La comarca amparada por la DO Rueda no solo sabe de vino. Su paisaje llano y pedregoso también acoge proyectos empresariales que son al mismo tiempo una historia de amor entre el ser humano y la tierra.
Es el caso de la quesería Campoveja, cuyos orígenes se remontan a 1952, cuando el abuelo Félix se inició en el mundo quesero tras años dedicados al pan. A día de hoy la compañía sigue manteniendo la misma receta y la misma elaboración artesana que entonces.
Son quesos elaborados con leche cruda de oveja, cuajo natural y, decíamos, mucho amor. Maduran sobre tabla de madera como antiguamente, método que ha desaparecido en la mayoría de las queserías. En realidad es una mala noticia, dado que la madera ayuda a regular la humedad y los mohos, camemberti y roqueforti, tan importantes para hacer una corteza natural que proteja el interior del queso y le aporte los aromas que le confieren una personalidad única.
El envejecimiento se produce en cueva subterránea, manteniendo una humedad y temperatura naturales, y haciendo del queso Campoveja un queso de tradición artesana.
Para los responsables de Campoveja, los productos que salen de la fábrica “son como un artista, un cantante o un escritor. Sus cuadros, canciones o novelas nos cuentan una historia, pero nos la cuentan como ellos la ven, la entienden, la sienten… es decir, de forma única. Sin su personalidad, esa obra no existiría”.
De este modo, “Campoveja es el resultado de nuestras personalidades, de nuestras circunstancias y de nuestras vidas”.
Con todo, “no es menos cierto que desarrollamos nuestro particular ‘I+D P’, investigación y desarrollo personal.
I+D que muestra «nuestra manera de ver, sentir y vivir el mundo del queso y que como resultado nos aporta quesos nuevos como el trufado, o el ahumado Campoveja (mejor queso ahumado en el concurso internacional de quesos de 2012), o como el CCL (Campoveja corteza lavada), un queso extremadamente particular con lavado de cuajada, lavado de corteza”. Quesos diferentes, únicos, de autor.
