Alguien definió al misticismo como un tipo de experiencia en la que se alcanza el máximo grado de unión entre la mente y lo sagrado, lo natural, lo cósmico. Estamos en Castilla y León y es lógico identificar este fenómeno con escritores de la talla de Teresa de Jesús o Juan de la Cruz, aunque el misticismo va mucho, muchísimo más allá del catolicismo.
Cruza los límites del cristianismo para extenderse por otras religiones monoteístas (zoroastrismo, judaísmo, islam…) y llegar hasta cosmovisiones politeístas (como en el caso del hinduismo), e incluso se da en religiones en las que ni siquiera los dioses son necesarios, como el budismo el taoísmo. Por haber, hubo incluso místicos paganos.
Lo que está claro es que esta realidad supone un grado máximo de perfección y conocimiento, la unión entre el ser humano y la tierra, y mucho de ello se puede aprender en el Centro de Interpretacion del Misticismo, en Ávila.
Dicen los escépticos que estos fenómenos son consecuencia del empleo de sustancias psicotrópicas; marihuana en el caso de los rastafaris o el cornezuelo del centeno en el cristianismo más primitivo. O fruto de problemas psicológicos, como en el caso -apuntan- de Teresa de Jesús.
En esta revista no nos interesan tanto las cuestiones médicas como los versos, rebosantes de amor, de la abulense o de Juan de la Cruz. En muchas ocasiones volveremos sobre ello.
Texto: Ricardo Ortega
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