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El enigma del toro bravo

La provincia de Salamanca es la que mayor número de ganaderías de lidia concentra en España. La dehesa y las particulares condiciones de cría de estos animales han propiciado una cultura y valores medioambientales que suponen un importante recurso turístico

Alfredo Allende

Difícilmente se podría entender Salamanca sin el toro bravo. Ni al revés. Es la provincia de España con mayor número de ganaderías dedicadas a la cría de reses de lidia, una actividad que ha propiciado la creación y mantenimiento de un valioso ecosistema: la dehesa charra. Es un sistema de explotación de la tierra, con unas normas asentadas por la práctica continuada en el manejo del equipo que forman árbol, pasto y ganado, que ha permitido explotar estos ambientes mediterráneos durante los últimos siglos. Las dehesas han persistido durante cientos de años y hoy subsisten gracias a la capacidad y sensibilidad de sus propietarios, que han sido capaces de adaptarse a las demandas sociales en cada momento mediante el manejo de un medio natural que posee una gran diversidad, pero que es difícil de mantener sin que se produzcan desequilibrios.

La dehesa charra es uno de los paisajes más característicos de la provincia salmantina, donde predominan las encinas y las reses bravas. Este hábitat es un modelo de convivencia entre el aprovechamiento de los recursos y la conservación de la flora y fauna silvestres. En las grandes llanuras con suaves montículos y fincas delimitadas por muros resulta fácil descubrir el vuelo de rapaces como el milano, el aguililla calzada, la culebrera europea o el elanio azul. La rica biodiversidad también favorece el sustento de algunas otras especies amenazadas. Se trata de uno de los más singulares y característicos paisajes de la Península Ibérica, que constituye un recurso de especial interés para actividades recreativas y turismo ecológico y rural. El toro es el centro de este particular universo al que resulta muy recomendable acercarse sin prejuicios.

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Así, no debemos perder de vista los valores culturales y etnográficos que se han acumulado durante generaciones en este territorio en torno al toro. Todo ello conforma un recurso turístico que concita el interés de numerosos visitantes por unos u otros motivos. “Nuestro interés es darle a conocer al visitante nuestra cultura, enseñarles a entender la tauromaquia. Esto es una cultura, una historia, una casa… Queremos que cuando se van lo hagan pensando que la tauromaquia es mucho más que la muerte de un toro; por eso contamos historias sobre lo que representa la ganadería… Nos sentimos muy a gusto cuando la gente se va satisfecha y consciente de todo lo que significa lo que ha visto”, explica Juan Carlos Martín-Aparicio de Dehesa Carreros de Fuenteroble, en la localidad de Sancti Spíritus.

Martín-Aparicio lleva la tauromaquia en la sangre. Es la quinta generación de una saga ganadera que inició Juan Sánchez de Carreros; un personaje muy relevante en su época. Siempre vestido de charro y fuente de inspiración de poetas, fue el primero en llevar toros bravos a México. Las reses de lidia de Carreros debutaron en Madrid en 1966 con Santiago Martín, el Viti, como matador. Ahora la finca conserva toda su esencia. Unos valores que puede conocer quien lo desee en una visita. Son 300 hectáreas de dehesa típica en la que se compatibiliza la ganadería con las siembras de cereal que le sirven de alimento. También disponen de una yeguada, de la que proceden los caballos que emplean para el manejo del ganado.

“Todo es auténtico”

“Nuestra actividad principal es criar ganado; nada está allí para que se vea. Lo que el visitante vive es todo auténtico, el día a día en una ganadería de toro bravo”, recalca Martín-Aparicio. “En cada época del año se ve todo distinto”, insiste. De esta manera, quien se acerca a Carreros disfruta de la visita al campo recorriendo la finca, pero además tiene la ocasión de sumergirse en la cultura propia de la tauromaquia salmantina. Visitar la casa que conserva la arquitectura tradicional, con el zaguán en el que se muestran algunas cabezas de toro y la cocina charra de espectacular chimenea y aperos de bronce, ya es de por sí una experiencia reveladora.

Son muchas las personalidades de diferentes ámbitos las que han dejado testimonio en el libro de firmas de su paso por la casa a lo largo de los años. Una amplia colección de fotografías repasa la historia del toreo desde principios del siglo pasado hasta la actualidad. La visita incluye un aperitivo y la posibilidad de comer en la finca, aunque no hay un restaurante habilitado como tal. Es posible asistir a exhibiciones de doma vaquera, acoso y derribo, al tentadero y al herrero, e incluso de celebrar bodas en Carreros.

