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Los caracoles que reptan por la Cartuja de Miraflores

Entre tanta grandiosidad artística como la que acumula la Cartuja de Miraflores de Burgos puede que se te pierda algún detalle, como unos caracoles muy singulares en los sepulcros reales que custodia

Emilio Jesús Díaz García 

La Cartuja de Miraflores es uno de los grandes del patrimonio español. Situado en las afueras de Burgos, al sur del río Arlanzón, este cenobio fue fundado en 1442 por el rey Juan II de Castilla. Tras un voraz incendio en 1452 fue necesario replantear el conjunto prácticamente desde cero, de lo que se encargó el maestro Juan de Colonia. Actualmente se encuentra ocupado por una congregación de monjes cartujos, gracias a los cuales se mantiene su uso primitivo.

Dentro del enorme conjunto destacan el sepulcro en forma de estrella de Juan II de Castilla e Isabel de Portugal, ubicado en el centro del presbiterio de la iglesia, y el arcosolio y sepulcro del Infante Alfonso de Castilla, abierto en el muro del presbiterio del lado del Evangelio. Ambas obras fueron encargadas y sufragadas por Isabel la Católica, hija y hermana respectivamente de los mencionados personajes, con el objetivo de glorificar su linaje. Sendos trabajos fueron realizados en alabastro por el escultor Gil de Siloé entre 1489 y 1493.

Sepulcros en alabastro de Juan II e Isabel de Portugal

La imagen del caracol en la Baja Edad Media

A lo largo de la Baja Edad Media, debido a su popularidad y el interés por el estudio y la observación de la naturaleza, la imagen del caracol junto a la de otros muchos animales, se extendió por un gran número de entornos tanto religiosos como laicos. Los diferentes tipos iconográficos que presenta el gasterópodo en el periodo estudiado se pueden ordenar en tres bloques temáticos que abarcan de manera general las diversas conjugaciones gráficas del animal.

En primer lugar, está el tipo iconográfico canónico y más repetido, en el que aparece el caracol con su morfología natural, sólo y de manera aislada o a veces próximo a otras figuras, entre la vegetación que lo acompaña.

En segundo lugar, se encuentra la hibridación del caracol con otro ser, bien humano o animal, fantástico o real. Este tipo iconográfico se configura generalmente uniendo la concha del caracol de cuyo orificio emerge la cabeza, el torso e incluso a veces el cuerpo entero hasta las rodillas de otro personaje.

En tercer lugar, existe el tipo iconográfico en el que la figura del caracol está insertada o forma parte de una escena en la que desarrolla, generalmente de manera pasiva, algún tipo de papel o acción. En la Cartuja de Miraflores se conservan ejemplos de las tres tipologías.

Pluralidad de atribuciones semánticas

La figura del caracol gozó de una gran variedad de atribuciones simbólicas. La pereza por su lentitud a la hora de desplazarse; la lujuria por su analogía con la vulva, la baba y su movimiento entrante y saliente de la cáscara; la voracidad por el daño producido a las cosechas debido a su propio medio de existencia y alimentación en las plantas; la cobardía por la actitud de refugiarse rápidamente en su cascarón cuando percibe peligro inminente; o la resurrección por su relación como símbolo lunar, su forma de espiral infinita y por su forma característica de entrar y salir del cascarón relacionada con el ritmo de las estaciones, en concreto con los procesos de estivación e hibernación del animal, tomando el refugio del caracol en su concha como si fuera un sepulcro temporal del que, una vez pasado el letargo, el animal parece volver a la vida.

Los caracoles del arcosolio del infante Don Alfonso

Detrás a la izquierda de la figura arrodillada y en actitud orante del infante, en una banda vegetal vertical decorada con viñas y diferentes animales, se aprecia un caracol de gesto agresivo y boca bien abierta devorando un racimo de uvas. Una de las atribuciones simbólicas derivadas de la propia naturaleza del animal es la voracidad, atribuida y relacionada con su propio medio de existencia y vida, que en muchas ocasiones se desarrollaba en los viñedos y otros cultivos, a los cuales podía causar daños en las cosechas.

