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Patrimonio y procesos de la arqueología

Rafael Varón. ArkeoClio

Ustedes no lo saben, pero detrás de estos ladrillos que les largo hay un trabajo oculto del redactor jefe de esta revista. Un mes y medio antes de que salga de la rotativa hablamos de posibles temas del interés de ustedes. Él propone y yo contraoferto llevando el texto a terrenos que me son conocidos. Otra cosa es que acertemos con cuestiones de su gusto o que este que teclea consiga un escrito aceptable.

Rafa Varón, arqueólogo. Ondare Babesa.
Rafa Varón, arqueólogo. ArkeoClio

Es el caso, me pide el jefe que les cuente cómo es el proceso completo de una actuación arqueológica, desde que se descubren las primeras ‘piedras’ hasta que las visitas llegan al flamante centro de interpretación, o se plantan delante de la vitrina de un museo. Y la excusa para esto es el aniversario del descubrimiento de ese fantástico lugar que es la Villa Romana de La Olmeda por parte de Javier Cortes.

Y son dos situaciones totalmente distintas. Con una Castilla y León totalmente distinta, que ha aprendido muchísimo de, y desde, aquel tremendo hallazgo y de la no menos tremenda sagacidad de su descubridor y gestor.

Gestionar el patrimonio

Las cosas han cambiado un poco, decimos. Los hallazgos casuales lo son cada vez menos porque la investigación y las necesidades de una gestión eficaz del patrimonio son cada vez mayores. En los últimos 30 años, apoyados en los hombros de los gigantes que nos precedieron, hemos mejorado las estrategias de estudio previo, la comunicación con las administraciones responsables y, entre todos, hemos mejorado la sensibilidad del público hacia el patrimonio.

En este último aspecto hay que felicitarse porque cada vez son más las personas que asumen que son los albaceas de los restos materiales e inmateriales del pasado y que se los deben ceder, mejorados, a sus nietas y nietos. Vamos, que las piedras y las danzas son un valor a proteger, estudiar y legar al futuro.


«Las cosas han cambiado un poco, decimos. Los hallazgos casuales lo son cada vez menos porque la investigación y las necesidades de una gestión eficaz del patrimonio son cada vez mayores»


Esto no impide que, de vez en cuando, todavía suframos episodios de ignorancia y codicia desmedida que recuerdan a ‘El Tesoro’ de Miguel Delibes (lectura que les recomiendo vivamente).

Pero me desvío del tema. El ‘descubrimiento’ de un yacimiento arqueológico suele venir precedido de un abundante trabajo de gabinete que incluye, necesariamente, la búsqueda de recursos económicos y humanos. Hoy sondeamos desde el despacho la mucha información disponible que hemos generado en el pasado, bien en forma de archivos escritos, trabajos de los tratadistas de los siglos XVIII y XIX, de los pioneros del XX, fotografías aéreas, de satélite, etcétera. arqueologia la olmeda

Actualizada esta labor previa hay que redactar y tramitar ante la Administración responsable el proyecto de actuación que nos permita reconocer en el terreno posibles restos arqueológicos, estén estos soterrados o se eleven sobre la superficie en forma de molinos, fábricas u otras construcciones y actividades que hemos ido añadiendo a la lista de elementos materiales que se pueden historiar a través de la arqueología.

Los resultados positivos pueden conllevar, o no, una excavación arqueológica, en la que se invierten, nuevamente, tiempos y recursos económicos y humanos que comienzan antes de mover la tierra y que terminan mucho después del esfuerzo de mover el terreno. Esa es la parte fácil. La parte compleja es la laboriosa elaboración de informes y literatura a partir de los restos y los materiales exhumados.

Comprender lo realizado

Estas actividades incluyen tareas gratas e ingratas: acondicionamiento, siglado -dejándote los ojos escribiendo sobre las piezas su código de identificación-, inventariado, embalado, dibujo, catalogación y entrega en su centro de depósito. Paralelamente se redactan informes para la administración, memorias de actuación, artículos científicos y literatura histórico-arqueológica, que permiten comprender mejor lo realizado y quiénes fueron las personas que están detrás de esas ruinas de un campamento romano, de un hogar prehistórico o de una tenería.

En todo este proceso, si nos dejan, hemos invertido también muchas horas en divulgar los resultados con visitas guiadas, charlas, conferencias, atención al público que se acerca hasta nosotros y cualquier otra forma de hacer comprender nuestro trabajo y nuestro patrimonio a sus dueños legítimos: ustedes.


«Este trabajo que aquí describimos no es un gasto, sino una inversión. La dedicación de tiempos y dineros a este patrimonio revierte sobre toda la sociedad»


Es posible, y no siempre sucede, que los restos puestos a la vista tengan un valor patrimonial muy importante. Eso puede conllevar su nuevo enterramiento para salvaguardar su interés –no se estropea lo que no se toca- o, en un número pequeño de casos, su puesta en valor mediante distintos tipos de musealización que suponen inversiones más o menos grandes, pero todas importantes.

Ello es aplicable tanto a las que acarrean la construcción de un edificio nuevo con todas las tecnologías disponibles para la difusión, como los pequeños carteles que nos informan de que en ese punto se desarrolló una historia humana que nos ayuda a entender cómo es la sociedad actual.

Creo firmemente, además, que este trabajo que aquí describimos no es un gasto, sino una inversión. La dedicación de tiempos y dineros a este patrimonio revierte sobre toda la sociedad. A veces ‘solo’ en forma de conocimiento que nos permite comprender nuestro pasado, entender el presente y preparar el futuro.

Otras veces tiene un valor añadido, que se puede medir en dinero, en visitantes, en atracción a territorios que tienen menos recursos económicos. Pero también se puede medir en felicidad de la gente que está en el entorno de un museo o de un centro de interpretación, de un yacimiento o un monumento.

Arqueología y más

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