Entre Santa Inés y Anaya de Alba, a unos treinta kilómetros de Salamanca se ubica la Finca Galindo Béjar. Paco Galindo, que cría ganado bravo desde hace 32 años, recibe con los brazos abiertos a todo el que quiera visitar su hacienda. Tiene muy claro que “el agroturismo puede ser rentable”. Así, lo mismo organiza un espectáculo multitudinario que le muestra la propiedad a un par de visitantes. “En media hora tengo la visita de una pareja que viene de Murcia”, ejemplifica mientras cuenta cuál es su experiencia. El recorrido les permitirá conocer cómo es todo el ciclo de vida del toro y cuáles son las rutinas de la finca.

El turista puede ver en Finca Galindo Béjar tentaderos de machos, de hembras, encierros a caballo… “Y todo lo que haga falta”, asegura el propietario. “Hacemos lo que el cliente demande. Hay que estar al servicio del cliente”, insiste. Las visitas las organiza por grupos naturales. “No tiene sentido mezclar a un japonés, por ejemplo, con un francés”, aclara. En el periplo por la finca con los clientes, Paco Galindo repite sus rutinas diarias. “Me hacen compañía en mi trabajo y, encima, se van encantados”, describe satisfecho.

En Dehesa Rodasviejas son pioneros en compatibilizar la cría de ganado bravo con el aprovechamiento turístico. Llevan 60 años mostrando la dehesa y todo lo que lleva consigo la ganadería a quien le interese. Rodasviejas figuraba en el registro de actividades turístico taurinas del franquismo como la primera empresa inscrita. “Aquello fue cuando era pecado meter turistas en la finca. Hubo ganaderos que nos retiraron el saludo”, cuenta Antonio Castaño, el propietario de la ganadería.

Muchos visitantes franceses

“Aquí la cría del toro de lidia está orientada a su aprovechamiento turístico; a mostrar ese otro mundo que hay detrás de las corridas que no es lo que pasa en las plazas”, aclara Castaño. El objetivo es que quien acude a la finca conozca cómo es la vida de las reses y lo que genera en su derredor en forma de cultura derivado de la gastronomía, la música y otros ámbitos. “La afición se crea desde abajo, en las capeas, conociendo cómo es la vida en las fincas, cómo se crían los toros… La normativa actual nos perjudica mucho”, lamenta.

En Rodasviejas lo más demandado por el turista es la visita a la ganadería y la capea. También hay posibilidad de demostraciones de acoso y derribo, de herradero y exhibiciones ecuestres, que son más habituales para grupos numerosos. En el sector se acusa la caída de visitas a las fincas que sufragaban las empresas grandes para sus empleados antes de la crisis económica.

En algunas de las varias fincas que posee Ganadería Barcial (San Pedro de Rozados) pastan y se crían los conocidos como ‘patasblancas’, con casi un siglo de encaste Vega Villar. También gestionan una ganadería de ganado de carne de raza charolesa y limousin. Arturo y Jesús Cobaleda -padre e hijo- disponen de más de mil hectáreas en las que además se incluye la tierra de labor para alimentar al ganado.

Se decidieron a abrir las puertas de Ganadería Barcial a los visitantes a partir del interés por conocerla que tenían muchos franceses aficionados al mundo del toro, así como peñas taurinas españolas. “Siempre hemos tenido muchas visitas, pero hace diez años ya no podíamos atender a todo el que venía porque nos interfería en las tareas normales de la finca. Por este motivo decidimos organizar mejor todo lo relacionado con el turismo”, comenta Jesús Cobaleda.

Un día para conocer los entresijos de los ‘patasblancas’ se divide fundamentalmente en dos actividades. En primer lugar se visitan los campos en los que viven los machos, la camada del año y el resto del ganado para conocer también cómo es la dehesa. Después de las actividades de campo tiene lugar la comida en el comedor museo de la casa. La jornada concluye con un tentadero en el que se simula una corrida sin dar muerte a la vaca. “Hay mucha gente interesada en conocer el mundo del toro bravo, que es un animal diferente al resto”, argumenta Jesús Cobaleda. Un interés que va en aumento y que encuentra en el campo charro el lugar perfecto para disfrutar de una compleja cultura.

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