La XXI edición de Las Edades del Hombre, que se desarrolla en Toro hasta noviembre, es casi una muestra monográfica sobre la importancia del agua en la vida diaria y en los textos sagrados del cristianismo. Destaca el papel de Juan Bautista en el Nuevo Testamento y la relevancia del bautismo para los creyentes
Son ya 21 ediciones de Las Edades del Hombre y las diócesis de Castilla y León han demostrado disponer de un patrimonio artístico que parece inagotable. La nueva muestra, que lleva por nombre ‘Aqva’, se desarrolla hasta noviembre en la ciudad de Toro y cuenta con 130 obras, en su mayoría procedentes de templos y museos de la comunidad. También las hay de otras regiones y de Portugal, y de nuevo hace acto de presencia el arte contemporáneo, con la intención de que unas obras y otras “dialoguen entre sí”. Así lo señala José Ángel Rivas, comisario de la muestra que también se encargó del guion de Kyrios (Ciudad Rodrigo, 2006), Passio (Medina del Campo y Medina de Rioseco, 2011) y Monacatus (Oña, 2012).
Para Rivera, el principal reto a la hora de elaborar el guion de una muestra de estas características reside en definir la temática con claridad. A partir de ahí se van desgranando los capítulos y su secuencia. Se ha servido de los libros litúrgicos, así como del misal romano y del ritual del bautismo, que le han ofrecido una pauta muy valiosa. El prólogo “se ha elaborado a partir de textos de los santos padres y de la Biblia”.
Tras esa labor se van escogiendo las obras que finalmente serán expuestas, para lo que ha contado con las sugerencias de la Fundación Las Edades del Hombre. También ha recurrido a diferentes libros e inventarios. “El resultado es una muestra con diferentes estilos, autores y técnicas artísticas”, subraya.
‘Aqva’ se desarrolla en dos sedes: la Colegiata de Santa María la Mayor, que acoge cuatro capítulos, y la iglesia del Santo Sepulcro, con los dos últimos.
A lo largo de la exposición se suceden firmas como las de Pedro Berruguete, Francisco de Zurbarán, Juan de Juni, Gregorio Fernández o Luis Salvador Carmona. También hay una presencia significativa de artistas contemporáneos, entre los que puede citarse a Antonio López y Carmen Laffón.
Agua de vida
En el primer capítulo el agua es tratada desde las perspectivas natural y antropológica, con su referencia en la mitología clásica, su servicio en la limpieza corporal, los recursos hidrológicos, la ingeniería hidráulica o los recipientes domésticos de barro y cristal para contenerla. Es un capítulo “de carácter previo, no estrictamente teológico”, y destaca la importancia del agua para el paisaje y para disciplinas como la mitología o la filosofía, según Rivera. Se encuentra en el espacio anterior a la portada de la Majestad, en la colegiata.
Preparando caminos
El segundo capítulo muestra el agua en la creación y en la historia de la salvación, desde los orígenes hasta la figura de Juan Bautista, el Precursor. Siguiendo cronológicamente los textos bíblicos, se van mostrando acontecimientos y personajes del Antiguo Testamento, “a través de los cuales Dios fue anunciando de forma progresiva su voluntad salvífica y el significado de la gracia del bautismo”.
Los cielos se abrieron
En la tercera etapa se aborda la figura de Juan Bautista, con el que se cierra el ciclo profético del Antiguo Testamento, actualizándose, “y se abren los tiempos mesiánicos, pues Jesús estaba ya próximo”. Juan como gozne entre el Antiguo y el Nuevo Testamento, de quien el comisario de la muestra recuerda las palabras que se le atribuyen: “Yo os bautizo con agua para arrepentimiento, pero el que viene detrás de mí es más poderoso que yo (…). Él os bautizará con el Espíritu Santo y con fuego”.
Cristo, fuente de agua viva
El cuarto capítulo se centra en la relación de Cristo con el agua, “pasando por su infancia, su ministerio público y su misterio pascual”. En él se recogen, entre otros, temas como la vocación de los primeros discípulos junto al mar de Galilea, las bodas de Caná, el encuentro con la samaritana en el pozo de Sicar, la curación de un enfermo en la piscina de Betesda, el lavatorio de los pies, el lavatorio de Pilato, el Calvario… Recuerda que según san Juan, estando crucificado Jesús es lanceado y del costado sale agua. Así, “del mismo modo que la mujer nace del costado de Adán, la Iglesia sale del costado de Cristo en la cruz”. Y es que, “del mismo modo que la sangre hace alusión a la comunión, el agua hace referencia al bautismo”, subraya Rivera.
El bautismo que nos salva
Ya en la iglesia del Santo Sepulcro, el quinto capítulo está dedicado al sacramento del bautismo y a los objetos usados en su celebración litúrgica. Por derivación, también a los objetos relacionados con el agua bendita.
Incluye una pila bautismal, una pila de agua bendita… y diferentes acetres e hisopos, así como vinajeras empleadas en la eucaristía, que portan agua. También diferentes crismeras (elementos en los que se portan óleos).
Renacidos por el agua y el espíritu
El recorrido concluye con los santos, hombres y mujeres que, “nacidos de nuevo por el agua y el espíritu, han sido un fiel testimonio de su vinculación existencial a Cristo, a quien se unieron íntimamente por el sacramento del bautismo”. Más concretamente aquellos santos cuya biografía o patronazgo están relacionados con el agua. Acaba con un Cristo resucitado con las huellas de la pasión, como el costado abierto.
Las sedes de ‘Aqva’
Para el comisario de esta edición de Las Edades es importante que la coherencia del guion y de las obras expuestas se mantenga en relación con el continente. En ese sentido, la colegiata de Toro cumple su función como uno de los edificios más representativos de la diócesis, mientras que la iglesia del Santo Sepulcro también es una buena elección por su carácter espacioso. “Procuramos no enmascarar el edificio en demasía para que el resto de elementos se sigan viendo, como los cuadros o retablos del templo, aunque no se reflejen en el guion”, subraya.
Licenciado en Estudios Escolásticos y en Historia del Arte, José Ángel Rivera es párroco rural y urbano, presidente del Cabildo de la Catedral de Zamora, delegado para el Patrimonio y la Cultura de la diócesis y director del Museo Catedralicio y del Museo de la Diócesis. Autor de diferentes libros y estudios, recuerda que Las Edades “son una muestra de arte, pero el arte es mediación plástica de la fe”. Por lo tanto, “no es arte por el arte; es arte puesto al servicio de un mensaje, que el visitante capta”. Porque Las Edades nacieron “como un proyecto para dar a conocer el arte, con un valor catequético para el creyente y evangelizador para el no creyente”, recalca.
