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El Museo Etnográfico de Castilla y León, latidos de un motor cultural

El Museo Etnográfico de Castilla y León es un gran contenedor de cultura, un referente del pensamiento y el arte para el conjunto de España que halla ecos al otro lado del Atlántico. La única sombra la hace pública su director, Carlos Piñel, al anunciar su jubilación

Ricardo Ortega

En pleno casco histórico de Zamora, el Museo Etnográfico de Castilla y León es uno de los principales continentes de arte y cultura de la comunidad y de España. Situado en un magnífico edificio de siete plantas, dedica cuatro de ellas a desgranar la respuesta a una serie de preguntas, como quién es el individuo, qué imagina y crea, cuándo realiza esas actividades y dónde lleva a cabo su existencia. Es la exposición permanente. Un quinto piso es sede de exposiciones temporales que analizan la relación entre el ser humano y los objetos con los que se relaciona. En buena medida, han convertido a este centro en un referente para otros equivalentes de Europa y América.

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Carlos Piñel

El carácter del museo es en cierto modo el de los jóvenes locos que lo concibieron. Recuerda Carlos Piñel, su director, que Joaquín Díaz y él llevaban dos décadas recorriendo pueblos, haciendo estudios de campo y grabando los testimonios de una cultura que desaparecía. “Defendíamos eso del patrimonio inmaterial cuando nadie hablaba de él; lo hacíamos con nuestros propios medios y mucha gente destacaba nuestro gran mérito, ¡pero es que era algo que nos apasionaba!”, rememora.

El centro echó a andar en diciembre de 2002, con una gran exposición, EnSeres, de la que fueron comisarios los dos etnógrafos. La inauguración oficial del museo y su exposición permanente sería el 1 de mayo de 2004. “Al plantear la musealización, nos olvidamos de las piezas concretas y comenzamos a hablar desde un punto de vista filosófico: qué ideas nos interesa transmitir, el porqué de las cosas”, recuerda Piñel.

La exposición permanente abarca todo lo concerniente a la vida tradicional de las personas que habitaron nuestros pueblos a través de los tiempos, teniendo en cuenta la religión, los mitos, las fiestas, la meteorología, los enseres, los lugares habitados, los trajes… unos 10.000 objetos, más la documentación gráfica, que debieron clasificar y ordenar entre ambos.

En la planta baja se encuentra el espacio titulado ‘El tiempo y los ritos’, donde se expone todo lo relacionado con la medida del tiempo, el tiempo meteorológico, las fiestas…

En la planta primera, ‘La forma y el diseño’ muestra objetos decorados y elaborados artísticamente y su relación con la vida cotidiana, además de con el simbolismo. El arte popular ofrece aquí una gran variedad de diseños que identifica a su gente tanto de forma individual como colectiva.

Ya en la planta segunda, ‘El alma y el cuerpo’ da a conocer las creencias, los mitos religiosos, las normas que seguían las distintas sociedades, la educación de los ciudadanos, las leyes, el lenguaje y los cambios culturales. Mientras, en la planta tercera se estudia ‘El barro: símbolo y función’. Con la exposición de los objetos de alfarería fabricados por el hombre a través de los siglos, se dan a conocer una serie de temas relacionados, muy interesantes. Así surge de nuevo la mitología y la religión, la relación con la vida y la muerte, con los variados oficios, incluso con la arquitectura.

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Fachada del Museo Etnográfico

Al mismo tiempo las exposiciones temporales se suceden a lo largo del año, que reciben visitas desde diferentes puntos del mundo. “La clave está en la belleza pero también en la capacidad para simplificar, para reflejar otros puntos de vista”, apunta el director. Son muestras que gustan a personas del mundo artístico e intelectual, pero también a niños, a vecinos del medio rural que nos visitan, “que es lo que nos anima a seguir”. Eso sí, “siempre persiste la duda de si nuestra propuesta interesa verdaderamente al público. Por eso tenemos a la salida un libro en blanco para que la gente exprese su opinión sobre lo que ha visto, haga su aportación… y nos felicitan en todos los idiomas imaginables”. Como consecuencia, “hemos conseguido ser una referencia para Castilla y León y para el conjunto de España, y es algo que nos dicen en Hamburgo, en EEUU, en Roma, en Brasil…”.