Sepulcro del Infante Don Alfonso

No cabe duda de que en este caso concreto puede asociarse directamente la figura del caracol con la voracidad tanto en la vía a la denuncia de la gula como a la de la codicia de poder. Estas ideas no sólo quedan reforzadas por la acción y actitud del animal a la hora de comer la uva, sino también por el lugar en el que se encuentra, un monasterio cartujano en el que se profesa la frugalidad, el ayuno y el ascetismo, y por el contexto histórico que vivieron tanto la persona a la que está dedicado el monumento como la comitente de la obra, relacionado con los problemas de relevo del poder real entre el infante Alfonso y su hermanastro Enrique IV.

Situada en el plafón inferior derecho del muro del fondo del arcosolio, ocupando un lugar preferente dentro del programa visual, se exhibe un caracol con su forma de representación canónica. No cabe duda de que este caracol alude a la idea de resurrección en relación con la figura del infante Alfonso que, arrodillado mirando directamente al altar mayor de la iglesia, reza frente al reclinatorio en el que hay un libro abierto.  El gasterópodo surge de su caparazón en pleno apogeo extendiendo con vigor sus cuernos, como si renaciera de su concha tras un largo letargo, tras el cual resucita y emerge de su simbólico sepulcro temporal. La vegetación que acompaña al gasterópodo con esas formas ondulantes llenas de vitalidad y movimiento da la sensación de estar floreciendo desde la propia concha del caracol, acompañando así al animal en su vuelta la vida, reforzando la idea de resurrección que transmite la composición.

En la banda vegetal que circunda por el exterior la zona de la derecha del monumento, se encuentra un caracol hibrido configurado por torso y cabeza de hombre y una concha de gasterópodo. Ha perdido su rostro y se sujeta a una rama con su mano derecha mientras con la izquierda parece sujetarse o coger una hoja de la viña. Este tipo de imagen se ha asociado a veces con el mundo de las drôleries y otras, con la intención de atribuir al personaje que emerge de la concha con las propias connotaciones semánticas del gasterópodo, relacionadas, acaso, con la pereza, la lujuria o la voracidad.

Sepulcros reales de la Cartuja de Miraflores

Los caracoles del sepulcro de Juan II e Isabel de Portugal

En la banda vegetal del vértice superior del sepulcro de los reyes se exhiben una serie de caracoles, generalmente de la primera tipología iconográfica. Sin embargo, hay un ejemplo de la tercera tipología, aquella en la que el animal aparece insertado en una escena. En este caso, se trata de una imagen muy curiosa en la que un caracol parece estar a punto de ser devorado por un ave. El gasterópodo se enfrenta al amenazante pico abierto del ave que está a punto de asestarle el picotazo definitivo. Podría tratarse de una imagen referente al propio devenir de la naturaleza donde el devorador es devorado por un depredador de mayor tamaño que él, simbolizando ambos la voracidad.

Caracol en el Sepulcro de Juan II e Isabel de Portugal

Como se ha visto, la figura del caracol, al igual que muchas otras imágenes medievales, pueden gozar de una gran variedad y versatilidad de atribuciones semánticas y simbólicas. Debido a esta serie tan ambigua de significados, una de las cosas más importantes a tener en cuenta es el contexto en el que la imagen fue concebida, para el medio para el cual fue elaborada, dónde fue colocada, los destinatarios y los medios y la formación de estos para poder leerla e interpretarla en un sentido u otro. Así, el contenido semántico debe interpretarse indisociablemente con base al entorno en el que se encuentre la imagen, siendo el contexto tanto o más importante que el tipo iconográfico, que puede cambiar de significado o connotarse en uno u otro sentido en función de su ubicación.

Cartuja de Miraflores: silencio entre bullicio gótico

 

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