La explotación agraria de Honorato Calleja encierra una pequeña joya enológica: el tinto Jaramiel, un Vino de la Tierra elaborado en el valle del Esgueva a partir de la tempranillo producida con mimo en Valbuena de Duero. Un vino complejo que sabe a agricultura y a territorio
Ricardo Ortega
Se cumplen diez años de la salida al mercado de un tinto verdaderamente singular, alcohólico aunque sus cualidades hacen que no se delate en boca. Algo así como un Ribera del Duero de complejidad mineral y que no sucumbe ante la madera.
Hablamos del tinto Jaramiel y de Bodegas Honorato Calleja, un proyecto más familiar que empresarial cuyos vinos siempre sorprenden a los paneles de cata. Cada copa encierra personalidad, trabajo, matices. El padre de la criatura se llama Honorato Calleja, un agricultor de Amusquillo, en el tramo vallisoletano del valle del Esgueva. En su momento incluyó al viñedo entre los cultivos de su explotación y el precio de la uva fue el que le animó a convertirse en bodeguero. De la agricultura profesional a la viticultura, y de ahí un salto mortal para hacerse vinicultor.
No es casualidad que este tempranillo macerado, fermentado y criado en Amusquillo recuerde, y mucho, a las elaboraciones de la Ribera; el viñedo se encuentra a catorce kilómetros, en Valbuena de Duero, en plena DO. Siete hectáreas en producción y otras dos plantadas el pasado mayo. La parcela se encuentra en el pago de Jaramiel Alto, casi en el límite entre Valbuena y Pesquera. Situada a 880 metros sobre el nivel del mar, se orienta al sureste, lo que protege a la uva y al racimo frente al sol; no es mala cosa, ahora que el cambio climático se hace evidente incluso para los más escépticos.
En ese pago tienen su campo de juego Honorato, el agricultor curtido y buen conocedor del suelo, y su hijo Pablo, estudiante de un ciclo superior en Enología y Viticultura. Los dos perfiles se complementan, y por ahora es el más joven el que cede cuando hay que tomar decisiones. Como a la hora de regar. Este verano debieron aportar agua al viñedo hasta los más recalcitrantes; Pablo era partidario de regar y su padre, de esperar. “Empezó toda la DO y nosotros aguantamos sin hacerlo; regamos cuando lo decidió Honorato”, recuerda Pablo.
La finca, situada en una pendiente, cuenta con dos tipos de suelo: uno dominado por las calizas y otro de carácter arcilloso franco, con un pH alto. Tiene problemas de clorosis férrica, con la consiguiente dificultad para que el viñedo permanezca verde. “Esa característica tiene la ventaja de que aporta diferentes componentes al vino, que adquiere su mineralidad característica”, apunta el futuro enólogo.
La parcela está dividida pensando en los diferentes vinos de la bodega: Jaramiel joven roble, con cinco meses de barrica; Jaramiel 15 meses, equivalente a un crianza, y Honorato, con 24 meses. Salen al mercado como Vinos de la Tierra, y con esa contraetiqueta se van ganando el favor del mercado. También de algunos jurados: este año han ido a la feria Prowein, donde su vino ha sido destacado entre los cien mejores vinos españoles por su relación calidad-precio. El secreto quizá haya que encontrarlo en la capacidad para embotellar el espíritu de la agricultura.
Honorato, la joya de la corona
El buque insignia de Bodegas Honorato Calleja es su equivalente a un reserva, Honorato, cuya personalidad responde a una fermentación maloláctica en barricas nuevas de roble francés y a una crianza posterior en barrica hasta los 24 meses.
Este varietal tempranillo se presenta en la copa con color rojo picota y lágrima pigmentada y densa. En nariz destacan los aromas de frutas negras, acompañados por notas dulces de regaliz negro. Fondo tostado y especiado de clavo y vainilla.
En boca tiene una entrada potente, con equilibrada acidez y tanino pulido, que dotará al vino de mejor textura con el paso del tiempo. Exquisito largo recorrido con un final muy fino de fruta y especias.
Fotografías, Emilio González
