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El Empecinado, héroe nacional y ribereño hasta la médula

Juan Martín Díez, el Empecinado, nació en Castrillo de Duero en 1775 y falleció ejecutado 50 años después. Héroe de la Guerra de la Independencia, su vida y su nombre están ligados a la Ribera del Duero y a la historia de España del siglo XIX
Fernando Repiso
Fernando Repiso Granado

Descendiente de familia de labradores acomodada, Juan Martín enseguida mostró su vocación guerrera al alistarse voluntariamente en la guerra del Rosellón contra los franceses (1793-1795), probablemente con refuerzos al mando del duque de Osuna, que tenía casona en Castrillo y era titular del marquesado de Peñafiel. Al año siguiente se casó con Catalina de la Fuente, también ribereña, oriunda de la localidad de Fuentecén, en la que se instaló como labrador.

Hasta que en 1808 se echó al monte contra la invasión francesa de la península ibérica, con amigos y el apoyo de familiares, poco antes del levantamiento generalizado del país a partir del Dos de Mayo que dio inicio a la guerra de Independencia española (1808-1814). Según cuenta una leyenda, el detonante fue que Juan Martín había matado al militar francés que acababa de violar a una moza en Fuentecén o en Castrillo.

Ante el escaso éxito del combate en campo abierto del ejército regular frente al mejor ejército de Europa del momento (batallas de Cabezón y Medina de Rioseco), el grupo de rebeldes llevó a cabo sus acciones de boicot en el entorno de Aranda de Duero y la provincia de Segovia.

Iglesia de Castrillo de Duero, declarada BIC
Iglesia de Castrillo de Duero, declarada BIC. Fotografía: Fernando Repiso Granado

Aranda era un importante nudo de comunicaciones Este-Oeste y, sobre todo, Norte-Sur por la vía Madrid-Burgos-Irún, que servía de abastecimiento y correos de las tropas napoleónicas. Se inventaron así lo que sería la guerra de guerrillas, al obligar a los franceses a combatir “contra el territorio, (…) contra la geografía, contra el país” (de la serie de TV “Los desastres de la guerra”), pero sin ensañamiento y sin tolerar el bandidaje contra la población.

Fernando VII, retratado por Goya.

Respetuoso con los prisioneros, tuvo lugar un breve encarcelamiento de Juan Martín en El Burgo de Osma por sus compatriotas, a causa de hospedar en su propia casa a una dama francesa capturada. Al año de andanzas ya había obtenido reconocimiento por sus éxitos en la contienda, de forma que fue nombrado capitán de caballería, extendiendo sus acciones por otras partes del país, coordinándose con el general británico Wellington y progresando en la carrera militar en los años siguientes, acrecentando con ello su fama.

Obras teatrales y artículos periodísticos loaban al Empecinado. Tuvo que soportar la persecución a muerte del general francés Hugo, dedicado a ello en exclusiva, que llegó a apresar temporalmente a su madre y amenazó con fusilarla, pero que hubo de soltarla por la intensificación de los ataques y la amenaza del Empecinado de matar a cien soldados prisioneros.

Al finalizar la guerra Juan Martín llega a ser nombrado mariscal de campo, es considerado un gran héroe nacional y se le concede el derecho a firmar oficialmente con el seudónimo de ‘El Empecinado’. Ya era popularmente muy conocido y lo aceptaba con orgullo, castrillero y ribereño hasta la médula.

Acabada la guerra y ya con Fernando VII restituido en el poder, el rey felón, que durante el conflicto había intentado convencer a Napoleón de que lo reconociese para su causa, a costa de su propio padre, derogó la Constitución de 1812 e implantó un férreo régimen absolutista.

Palomar de la finca La Cercada, en Castrillo de Duero. Fotografía: Fernando Repiso Granado

La “Pepa”, la primera constitución española, era de corte liberal burgués e instauraba la monarquía parlamentaria (con división de poderes y soberanía residente en la nación, no en el rey), el sufragio universal masculino y la libertad de empresa y de imprenta. Tras entrevistarse con el rey con un escrito reivindicativo, el Empecinado fue desterrado a Valladolid (1815) y se instaló en su tierra natal, en la finca de La Cercada de Castrillo.

