Desde Pesquera de Duero, la bodega Laderas de Valverde trabaja por recuperar los aromas y los sabores de antaño. Algo así solo se puede hacer volviendo a las formas de vida y trabajo de nuestros abuelos. Por eso se vendimia a mano y se pisa la uva, y por eso la atención se dirige más a disfrutar del vino que a sentir la presión por la venta
En un mundo dominado por el marketing y las cuentas de resultados, por las modas y las falsas apariencias, todavía hay gente dispuesta a elaborar vino a su ritmo, sin prisa, ajena a la presión de la venta.
Estamos en Pesquera de Duero, dónde si no. En la bodega Laderas de Valverde, en la que dos hijos de la localidad han cumplido el sueño de acercar al aficionado un vino a la antigua usanza. Con uva procedente de un viñedo que no se riega, vendimiada a mano y que se prensa también a mano. Con unos bodegueros que se permiten el lujo de seguir pisando la uva, cuyo mosto fermentará cuando se den las condiciones, pero nunca aportando levaduras ni manipulando la temperatura de las instalaciones.
Así es el trabajo en la bodega y así nos lo cuentan los hermanos Chema y Ernesto Castaño. Con un perfil más comercial el primero. Con mayor bagaje vitícola el segundo. Pero formando un ‘todo’ familiar en el que tres generaciones de pesqueranos se implican en el trabajo, desde la vendimia hasta el etiquetado, que se hace botella por botella.
Hace un cuarto de siglo fueron testigos del boom de la Ribera y empezaron a vender su vino, sobre todo a aquellos consumidores que demandaban un vino elaborado de forma tradicional. Siempre bajo la inspiración de su padre, José Castaño, de quien aprendieron todo lo que saben sobre el vino y al que rinden homenaje en los corchos que cierran las botellas, que llevan impreso su nombre.
Las cuatro referencias que esta bodega pone en el mercado (roble, reserva, Selección y Vintage) llevan la marca Meldir, acrónico formado a partir de los seis nietos de José. Cada botella especifica que por su elaboración artesana se recomienda decantar, y se aporta un periodo recomendado para degustarlo en plenitud. La evolución del vino está condicionada por la apuesta de estos bodegueros por prescindir de todo producto sintetizado en laboratorio, hasta el punto de que sus elaboraciones entrarían dentro del concepto de vino natural.
Como no puede ser de otro modo, Laderas de Valverde también difiere de otras bodegas en su política comercial. “El respeto a las tradiciones nos lleva a alejarnos de los cauces comerciales para ofrecer vinos con alma”, señalan los responsables. Solo elaboran el vino que son capaces de vender alejados de lo convencional, apoyados en el boca a boca y últimamente también a través de la venta ‘online’.
Por supuesto, el vino no se manipula en un laboratorio, sino que es “fiel reflejo del comportamiento del viñedo cada año”. Por eso cada añada es una sorpresa, algo que no desorienta, sino que motiva al consumidor, que no se aburre.
Igual sucede con su apuesta por el enoturismo, con un visitante que recorre el viñedo, la bodega tradicional con varios siglos de antigüedad y las instalaciones de elaboración, siempre en compañía de los responsables. Estos también ofrecen la cata posterior a la visita, en una degustación que no es tramposa, puesto que no se condiciona al consumidor a la hora de detectar aromas y sabores. “Nuestra única materia prima es la uva y eso se nota al probar el vino, que solo debe saber a vino”, recalca Chema. Por eso “puede gustar más o menos, pero no provoca resaca ni dolor de cabeza”.
Quién sabe. Quizá la solución a los problemas del estresado mundo actual pase por regresar a la bodega.
