Foto: Ángel González.
Foto: Las hogueras ayudan a combatir el frío de la noche. Foto: J. C. Duque
La Bajada de la Virgen de los Pegotes, en Nava del Rey (Valladolid), se celebra en la noche del 30 de noviembre, cuando recorre el trayecto desde la ermita del Pico Zarcero hasta la Parroquia de los Santos Juanes, alentada por incesantes vítores: ¡Viva la Pura y sin Mancha!, ¡Viva la Estrella de la mañana! ¡Viva la Rosa de Jericó!
La Subida será una semana después, el día 8 de diciembre al finalizar el novenario. La Hermandad Hijas de María engalana a la Virgen con mantos y joyas para comenzar la procesión de regreso hacia la ermita. Durante el recorrido, la comitiva efectúa diferentes pausas para que los fieles dediquen sus mejores piropos a la Patrona. Los vecinos se agrupan en hogueras para contrarrestar el frío. A la salida del casco urbano cantan la Salve.
A partir de aquí, el discurrir procesional se aligera hacia la Pico Zarcero por la pedregosa cañada de Valdego, disparándose el fervor con la llegada a la ermita, donde el eco de los vivas es más sonoro. Colocada en el altar mayor para que los fieles entonen su himno, compuesto en 1959.
Existía la costumbre de aprovechar las brasas de las hogueras para asar castañas, de donde nace la advocación de Virgen de las Castañas. Rememorando esta práctica, tanto la Bajada como la Subida finalizan en la Casa de Cultura de la localidad con una degustación de productos típicos y castañas asadas, ambientada con música y bailes tradicionales. En 2008 la Bajada y Subida de la Virgen de los Pegotes fue declarada de interés turístico regional por la Junta. La leyenda cuenta que momentos antes de la primera celebración se declaró una tormenta que obligó a retrasar la procesión e iluminar artificialmente el trayecto con hogueras y antorchas o pegotes, de donde surge el apelativo de Virgen de los Pegotes.
La escultura, que se consideraba vestidera y formada por una simple estructura de madera, ha conservado debajo de los ropajes una interesante talla de mediados del siglo XVI que hasta ahora se desconocía. El fervor inmaculista del siglo XVIII en Nava del Rey y las modas propias del barroco hicieron que la escultura se cubriera con postizos (peluca, vestidos y joyas). El hallazgo se podía intuir, pero no se ha podido corroborar hasta el pasado mes de octubre. Supone un importante descubrimiento que hace más interesante, si cabe, la fiesta.