Allí emparentaría con el liberalismo exaltado, capitalizado en buena parte por la masonería disidente, y concitaría conspiraciones contra Fernando VII con ayuda de Eugenio de Aviraneta (años después alcalde-regente de Aranda). Juan Martín perteneció a la sociedad secreta “Confederación de Comuneros Españoles”, de la que fue su máximo representante en la zona (presidente de la “Torre” de Roa).

Con ellos promovió una expedición a Villalar en 1821, en busca de los restos de Padilla, Bravo y Maldonado, celebrando un homenaje a los Comuneros en la plaza mayor del pueblo el día 23 de abril (lo que constituye el antecedente de la celebración del día de Villalar, día de la comunidad autónoma de Castilla y León).

Casco urbano de Roa, donde fue ajusticiado el Empecinado. Fotografía: Fernando Repiso Granado

El Empecinado volvió a las armas con el pronunciamiento del Coronel Riego, en esta ocasión contra tropas realistas y partidas absolutistas como la del cura Merino, futuro carlista y antiguo guerrillero con el que había colaborado años antes en la liberación de Roa (1813).

Los liberales se hicieron con el poder, se instauró la Constitución de 1812 y sobrevino el Trienio Liberal (1820-1823). El Empecinado fue nombrado gobernador militar de Zamora y hasta capitán general accidental de la región militar de Castilla la Vieja.

Fernando VII aún intentó ganarse a Juan Martín a su causa, ofreciéndole mucho dinero y el título nobiliario de conde de Burgos, pero la tajante respuesta fue: “Diga usted al rey que si no quería la Constitución, que no la hubiera jurado; que el Empecinado la juró y jamás cometerá la infamia de faltar a sus juramentos”.

El Empecinado
El Empecinado, retratado por Francisco de Goya.

Finalmente la coalición de las potencias absolutistas europeas y la reocupación francesa por los Cien Mil Hijos de San Luis recuperaron el poder para Fernando VII, siguiendo unos años de represión y persecución de los liberales exaltados en la denominada Década Ominosa (1823-1833).

Al finalizar la contienda Juan Martín se encontraba resistiendo en Cáceres, pero capituló y se acogió a una salvaguarda que le permitía regresar a su tierra y que resultó ser una trampa. Encontrándose con una tropilla de 60 de sus hombres en Olmos de Peñafiel, fue apresado en casa de un primo suyo por milicianos Voluntarios Realistas de la comarca (cuerpos creados por Fernando VII al margen del ejército para la represión de liberales). Fue trasladado por Castrillo y Nava de Roa, para ser encerrado en Roa, en otra jurisdicción, por un alcalde-regente realista que era enemigo personal del Empecinado.

Condenado a morir en la horca

Tras sufrir 21 meses de vejaciones preso con sus compañeros, al parecer incluyendo la exposición pública enjaulado algunos días de mercado, fue condenado a morir en la horca por expreso deseo del rey, en un juicio sin garantías cuyo juez instructor era el corregidor Domingo Fuentenebro, enemigo acérrimo del Empecinado.

Del día de la ejecución en la Plaza Mayor de Roa contaba su exalcalde en sus memorias, Gregorio González Arranz, que Juan Martín rompió las esposas que lo asían e intentó refugiarse en sagrado en la Colegiata, entre la marabunta, sin lograrlo. Fue finalmente colgado y no fusilado para servir de escarmiento público, como los presos comunes, quizá ya moribundo por garrotazos o bayonetazos recibidos en el intento de fuga.

Toda su vida estuvo acompañado por amigos y familiares, muchos de ellos de la comarca, desde sus primeras correrías en el Rosellón y como guerrillero, hasta su apresamiento y su muerte en Roa, pasando por sus campañas militares y sus confabulaciones liberal-comuneras.

