El vino es economía, cultura, patrimonio y paisaje. Acompaña a los cocineros y a los poetas, y en Castilla y León es una seña de identidad de la que presumir con cifras rotundas: 78.000 hectáreas de viñedo, 650 bodegas y una facturación que alcanza los mil millones de euros. Un ejemplo de lo que puede albergar el medio rural cuando se suman talento e ilusión
Ricardo Ortega
El vino sigue alimentando un motor que cada día gira a más revoluciones en Castilla y León. Sus 650 bodegas facturan más de mil millones de euros al año, con unas exportaciones que ya suponen más del 20% de esa cifra.
Frente a la imagen sofisticada y algo elitista que antaño se asociaba al consumo de vino, la tendencia actual es hacia su popularización, con la conquista de nuevos públicos y mercados. Al mismo tiempo, el mosto fermentado sigue siendo fundamental en la configuración de una idiosincrasia y un paisaje, con 78.000 hectáreas de viñedo, de ellas un 86% amparado por una figura de calidad.
Esta evolución no sería posible si la viña no siguiera despertando el interés de los profesionales del campo. En el año 2018 han sido 889 hectáreas las autorizadas para nuevas plantaciones, con 243 viticultores beneficiados.
De ellos, 37 son jóvenes nuevos viticultores, un dato significativo por lo que supone de recordatorio sobre el valor cualitativo de esta actividad: la mayor parte de la riqueza generada se queda en el medio rural, con unas cifras de despoblación sensiblemente inferiores allí donde existe un viñedo amparado por una figura de calidad.
Un esfuerzo colectivo
El buen momento que experimenta el vino es fruto del esfuerzo entretejido de viticultores, técnicos y bodegueros, pero no puede dejar de destacarse el trabajo desarrollado desde las administraciones en materia de promoción, y también de investigación. La labor desarrollada desde Itacyl se ha traducido en la recuperación de variedades casi abandonadas, además de en la ampliación del mapa de comarcas vitivinícolas.
Castilla y León cuenta en la actualidad con nueve denominaciones de origen, junto a cuatro comarcas con el sello de Vino de Calidad: las de Valles de Benavente, Valtiendas, Sierra de Salamanca y Cebreros. Asimismo, una bodega que se implante en cualquier punto de la comunidad podrá trabajar bajo el sello de Vinos de la Tierra de Castilla y León, paraguas menos conocido por el público pero que da cobertura a grandes vinos de la región.
Para no perderse
DO
La figura de calidad más conocida por público sirve para designar un producto cuya producción, transformación y elaboración se realizan en una zona geográfica determinada.
DOP
La Denominación de Origen Protegida es una figura europea que engloba tanto las DO como los Vinos de Calidad (VC). En Castilla y León son cuatro las comarcas con el sello de VC (y que por lo tanto pueden etiquetar como DOP): Sierra de Salamanca, Valtiendas, Valles de Benavente y Cebreros.
VINO DE LA TIERRA
Son vinos que pertenecen a una región determinada (como Castilla y León), que le aporta unas características determinadas. Su normativa es menos exigente que en una DO.
VINO DE PAGO
Figura novedosa en Castilla y León, se refiere a bodegas y vinos originarios de un pago, es decir, de un paraje con características y microclima propios que los diferencian de su entorno. Viene a significar que una bodega posee ‘su propia DO’.
