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Bucear en la intrahistoria gracias a los fogones

La información guardada en los archivos sobre lo que compraban y comían los monarcas permite acceder a una valiosísima información sobre la vida diaria en la Corte del XVI. Julio Valles ha dedicado años de estudio a un aspecto que suelen descuidar los historiadores

Ricardo Ortega

Tanto los libros de texto como los redactados por los grandes investigadores de la historia dedican su atención a las guerras que siempre han asolado Europa y el mundo, y como mucho se acercan a describir la vida cotidiana de la Corte con motivo de la firma de un tratado o la celebración de una boda real. Existe, sin embargo, una amplia documentación a disposición de los estudiosos que ofrece valiosísimos detalles sobre la vida cotidiana de los monarcas y de quienes los acompañaban. Incluso esa información nos acerca de forma sorprendente a la vida de las personas anónimas, que nacían, vivían y morían en la misma ciudad o el mismo pueblo y que formaban ese decorado que sustenta la historia más visible; la intrahistoria. Como señala el investigador Julio Valles, “las hambrunas de la época de Felipe II afectaban más a las personas que la épica batalla de San Quintín o la Paz de los Pirineos”.

Sobre lo que comían y bebían Carlos V o Felipe II existe abundante documentación en la que apenas bucea el historiador convencional. Muy cerca de Valladolid, en el Archivo de Simancas consta registrado lo que Felipe II comió a diario a lo largo de 14 años, ya que se apuntaban todas las compras de su casa. En una anotación al azar se encuentra una lista de la compra que incluye un gallo capón, tres gallinas, pan, huevos para hacer torrijas, leche para elaborar un potaje, aceite para alimentar al perro del rey… Esta forma de abordar la historia deja a la luz “cantidad de ideas equivocadas que existen sobre personajes como Felipe II o su padre”. Ambos estaban afectados por el mal de gota, “pero la gran diferencia entre ambos es que Carlos V provocaba esa gota con la comida y la bebida, sobre todo con lo segundo; de hecho, cuando se retira a Yuste, una tercera parte de su séquito son elaboradores de cerveza”, señala.Felipe II

Por el contrario, Felipe II era un hombre muy religioso y deseaba cumplir con los preceptos de los ‘días de pescado’, que eran todos lo viernes y todas las vísperas de las fiestas de guardar (lo que incluye los sábados), así como las vísperas de las cuatro pascuas del año y el periodo completo de la Cuaresma. Todo ello sumaba más de 125 días al año en que se debía comer pescado.

Este monarca era víctima de la contradicción entre la religiosidad y su aversión por el pescado, fruto de una intoxicación -quién sabe si por salmonelosis o anisakis- cuando era niño. Al mismo tiempo, comía mucha fruta, pero poca verdura, lo que agravaba el problema de la gota.

En opinión de Valles, no se puede considerar a Felipe II un gran comedor, “y sin embargo llega a tener en palacio más de 1.500 sirvientes para los llamados ‘oficios de boca’, entre los que cabe señalar los de cocinero, bodeguero, panadero, furriel y trinchador”, como se denominaba al encargado de cortar las viandas y probarlas para prevenir la existencia de veneno.

[…]

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