigue proporcionando argumentos para una publicación como ARGI, que seguirá poniendo en contacto esa realidad con un lector ávido de aprender y conocer.

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