Ricardo Ortega
El río Duero gana en mansedumbre cuando se asienta en la meseta y se va adentrando en las Tierras del Burgo. Los suelos son aún especialmente rojizos y desde múltiples cerros nos sentimos observados por fortalezas medievales y atalayas árabes, testigos de un tiempo en el que este cauce era frontera entre los reinos musulmanes y cristianos.
El mapa de este territorio está plagado de hitos que nos recuerdan su carácter histórico. Un territorio de leyenda por el que pasan la Ruta de la Lana y el Camino del Cid. También es un buen marco para estudiar la evolución del románico al gótico; tan solo doce kilómetros separan a la catedral gótica de El Burgo de Osma de las joyas románicas de San Esteban de Gormaz: las iglesias de Nuestra Señora del Rivero y San Miguel.
El Burgo de Osma ejerce de capital de la comarca. Sus murallas y sus templos la convierten en un atractivo turístico de primer orden. Casi tanto como las Jornadas de la Matanza del Virrey Palafox o el afamado balneario, basado en las aguas mineromedicinales y termales del Manantial de Santa Catalina.
Antes de sumergirse en su callejero conviene estudiar el mapa para comprender la organización de la trama urbana. El casco urbano es la suma de dos núcleos: la Ciudad de Osma es el núcleo histórico altomedieval, mientras que El Burgo de Osma es la villa aledaña, declarada Villa de Interés Turístico en 1962. Osma, por cierto, es la evolución del nombre de Uxama Argaela, la ciudad celtíbero-romana que ocupaba el vecino cerro del Castro.
Hechas las presentaciones, podemos caminar hasta la Catedral de Santa María de la Asunción, erigida sobre la primitiva románica, de la que se conservan la sala capitular y algunos lienzos. En su interior alberga un beato escrito por el clérigo Pedro, que contiene un mapamundi con datos sobre la geografía espiritual de la época. Asimismo, en la Plaza Mayor también se encuentra el Antiguo Hospital de San Agustín, construido a finales del siglo XVII y que en la actualidad acoge el Centro Cultural de la Villa. Por cierto, esta plaza está en el mismo centro de la localidad y es uno de los mejores ejemplos de plaza castellana que se pueden contemplar.
En cierto modo, San Esteban de Gormaz ejerce de complemento a la visita anterior. Hay que visitar su castillo, baluarte árabe erigido en el siglo IX para defender este núcleo de población, frontera y campo de batalla durante dos siglos en la Edad Media.
De su arquitectura religiosa destaca la iglesia de Nuestra Señora del Rivero, o simplemente el Rivero, edificada sobre un altozano y rodeada por el antiguo cementerio. La iglesia ha sufrido diversas reformas y ampliaciones, como la sacristía, el camarín, la capilla y el campanario.
Aunque el interior de la fábrica se encuentra vacío, allí mismo se puede contratar una visita guiada, que arrojará luz sobre muchos detalles que permanecen casi escondidos. Del exterior destaca el pórtico, que sigue en todos los detalles la estructura de la vecina San Miguel, el ejemplo más antiguo, de los que se conservan, del románico soriano. También es uno de los monumentos de mayor participación musulmana.
La construcción es de mampostería, si bien con sillería en los cantos, incluida una sorprendente estela romana. Destaca también su galería porticada, apoyada en columnas cuyos capiteles se hallan decorados exóticamente. Lope de Vega dedicó a los capiteles de la iglesia de San Miguel una estrofa de ‘El sastre de Campillo’. Una prueba más de que estamos en una tierra de una riqueza insólita.
