spot_img
spot_img

Los turistas afines

Alberto Luque. Consorcio Camino del Cid.

Hace algún tiempo acudí a uno de esos foros que yo denomino del tipo ‘salvad el mundo’. Me refiero a esa clase de encuentros y mesas redondas con títulos grandilocuentes donde las palabras ‘abandono rural’ y ‘despoblación’ florecen para legitimar un evento, generalmente sufragado con fondos públicos, que pretende contentar a todos sin molestar a nadie. Da la sensación de que algunos de esos foros son una finalidad en sí mismos.

La despoblación en nuestro medio rural es una realidad contra la que se intenta luchar desde diversos frentes. Con frecuencia, la palabra ‘turismo’ aparece asociada a las posibles soluciones. Deberíamos ser prudentes en este sentido: el turismo puede ayudar, pero no es la panacea. La panacea, de hecho, no existe.

Alberto Luque, Consorcio Camino del Cid
Alberto Luque, Consorcio Camino del Cid

En ese encuentro al que me refería al inicio, una importante empresa internacional de consultoría expuso su diagnóstico sobre la problemática del turismo rural. Buena parte de esa problemática nacía del mismo mal que se pretendía combatir -la despoblación- y tenía que ver con los recursos humanos: falta de preparación turística en destino; desconocimiento de terceros idiomas; museos, centros de interpretación e iglesias cerrados…


“Con frecuencia, la palabra ‘turismo’ aparece asociada a posibles soluciones. Deberíamos ser prudentes en este sentido: el turismo puede ayudar, pero no es la panacea»


Entre las soluciones, proponían cursos de formación en turismo e idiomas, contratación de personal especializado, y hasta una campaña de concienciación en destino con el lema, creo recordar, ‘Orgullosos de ser de pueblo’. Posteriormente pude constatar que la ‘senior consultant’ que brillantemente expuso estas conclusiones no había visto un topillo en su vida, ni había visto empacar, ni sabía distinguir entre un campo de trigo y otro de alfalfa. En general, no tenía ninguna vinculación con el mundo rural.

Su intervención fue muy aplaudida. “Si es que es verdad -corroboraba luego un promotor de turismo rural-, no puede ser; el otro día fui a tal pueblo a ver una iglesia románica y la encontré cerrada. Así es imposible vender nada”. Este comentario me llamó la atención al venir de un profesional del sector. El pueblo tal no llegaba a veinte habitantes censados.Mirando un folleto del Camino del Cid en ruta, en Silos

En realidad, lo sorprendente hubiera sido que la iglesia estuviera abierta. Sin embargo, el hecho de encontrarla cerrada se advertía no como un contratiempo sino como un problema, cuando el verdadero problema era que un grupo de personas había acudido a un sitio concreto con unas expectativas equivocadas. La despoblación impone sus reglas, y olvidar esto es un mal comienzo para cualquier análisis posterior.


“El Camino del Cid es un itinerario muy largo y sinuoso que atraviesa ocho provincias y cuatro comunidades»


Es posible que en esos análisis influyan una imagen idealizada del mundo rural, una intención protectora o paternalista, y un intento de regresar a unos tiempos idílicos que quizá nunca hayan existido salvo en el recuerdo. Es entonces cuando se produce un salto imposible entre el deseo y la realidad, entre lo que debería ser y lo que es.

Está claro que hay que trabajar para mejorar los productos turísticos de interior, pero nuestros objetivos han de ser más realistas: así optimizaremos mejor nuestros recursos. Los cursos de inglés están muy bien si hay gente predispuesta a recibirlos; los centros de interpretación y las iglesias van a seguir cerrados porque no hay nadie para abrirlos y, desde luego, los habitantes de los pueblos no necesitan de ninguna campaña para sentirse orgullosos de sus raíces.

El turismo es una industria, y aquí de lo que se trata es de vender producto. Hay empresas capaces de condicionar las necesidades de sus clientes -Coca-Cola y Apple son dos ejemplos-, pero la mayoría debemos trabajar para adaptar rápidamente el producto al gusto cambiante del mercado. Por fortuna, internet ha introducido una variable de gran valor para los destinos turísticos: la maravillosa posibilidad de llegar directamente a los clientes potenciales, de entrar en sus casas y de ofrecerse como son, no como deberían ser.

El funcionamiento es similar al de una agencia de contactos o de relaciones sentimentales, donde se buscan personas afines y donde el éxito final se fundamenta en mostrarse tal cual uno es, y no en cómo nos gustaría ser o en cómo queremos que nos vean. Internet permite, además, la promoción especializada, y en esta los pequeños destinos pueden ser tan competitivos como los grandes.

Este es el planteamiento que, con errores y aciertos, hemos seguido desde el Camino del Cid. El Camino del Cid es un itinerario muy largo y sinuoso que atraviesa ocho provincias y cuatro comunidades autónomas, desde Vivar del Cid -en Burgos- hasta Orihuela -en Alicante-.

Buena parte del mismo atraviesa zonas con una bajísima densidad demográfica: la Laponia del sur, dicen, la España vacía. Para nuestros viajeros esto no es un inconveniente, sino un atractivo. Esto es así porque nos hemos volcado en llegar a quienes buscan esta clase de experiencias. Estos viajeros son, por lo general, muy respetuosos; están altamente motivados e incluso involucrados con el territorio. La huella que dejan no es sólo económica, ya que al regresar a su lugar de origen actúan como prescriptores.

Esto es muy importante, porque los consumidores somos cada vez más exigentes. Pero la exigencia es, simplemente, la correspondencia entre las expectativas que uno se hace y su efectiva satisfacción. De ahí la importancia de encontrar esos viajeros afines que están buscando exactamente aquello que ofrecemos. En realidad, de esto va el Big Data.

Para conseguirlo es muy importante la especialización del producto: cuanto menos generalista sea, el perfil de nuestro turista se concretará más, y será más fácil y barato llegar hasta él. También el interesado podrá encontrarnos, gracias a internet, más fácilmente. Todo esto lo saben bien muchos alojamientos rurales que han sabido posicionarse y fidelizar a sus clientes, españoles y extranjeros, a lo largo de los años.

Actuemos, entonces, con los pies en la tierra. Trabajemos en lo pequeño. La despoblación va a seguir con nosotros e, irónicamente, podría convertirse en una herramienta -desde el punto de vista turístico- para combatirla. La capacidad de adaptación, la búsqueda de afinidades, y la especialización, serán claves en este proceso.

 

spot_img

#MÁSCYL RECOMIENDA

ESCAPADAS DESTACADAS

La Olmeda presenta ‘CVLTVRO 2024’ con más de 60 actividades de cultura e historia

‘CVLTVRO’. Mosaico Cultura Villa Romana La Olmeda se desarrollará desde este mes de abril hasta el 15 de diciembre. Su amplio programa está formado...

CASTILLA Y LEÓN AL DÍA

SABOREA CYL

Música y vino se darán la mano en el Día Pruno de Finca Villacreces

Con tres meses de adelanto, Finca Villacreces pone a la venta las entradas para la séptima edición del Día Pruno. El sábado 22 de...