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Tierra de arcilla y vino

Jiménez de Jamuz es el último reducto alfarero de la provincia de León. Sus alfares en activo custodian un oficio que se pierde en el origen del hombre, pues sin sus cacharros y vasijas sería imposible reconstruir no solo el espacio antiguo, sino también el moderno. El barro es el cordón umbilical entre el hombre y la tierra.

La existencia de los habitantes de Jiménez de Jamuz sigue marcada por la alfarería. A pesar del declive estadístico, solo cinco alfares -cuatro de ellos artesanos y uno didáctico- soportan hoy el peso
de una actividad que, en los años 50 del siglo XX, ocupó a toda la población y llegó a tener en funcionamiento 30 hornos y un centenar de alfares. Jiménez, lo mismo que Villanueva, pertenece al Ayuntamiento de Santa Elena, y si bien la viña y el vino les unieron en el pasado (como refleja la arquitectura popular) la arcilla fue un regalo que la naturaleza hizo a los jiminiegos.

«Dios fue el primer alfarero en la industria del barro y el hombre el primer cacharro»

Hoy, gracias al alfar museo y a la presencia urbana de las industrias artesanales, la fuente de riqueza ha trascendido al turismo. La cultura del barro y las obras de arte que han suplantado a las vasijas y útiles de primera necesidad en el pasado siguen despertando el interés de los visitantes. Esto, unido a la proximidad con La Bañeza y a tan solo cinco minutos de la autovía A-6, hace que Jiménez de Jamuz sea una población muy visitada durante todo el año.

No es casual que la artesanía del barro como disciplina artística se haya fijado en este territorio, pues algo tiene esa alfombra de arcilla que produjo en el pasado los célebres vinos de aguja bañezanos que inspiran a sus habitantes en los caminos del arte. Esta es también tierra de comediantes. Un siglo de representaciones teatrales avalan esta cualidad cultural que todos los otoños se pone de relieve en el certamen anual de teatro.

El alfar-museo

En el año 94 se inauguró el alfar-museo de Jiménez de Jamuz, una iniciativa que contribuy al impulso turístico de la localidad y a la promoción de la alfarería local. Es un valioso complemento que se suma a la actividad de los alfares, que de por sí son pequeños museo familiares, pues el visitante, además de comprar y disfrutar con las exposiciones de piezas y obras, puede contemplar en directo en cada empresa el trabajo del alfarero en el torno. Si a esto unimos la visita didáctica al museo, el mensaje cultural cobra una excepcional dimensión.

«Gaudí encargó piezas a los alfareros jiminiegos para el Palacio Episcopal»

Para todos, la cultura del barro es algo cercano, lo que garantiza la fascinación. Una curiosidad que sorprende mucho al turista es que el arquitecto catalán Antonio Gaudí encargó a lo alfareros de Jiménez de Jamuz las cerámicas de barro vidriado que decoran las nervaturas del Palacio Episcopal de Astorga. Algunas piezas originales y réplicas se exponen al público.

En el museo se hace un recorrido por la historia de la alfarería local, con demostraciones prácticas que realiza el joven alfarero Jaime Argüello, discípulo del desaparecido alfarero Martín Cordero Peñín, que contribuyó a la recuperación de la tradición alfarera y a la formación de jóvenes artesanos. La alfarería jiminiega tiene una peculiaridad: todas las piezas del pasado se ciñeron siempre a usos domésticos para el agua (barrilas, cántaros y botijos); para el vino (mosteros, jarras y barriles): para la leche (nateras, ollas, queseras…) y para la mesa (fuentes, platos, vasijas, barreños, tarteras…). En los últimos tiempos se han sumado piezas destinadas para el fuego, como los pucheros, las boinas, los cuencos y las potas. La dinámica de los últimos años ha incrementado la creatividad de los jiminiegos, que sorprenden con piezas artísticas de distintos usos, miniaturas y adornos. Especial mención merecen la jarra-trampa y el botijo-cura, convertidas en piezas simbólicas y objetos de decoración muy cotizados para llevarse como recuerdo.

“Somos un gran producto cultural», Jorge Fernández, alcalde de Santa Elena

Para Jorge Fernández, alcalde de Santa Elena, la alfarería es “la raíz que nos une a la tierra”. También asegura que el municipio es un producto cultural completo, donde entra el Camino de Santiago, la arquitectura militar y religiosa, y las tradiciones religiosas y populares. “Somos tierra de comediantes y conservamos la naturaleza, además de ser referencia en la gastronomía mundial en materia de carnes rojas de buey”.

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