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Una ruta etnográfica por el valle del Corneja

Una senda de 17 kilómetros nos muestra los secretos de un río cuya personalidad se transforma varias veces desde su nacimiento en la sierra de la Serrota hasta su desembocadura en el Tormes. Es la tierra del granito y la vegetación de ribera, pero también de las patatas revolconas y la caldereta

Reportaje gráfico:
Raúl Gutiérrez Leralta

Santa María del Berrocal se encuentra a nueve kilómetros de Piedrahíta, en la ladera sur de la sierra de Villafranca. Hoy es poco conocida fuera de la provincia de Ávila, pero durante décadas y hasta bien entrado el siglo XX fue el pueblo de los pañeros. Este gremio llegó a suponer el funcionamiento de siete fábricas textiles en la localidad, con una actividad comercial que fue creciendo a medida que la tecnología lo permitía: desde vender por las cabeceras de la comarca, como Piedrahíta o El Barco de Ávila, hasta la provincia o, más adelante, la meseta y el conjunto de España.

puenteLa actividad de esta gente emprendedora ha marcado a la localidad de forma radical, de ahí que el pañero cuente con un monumento conmemorativo a la entrada del casco urbano. Y es en este hito donde podemos comenzar la atractiva senda de la Ruta del río Corneja y Hocino. El Corneja ofrece un paisaje de fuertes contrastes, con una gran biodiversidad.

Descenderemos hacia el río y ya en nuestros primeros pasos podremos contemplar la forma del río, nacido de la confluencia de diferentes arroyos en la sierra de la Serrota. Sin darnos cuenta nos encontraremos en el charco de los Tejeros, un humedal que hace las delicias del aficionado al orniturismo.

Continuaremos la marcha hacia el Corneja y, al alcanzarlo, aún caminaremos un par de kilómetros junto a su cauce. En las zonas más alejadas del río nos encontramos con especies como el chopo negro, el fresno y el olmo.

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Cordel de Merinas
Alcanzaremos Villar de Corneja y atravesaremos su caserío, al final del cual tomaremos el camino hacia el puente de la Fonseca. Pero antes merece la pena detenerse a observar la iglesia de Santa Marina, con su singularísima espadaña, y elementos culturales como el potro de herrar, hoy restaurado.

Nos recuerda que estamos en un importante hito del Cordel de Merinas, la vía pecuaria entre Salamanca y Medina del Campo. Esta prolongación del denominado Cordel del Valle entra en la provincia de Ávila por el puerto de Tornavacas, hasta llegar a El Barco de Ávila. Después continúa hacia el norte por Encinares y La Horcajada, y cruza el Corneja en Villar, donde nos encontramos.

sendero

Flora mediterránea
La senda llega por fin al puente de la Fonseca, construcción romana que se encuentra en perfecto estado; nos llamará la atención la sencillez de su estructura, que en la parte central se apoya en una gran roca de granito.

Este puente divide los términos municipales de La Horcajada y Villar de Corneja y dicen los lugareños que por él pudo pasar el emperador Carlos V en su camino a Yuste en 1556. También, quizá, Teresa de Jesús en su retorno a Ávila desde Becedas.

Debemos desviarnos de nuestra ruta para conocer un accidente verdaderamente singular: el Hocino, donde el Corneja desaparece; se esconde entre grandes bloques de granito y discurre por debajo para emerger cien metros más allá.

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El Camino de Choriceros
El caminante ya puede retornar a Villar de Corneja y dirigirse de vuelta a Santa María del Berrocal. En su trayecto atravesará el camino conocido como la Calzada o el Camino de Choriceros, que en los siglos XIV y XV formaba parte de la red pecuaria de calzadas castellanas. Lo utilizaba la ganadería trashumante para acceder a los pastos de Extremadura. A finales del siglo XVIII aún se utilizaba como vía de transporte de los productos de chacinería. Los choriceros bajaban por esta vía, que permitía el paso de carruajes desde Candelario, en la comarca de Béjar, hasta Madrid.

La patria de la caldereta
Han sido 17 kilómetros de marcha, pero es posible que nuestro cuerpo apenas lo note al regresar a Santa María del Berrocal: la ausencia de desniveles y el continuo cambio de paisaje nos ayudarán a que así sea. Si permanecemos más de un día en esta zona privilegiada haríamos bien en tomar nota de la gastronomía local, con las patatas revolconas, las alubias de El Barco de Ávila, los chuletones de ternera y el cabrito, base de ese suculento guiso vernáculo de la caldereta. Todo para reponer con agrado las fuerzas gastadas.

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