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Chozos de pastor, la arquitectura popular más humilde

Son las más sencillas de cuantas construcciones levantó el hombre. Solitarios, incómodos, con una silueta inconfundible, los chozos de pastor forman parte del paisaje rural de Castilla y León

Ricardo Ortega //

Hubo un tiempo en que el pastor dejaba su casa para no regresar en varios meses. Durante ese periodo, su único refugio era el que formaban edificaciones de tipo rústico que, vistas desde fuera, parecían simples montones de piedras. Como únicos lujos, el responsable del rebaño solo contaba en la caseta con un hueco de ventilación, un suelo de tierra apisonada y una pequeña lumbre. Desde tiempo inmemorial, el hombre llamó chozo a esa construcción que lo protegía de las inclemencias del tiempo, para algunos la más antigua que ha llegado hasta nuestros tiempos. Su origen se remonta hasta la prehistoria.

Chozo en Villahán

Hoy, la desaparición de los chozos está ligada a la transformación de la ganadería hacia una más restringida, con menos rebaños y menos cabezas de ganado. También al cambio experimentado por el ganado ovino, con la introducción del ordeño diario y la necesaria proximidad al área urbana, además de por la desaparición de las cañadas, cuyo trazado estaba jalonado por estos refugios, construidos por el propio pastor.

La rústica simplicidad del chozo no implicaba necesariamente que su construcción fuera una tarea sencilla. Era conveniente definir el terreno, excavarlo y levantar dobles paredes a base de piedras de tamaño medio. El hueco entre ambas caras se rellenaba con tierra y piedras pequeñas. Sobre la puerta de acceso, normalmente de muy escasa altura, un dintel de una sola pieza descansaba sobre sillares bien escuadrados. Por el exterior, las paredes se revocaban con arena y cal, mientras la cara interna se cubría de barro hasta una altura de dos metros. La mayor dificultad del proceso residía en el estrechamiento progresivo de las hiladas, por lo que la edificación suele ofrecer una acabado en forma cónica.

Chozo en Cogeces del Monte

Los chozos son de planta circular, con diámetros que oscilan entre los dos y los tres metros y medio. Suelen formar parte de los corrales, encerraderos de ovejas formados por simples vallas de piedra de metro y medio de altura. En ellos se encerraban los rebaños por la noche, a resguardo del viento helado y del acoso de los lobos. El chozo suele aparecer adosado a uno de los muros del corral, de modo que su puerta -siempre orientada al Este para que el sol despierte al ocupante del refugio- queda protegida.

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