El ambiente liberal de la comarca (Aranda, Roa, etc.) hizo que, tras la muerte de El Empecinado, resurgieran varios núcleos clandestinos opuestos a Fernando VII que fueron reprimidos. Como por ejemplo el caso de Corrales de Duero y el cura comunero, Francisco Escribano, al que también llamaban “empecinado”.

El mote de ‘El Empecinado’ le venía a Juan Martín de su pueblo de origen, Castrillo de Duero, dado que en la comarca se conocía a los lugareños como “empecinados”, especialmente cuando variaban su localidad de residencia, como fue el caso de nuestro personaje.

Se debía al fango o pecina que arrastraba el arroyo Botijas aguas abajo de Castrillo, con sorna, a causa del cultivo y el tratamiento del cáñamo que realizaban para suministrar a tejedores y sastres locales. Gracias a la gran fama alcanzada por Juan Martín, obstinado en sus principios hasta sus fatales consecuencias, actualmente conservamos dos palabras en castellano derivadas de su apodo, que son “empecinado” y “empecinarse”.

Por una parte el verbo “empecinarse” cobró el significado que actualmente tiene, según la RAE, de “obstinarse, aferrarse, encapricharse”. Y por otra parte el adjetivo “empecinado” obtuvo un significado añadido de “obstinado, terco, pertinaz”, que sería el sentido que nos ocupa y el primero recogido hoy día por la RAE, además del otro significado originario de “peguero”, “persona que por oficio saca o fabrica la pez”, que dio origen al mote y al actual gentilicio de los castrilleros.

Portada de ‘Juan Martín, el Empecinado’, de la serie de los Episodios Nacionales, de Galdós.

El Empecinado cuenta con un importante cuadro, un importante libro y hasta una película dedicados. El cuadro es nada menos que de Goya, de 1809, pintado con el uniforme de capitán de caballería, y se encuentra expuesto en el Museo Nacional de Bellas Artes Occidentales de Tokio. Hay una copia en el Museo del Prado. El libro ‘Juan Martín El Empecinado’ es nada menos que de Benito Pérez Galdós, es la novena novela de la primera serie de Episodios Nacionales, publicada en 1874.

Trata sobre la Guerra de la Independencia y Galdós describe a nuestro personaje como “un guerrillero insigne que siempre se condujo movido por nobles impulsos, generoso, leal y sin parentela moral con facciosos”. Y la película es ‘El Guerrillero’, de 1930 y actualmente desaparecida, de José Buchs Echeandía, uno de los más reconocidos directores del cine mudo español.

También aparece como uno de los personajes principales en dos series de Televisión Española: ‘Los desastres de la guerra’, coproducción hispano-francesa dirigida por Mario Camus y emitida en 1983, y en el primer episodio de la serie ‘El Ministerio del Tiempo’, dirigido por Marc Vigil y emitido en 2015, dedicado al Empecinado y la Guerra de Independencia.

El Empecinado llegó a obtener la máxima condecoración que concede el ejército español, la Cruz laureada de San Fernando, y tiene además varias calles dedicadas por el país, como en Madrid, en Alcalá de Henares y en Valladolid. Tiene un monumento funerario de inspiración masónica en Burgos, donde está enterrado, en un primer momento proyectado por un sobrino para Roa. Y tiene al menos tres estatuas y un museo.

Una de las estatuas se encuentra en Roa, el pueblo que le vio morir injustamente ajusticiado, en el parque de la calle de Las Cruces, apresado con las cadenas puestas y enganchadas a un mapa de España. Otra estatua se encuentra en el pueblo que le vio nacer, Castrillo de Duero, delante de su ayuntamiento, en la Plaza de la Constitución, en posición marcial y uniformado.

Castrillo también cuenta con un museo-Centro de Interpretación del Empecinado, ubicado en las antiguas escuelas del pueblo, y conserva su casa de nacimiento, de sus descendientes, aunque en su término municipal hay otra casona de labranza en ruinas que fue de su propiedad (La Cercada), junto a la N-122. Cada año las gentes de este municipio y otros vecinos del valle del Botijas le rinden homenaje, recreando su boda con Catalina de la Fuente.

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