El escultor de medina de Rioseco ha dedicado más de tres décadas a su pasión por el arte. Con una entrega casi religiosa, esculpe la piedra caliza para recuperar el esplendor de siglos pasados. Su obra se extiende por viviendas y espacios públicos de toda España
Miguel Ángel Jiménez es un artista de la piedra, tan identificado con su materia prima que podría afirmarse que nació para ella. Castellano recio como el paisaje que rodea su taller de Medina de Rioseco, basa su modo de vida en sus manos rudas, acostumbradas al trabajo áspero de doblegar la piedra y el hierro para conseguir, golpe a golpe, formas imposibles. De una sencilla belleza y con un acabado que remite a la artesanía ancestral.
Miguel Ángel lleva más de tres décadas dedicado al oficio que ama. De formación autodidacta, es un experto en estilos y técnicas, cuyo conocimiento es producto de una tenaz labor investigadora. Su pasión por el arte le acompaña desde que era un adolescente y acompañaba en el negocio de las antigüedades a su padre, Domingo, conocido anticuario de la zona y gran conocedor de los estilos clásicos.
El joven Miguel Ángel se acercó a la escultura a través de la pasión por la restauración de piezas antiguas (pintura, madera…) y pronto entendió que su don residía en la piedra y su difícil talla.
Sus obras se crean a partir de herramientas como la maceta y el cincel. Imitar hasta conseguir la misma textura, color y estilo de las obras que han resistido el paso de los siglos es la misión de Miguel Ángel. Quizá su elemento diferenciador sea el proceso de envejecido de la piedra natural, mediante el cual esta materia adquiere el carácter de los siglos: la pieza elaborada en su taller envejecerá del mismo modo que el inmueble al que vaya adosada.
La heráldica ha configurado buena parte de su obra, dando forma a cientos de apellidos familiares que engalanan casas y portadas en toda la geografía española. Imágenes, relieves, esculturas, portadas, decoración… el artista riosecano vuelca sus conocimientos tanto en la elaboración de nuevas obras como en la restauración. También ha transmitido sus conocimientos como maestro de futuros artistas, como en la Escuela Taller de Dueñas. El suyo es un abanico inagotable de ideas y creatividad “nacido de una maceta y un cincel”, únicos intermediarios entre el artista y el frío bloque de piedra.
Como señala el propio artista, “la escultura y la cantería son los nobles oficios de trabajar la piedra a mano, para dotarla de forma y utilidad que se remonta a tiempos inmemoriales”. Por eso su proceso creativo ha deparado la elaboración de bustos de línea clásica, relieves de pasos de Semana Santa o elementos arquitectónicos como columnas o arcos. También se ha implicado en tareas de decoración y recreación de ambientes en interiores y exteriores, desde paredes, ventanas y embocaduras de piedra hasta salones o bodegas rústicas. Columnas, arcos, chimeneas, fuentes o pozos pueblan su taller riosecano o el patio de su casa.
Su obra se puede contemplar en innumerables espacios públicos. Sin ir más lejos, ha colaborado en la realización definitiva del Monumento a los Héroes de la Batalla del Moclín, en su ciudad natal, y numerosas placas llevan su sello. En la Ciudad de los Almirantes, por ejemplo, las dedicadas al rey Juan Carlos I, Pablo Iglesias (fundador del PSOE), Carlos Amigo o la actriz María Luisa Ponte.
También son hijos suyos el reloj de sol de la fachada del Museo Etnológico de Urueña; la fuente de la plaza del Bulevar, en Medina de Rioseco; la fuente de la ermita de Valoria del Alcor, en Valladolid, o el Escudo de Castilla y León que figura en la sede de la Junta de Castilla y León, en Valladolid.
