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Los castillos imprimen la marca de Valladolid

La sucesión de fortalezas dibuja la antigua frontera entre León y Castilla. Las reformas arquitectónicas introducidas por Enrique IV en el siglo XV dieron lugar a un estilo característico: la Escuela de Valladolid

La silueta pétrea de los castillos demuestra que en el paisaje de Valladolid no pasa el tiempo, le aporta parte de su personalidad y recuerda su condición de frontera en aquellos tiempos en que la existencia de provincias no podía ni soñarse.

El profuso empleo de estas fortalezas en los enfrentamientos entre reinos, y después entre señores, así como las reformas arquitectónicas introducidas por Enrique IV a mediados del siglo XV dieron lugar a un estilo característico: la llamada Escuela de Valladolid.

Los castillos de Portillo y Medina del Campo fueron imitados por los de Torrelobatón, Peñafiel y Fuensaldaña, con sus entradas por el puente levadizo, sus accesos con pasillo en doble codo y sus celdas intramuros.

Nobles y letrados enriquecidos, frecuentemente de origen judeoconverso o humilde, adquieren señoríos y levantan castillos residenciales, que reproducen a escala los grandes modelos: en la planta cuadrada se alza la poderosa torre del homenaje de interior palacial. Son edificaciones de aspecto sólido y majestuoso.

Interiormente imitan la estructura de los palacios urbanos vallisoletanos, con suntuosos patios porticados, en torno a los cuales se articulan ordenadamente estancias residenciales, almacenes, cuadras y dependencias para el servicio.

La importancia histórica de estos colosos de piedra llevaron a la Diputación de Valladolid a proponer una guía un recorrido por dieciocho fortalezas emblemáticas, que fueron escenario de algunos de importantes episodios históricos, y que ejemplifican el proceso de repoblación y de desarrollo de villas y ciudades.

Baluarte de la frontera

La fortaleza de Tordehumos, baluarte de la frontera entre León y Castilla; el cercano castillo-palacio de los Quijada en Villagarcía de Campos, donde pasó su infancia el futuro vencedor de Lepanto, don Juan de Austria.

Las fortificaciones erigidas en la línea defensiva de los Montes Torozos: Villavellid, Urueña, Torrelobatón, Tiedra, Simancas y Mota del Marqués, en sus estribaciones occidentales. Fuensaldaña, Montealegre, Trigueros del Valle y Villalba de los Alcores, en el oriente de los páramos elevados.

Las fortalezas imponentes de Tierra de Pinares: el castillo de los condes de Miranda en Íscar, el de Portillo y el de la Mota en Medina del Campo, cuya barrera exterior, con cubos cilíndricos y galerías subterráneas, fue la más avanzada de su época.

Los castillos-palacio erigidos en el valle del Esgueva durante el siglo XV, por don Diego de Zúñiga en Encinas de Esgueva, y por orden de Garci Franco de Toledo en Villafuerte. Y el imponente castillo de Peñafiel, del que fue señor el infante poeta don Juan Manuel, sobrino de Alfonso X el Sabio y autor de El Conde Lucanor.

Un museo al aire libre

Nuestro viaje al pasado encontrará la cálida acogida de villas y ciudades que han preservado su herencia para ofrecernos lo mejor de sí mismas a través de sus tradiciones, su riqueza gastronómica y enológica, su folclore, su artesanía… en un entorno singular y diverso que constituye un museo al aire libre de la historia.

Podremos ser privilegiados testigos del pasado a través de las recreaciones de episodios históricos en el asalto al castillo de Trigueros, la conmemoración de la llegada de Juana I a Tordesillas, el legendario Requerimiento de las siete doncellas en Simancas, el Encuentro con el Medievo en Tiedra, la Semana Comunera en Torrelobatón o las visitas teatralizadas al castillo de Íscar.

También podremos relajarnos bajo las estrellas en los antiguos patios palaciales si asistimos a las Veladas Musicales que se han celebrado durante varios veranos, y que regresarán cuando finalice la pandemia.

Los Torozos

Entre Tierra de Campos y el límite meridional que dibujan el Pisuerga y el Duero, que recibe sus aguas cerca de Simancas, se extienden los Montes Torozos. Páramos calizos salpicados de manchas boscosas y rodeados por pueblos y villas que han conservado la memoria de su historia.

Habitados desde la Edad de Hierro, dieron cobijo a las legiones romanas; durante la llamada Reconquista fueron escenario de cruentas batallas y acogieron a los pobladores procedentes del norte que se agrupaban bajo la protección de nobles señores, al abrigo de los castillos que jalonaban estratégicamente el territorio.

La revuelta comunera

Construidos frecuentemente sobre fortalezas preexistentes, los castillos trazaron una línea defensiva en el borde del páramo cuyas huellas han llegado hasta nuestros días. Hasta que los Reyes Católicos consolidaron la unión de sus reinos (1492), los enfrentamientos fronterizos entre ambos fueron constantes: castillos y fortalezas iban cambiando de dueño mientras se escribía la historia con los episodios vividos entre sus gruesos muros.

Los Torozos también constituyeron uno de los principales escenarios de la Guerra de las Comunidades (1520-1522), siendo Villalar de los Comuneros el lugar histórico donde un 23 de abril fueron ajusticiados sus líderes. Una fecha recordada cada año en la fiesta de la comunidad autónoma. Patrimonio que es historia.

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