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San Juan de la Cruz, la esencia mística que sigue vigente en Fontiveros

La localidad de la Moraña, en Ávila, recibe a lo largo de todo el año decenas de visitas para conocer dónde nació el poeta del Renacimiento. Las alusiones a esta referencia de la literatura son continuas en cada calle de la localidad, que sigue honrando su obra

«Villa de la Poesía”, reza bajo el cartel indicativo con el nombre de la localidad, en la carretera. Se puede leer o no según la velocidad a la que se circule. Fontiveros, en el páramo abulense, apenas ofrece ahora una perspectiva que satisfaga a primera vista las expectativas del visitante que acude ilusionado a la localidad donde nació en junio de 1542 san Juan de la Cruz, uno de los mayores exponentes de la mística española y también de la poesía jamás escrita en lengua castellana. El pequeño teso -según desde dónde se observe- en el que se ubica el caserío apenas deja opción a una panorámica con ventaja. Además, un desguace de coches y pabellones metálicos rodean la villa para desencantar a cualquiera repleto de ilusión por llegar, a pesar de que sea la cuna del creador de algunas de las poesías más bellas. Pero los valores están dentro, en el acervo de este pueblo de la Moraña y de sus habitantes.

Las referencias son continuas a la figura emblemática de Fontiveros, aunque las señalizaciones ya incorporan cierta decadencia con el paso del tiempo. Hay esculturas y homenajes que guardan poca coherencia, que parecen hechos solo a golpe del impulso del talonario. Los movimientos de tierra y el acondicionamiento para recuperar la laguna cenagosa, en la que supuestamente cayó el místico cuando era un crío, presenta un aspecto desangelado cerca de los pabellones a pesar de los esfuerzos para darle brillo. Las anátidas allí soltadas tampoco encajan.

A pesar de todo es un lugar casi obligado de visita para muchos. ‘Vienen autobuses… Sobre todo en invierno”, asegura el hombre que atiende la barra en el bar Morán, que está casi oculto de la carretera por la gasolinera. Todos saben de su paisano ejemplar y están orgullosos de él. Admiradores del santo para el que la obra literaria fue una actividad secundaria y grupos de personas mayores capaces de apuntarse a un bombardeo se detienen en la localidad de la Moraña, no lejos de Arévalo ni de Madrigal de las Altas Torres o Peñaranda de Bracamonte. Dista 45 kilómetros de Ávila y 65 a Salamanca.

Con un posible asentamiento celtíbero y, seguro, posterior de los romanos ya existía el núcleo de población en el año 1116, como lo demuestra la historia de un reto de Blasco Jimeno al rey Alonso I camino de Zamora.

La iglesia parroquial de San Cipriano, cuya torre del campanario luce el cartel del cuadringentésimo septuagésimo quinto aniversario del nacimiento del poeta místico celebrado en 2017, es considerada como la iglesia mudéjar más grande de la Moraña con algo más de 56 metros de longitud interior y 24 metros de anchura. Dan paso a ella dos portadas mudéjares de arcos apuntados situadas al norte y al sur. Incluye dos épocas en cuanto a su arquitectura: mudéjar, que data de los siglos XIII-XIV y gótico decadente, del s. XVI.

La casa natal de san Juan de la Cruz se terminó de construir en 1873 sobre donde el había nacido más de tres siglos antes. La capilla forma parte del conjunto monacal que compone ahora el inmueble. El retablo Mayor es barroco, con una talla de Gregorio Hernández. Hay una pequeña figura del santo, que pudiera ser de un verdadero retrato del místico. Se conserva el coro conventual, el antiguo cementerio y el oratorio de los frailes.

Actividad menor

En un espacio preferente de la plaza San Juan de la Cruz se ubica la estatua de homenaje, obra del escultor Ricardo Font. Se hizo por suscripción popular en 1928. Es en bronce sobre pedestal de granito. Aparece un águila en bronce, símbolo de la orden carmelitana y la frase: “Señor, padecer y ser despreciado por Vos”. Cerca de la figura se sientan a la sombra algunos visitantes y lugareños a leer el periódico y descansar.

El vínculo es tal que Fontiveros celebra la festividad de San Juan de la Cruz y el día de La Lengua Hispana cada 14 de diciembre, con procesión por las calles de la población y recital poético en su honor por la Academia de Juglares de Fontiveros ‘Solar de la Poesía’. Además de celebraciones religiosas y poéticas, los asistentes se juntan alrededor de la mesa para degustar el cocido sanjuaniego. Lleva como ingredientes garbanzos, carne de ternera, tocino, pollo, chorizo, morcilla, huesos, zanahoria, puerros, patata y repollo, entre otros.

La obra literaria del genio del Renacimiento apenas tuvo la extensión que pudiera haber sido, a pesar de su enorme calado. No era escribir una actividad a la que san Juan de la Cruz le diera casi importancia. Dedicó a la pluma momentos de desocupación. ‘Noche oscura’ y ‘Subida al Monte Carmelo’ quedaron sin acabar. El monje parecía dar por hecho que el silencio y la oración desvelarían lo que él deja sin rematar a juzgar por los finales bruscos de los textos aparentemente inconclusos sobre el encuentro místico y amoroso con el amado.

A la vida en comunidad, los trabajos manuales de construcción y limpieza y a la dirección espiritual de varias carmelitas le daba más relevancia que a escribir, a pesar de que sus poemas conservan hoy una personalidad única, que despierta todavía interés en culturas de todo el mundo. El lenguaje que emplea es directo e incluso moderno, denota sensibilidad extraordinaria y parece consecuencia natural de la profundidad de su espíritu; de un encuentro místico transformador. Las estrofas son la invitación individual a asomarse a la experiencia de Dios, desde la soledad y también desde la belleza de la naturaleza. Las explicaciones en prosa ayudan algo a entender su fuerza, pero la inteligencia no puede abarcar el impulso emocional de las canciones poéticas. Todo ello sigue en plena vigencia, y se origino en el humilde pueblo de Fontiveros hace cerca de 500 años.

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