Ríos de tinta se han vertido sobre la relación de Miguel de Unamuno con Salamanca, ciudad en la que este vasco universal residió 45 de sus 72 años de vida. Se puede decir que, dando la vuelta al chiste, el autor de ‘Niebla’ o ‘La tía Tula’ era de Bilbao y, como tal, vivió y murió donde le dio la gana. Su impronta se ha convertido en imborrable y ha terminado por fundirse con la piedra de Villamayor, esa arenisca de color entre dorado y rosado que identifica el casco urbano de la ciudad.
Por eso no importaría si el paso del tiempo terminara por borrar las esculturas que recuerdan a este pensador heterodoxo, a este novelista único, por las calles de la ciudad del Tormes. Incluido el escudo con su rostro en la Plaza Mayor. Porque se pueden seguir escuchando las pisadas del viejo profesor entre las calles que enlazan las diferentes facultades, o estas con la mencionada plaza, en cuyo Café Fortuny fue un popular contertulio.
En ese espacio, durante años se ha iniciado un paseo cultural como parte de la propuesta turística de la ciudad. La ruta se puede seguir en cualquier momento y discurre por la calle Concejo, con parada en el Casino, al que acudía el profesor para asistir a sus tertulias. Continúa por la Plaza de la Libertad hasta llegar a la calle Bordadores, donde se levantan la estatua del escritor y la casa en la que vivió la mayor parte de los años que pasó en Salamanca.

Continúa por la calle Compañía y, después, por la calle Libreros se llega a la Universidad de Salamanca, de la que Unamuno fue rector en tres ocasiones diferentes. Unos pasos más allá y estaremos en la Casa Museo Miguel de Unamuno, en el número 25 de la misma calle.
Un español poliédrico
Cada época ha mirado la obra de Unamuno desde una perspectiva diferente, y es que sucede con el padre de ‘San Manuel bueno, mártir’ lo mismo que con toda figura poliédrica: que cada ojo verá algo distinto.
En sus escritos, Unamuno enlaza lo literario y lo filosófico, con una aportación como mínimo singular: la incorporación de la imaginación a la razón. Rompe con la novela tradicional, integrada estrictamente por el relato, porque para él la clave reside en las ideas y el mensaje; los personajes y la acción pueden llegar a ser secundarios.
Mientras dure la guerra

La memoria sobre este patriarca contradictorio, también sobre este recurso turístico de primer orden, ha venido a ser refrescada este año por el séptimo arte. Con ‘Mientras dure la guerra’, el director Alejandro Amenábar vuelve a situar el foco en el enfrentamiento entre el bilbaíno y el fundador de la Legión, José Millán-Astray. El episodio nunca se ha aclarado del todo, y es que no había móviles con cámara en octubre de 1936, de modo que la película navega sobre los diferentes testimonios publicados por los testigos.
Quizá don Miguel nunca dijera literalmente “venceréis pero no convenceréis”, y es posible que el legionario no espetara un “¡Viva la muerte!” con esas mismas palabras, pero desde entonces ese episodio se ha contemplado como el eterno enfrentamiento entre la razón y el fanatismo.
En cualquier caso, Amenábar ha vuelto a grabar una pieza clásica, que recuerda a los salmantinos su relación especial con un español contradictorio, lenguaraz y polémico. Y nos interpela, a todos, sobre la importancia que la ciudad universitaria por excelencia supone para el mundo del conocimiento y para la historia de España.
Texto: Ricardo Ortega