Las exposiciones no se organizan de forma aleatoria; siempre responden a un significado, fruto de una relación tejida con el mundo de la cultura. “Incluso hicimos una con imágenes de ‘top models’; ante las dudas surgidas expliqué que todo lo expuesto en el museo es moda: lo que en su momento fue el atuendo más empleado, las joyas o muebles de un momento dado… Determinado mueble a lo mejor era el no va más en un pueblo. Eran unos intereses, una estética, que además influía en la cultura del momento”, aclara.

Un artista detrás de un museo

Como se encarga de recordar la muestra ‘El tiempo y los ritos’, el reloj no tiene por costumbre detenerse, y Carlos Piñel ha cumplido 65 años. Se encuentra por tanto en el tiempo de descuento de una gestión que ha cumplido con creces los objetivos planteados. Ahora está en el aire la designación de su sucesor o sucesora. Se pone fin, por tanto, a una época que respondía a la inquietud de Joaquín Díaz según la cual “un museo así merece estar dirigido por un artista”.

Piñel es un artista plástico que ha participado en innumerables exposiciones y bienales, que ha recibido diferentes galardones y que, a través de la escultura, está presente en numerosos edificios, públicos y privados. También ha sido reconocido por una continua labor plástica (pintura, dibujo, libros de artista) en relación con algunos de los más importantes poetas en castellano, como Pablo Neruda, Federico García Lorca, Miguel Hernández, Antonio Gamoneda o Claudio Rodríguez.

Puesto en la tesitura de definirse, se considera a sí mismo un artista plástico y un antropólogo, “pero al final te das cuenta de que todo responde a una misma inquietud, a una misma filosofía: el preguntarse por el porqué de las cosas”. De ahí el interés por la arqueología como herramienta, por todo lo que tenga una manifestación artística. De hecho, “es a través del arte como algunos sabemos expresarnos”, dice este coleccionista de cosas inverosímiles, viajero precoz que recorrió Europa siendo muy joven, “en un tiempo donde la gente no viajaba tanto como hoy en día”, que se emociona solo con mirar a través de la ventana y ver cómo la luz incide de un modo determinado.

En un edificio singular

Además de la persona que soñó el museo y cuya labor late detrás de su día a día, otro protagonista es el propio edificio que lo alberga. El inmueble fue construido específicamente para este proyecto cultural. Se levanta en el solar del casco histórico donde en 1593 se construyó la antigua Cárcel Real, que pasaría a ser Casa de Beneficencia desde 1804, y luego fábrica y almacén de la textil Zamora Industrial SA. Acogió también un frecuentado salón de baile. Lo único que se conserva del edificio original es la portada de la calle Corral Pintado, en la trasera del museo, y que ha sido acondicionada como entrada auxiliar.

En su entorno pueden verse edificios históricos como el renacentista Palacio de los Condes de Alba y Aliste, hoy Parador Nacional, o las iglesias románicas de Santa María la Nueva, San Juan Bautista y San Cipriano. También se encuentra cerca el Archivo Histórico Provincial y el Museo de Semana Santa.

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El recorrido está pensado en sentido ascendente. El primer espacio al que se accede después del vestíbulo tiene toda la altura del edificio, y esto permite una lectura de la organización del centro, como subrayan desde la entidad. Una gran rampa conduce al primer sótano, punto de inicio del recorrido por las salas permanentes hasta la cuarta planta. El resto de las dependencias de servicio del museo, así como la sala de exposiciones temporales, se organizan en un volumen independiente y de geometría diferenciada, con acceso por la antigua portada de la calle Corral Pintado y en torno a un núcleo de comunicaciones independiente para estas actividades.

La sala de exposiciones temporales se sitúa en el primer sótano, con acceso directo desde el vestíbulo. Desde allí se puede acceder a las oficinas y al salón de actos. Las actividades de exposiciones temporales, conferencias, biblioteca o proyecciones se pueden llevar a cabo con independencia de los demás espacios, lo que facilita el día a día de este complejo único en Castilla y León.

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