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Al paso de la corriente en Burgos

Fotografías: Alfredo Allende

El sendero de gran recorrido GR-99 (Camino del Ebro) recorre la ribera del río desde su nacimiento hasta la desembocadura.

El itinerario, perfectamente señalizado, atraviesa hermosos parajes del norte de la provincia de Burgos.

El caminante se encuentra a lo largo de las etapas con espectaculares cañones, pueblos repletos de un rico patrimonio y diversidad de fauna y flora

Otoño. Temperaturas suaves y una naturaleza que hace los preparativos para la parada invernal. El paisaje se tiñe de colores que cambian cada día. Posiblemente, la mejor época para disfrutar de una buena caminata. El Camino del Ebro (GR-99) aúna todos los atractivos que el senderista puede desear para disfrutar de una jornada -o de varias- recorriendo parajes en un entorno natural privilegiado. Y visitando pequeños pueblos, pletóricos de encanto, que todavía conservan una riqueza arquitectónica propia de épocas más gloriosas. Incluso localidades más grandes.

El trazado está perfectamente señalizado y dividido en etapas, de manera que planificar cada salida es muy fácil. Son itinerarios que pueden completarse o no según la propuesta oficial que se encuentra tanto en la web de la Confederación Hidrográfica del Ebro como en el espacio que el Magrama dedica a los caminos naturales que este ministerio ha promovido y equipado. El norte de Burgos es el territorio de la comunidad que más se beneficia del discurrir del río. Se trata de trazados que cunden tanto -según los tramos y cómo se personalicen- para experimentados senderistas acostumbrados a devorar kilómetros como para dar un agradable paseo con niños pequeños.

El Ebro entra en la comunidad a través del municipio de Berzosilla (un enclave palentino entre Burgos y Cantabria), lo que supone un paso efímero por la provincia de Palencia, para atravesar poco después tierras burgalesas antes de hacerse alavés. Cruza Miranda de Ebro (Burgos) y se interna en La Rioja. Entiende poco de fronteras administrativas, de manera que entra y sale de provincias y comunidades de manera indiscriminada, siempre con la mirada puesta en su destino final en el Mediterráneo. Nace cerca del Cantábrico, pero prefiere recorrer más de 900 kilómetros para entregar sus aguas al Mare Nostrum.

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Por Orbaneja del Castillo

Es en la cuarta etapa cuando el GR-99 se interna de lleno en Castilla y León. La entrada no puede ser más espectacular. Finaliza en la localidad de Orbaneja del Castillo, un lugar de cuento, con el caudal que nace en la Cueva del Agua atravesando el caserío para precipitarse poco después en una hermosa cascada, a escasos metros del propio Ebro. Los farallones calizos colonizados por los buitres formas caprichosas formas, algunas con aspecto de animales perfectamente reconocibles. Es fácil para el visitante reconocer los camellos que acercan sus cabezas como si se besaran. El roquedo asemeja el castillo que da nombre a la localidad, que cuenta con una iglesia románica.

A pocos kilómetros, el Rudrón se une al despliegue de paisajes agrestes que la naturaleza regala al caminante. De corto recorrido, con aguas cristalinas en las que la trucha, el martín pescador y el desmán ibérico han encontrado su hábitat ideal, corre alegre al encuentro del Ebro. Las pasarelas que lo vadean en localidades como San Felices del Rudrón o Covanera tienen un encanto singular. En esta última se halla, además, el Pozo Azul; la cavidad subacuática de mayor longitud en España, que aún no se ha podido explorar en su totalidad. Valdelateja es el último pueblo, a la entrada del Cañón del Ebro, por el que discurre el Rudrón. La ermita de Santa Centola y Elena lo despide desde el altiplano en el que se ubica. La arquitectura popular de Valdelateja, con un casco urbano de construcciones de piedra ejemplarmente conservadas, bien merece la visita.

Es el inicio de uno de los tramos más populares de los parajes que baña el Ebro: su cañón por excelencia. El sendero que salva la distancia entre Valdelateja y Pesquera de Ebro -bien siguiendo el curso del río junto al agua o el que recorre la paramera, por la parte superior del acantilado y que atraviesa Cortiguera- es con toda seguridad el más concurrido. No podía ser de otra forma. En ambos casos se trata de un paisaje que cala en lo más profundo del visitante.

Palacios de hidalgos

El puente medieval, con la ermita barroca de San Antonio en la margen derecha da acceso a Pesquera de Ebro. Aquí conviene detenerse un rato para callejear con calma. El primer documento de Pesquera data de 941, aunque todo apunta a que ya estaría habitada en el siglo IX. Vivió su mejor época entre los siglos XVII y XVIII, cuando sus habitantes eran en su mayoría hidalgos. Muestra de ello son sus palacios y casonas blasonadas. Pesquera de Ebro es uno de los pueblos con mayor densidad de escudos nobiliarios de Burgos. En uno de ellos aún se puede leer ‘Jesús María. Esta es casa de placer y a la gente da alegría. Ave María. Año 1712’. La duda es si el edifico era un prostíbulo o solo una villa de descanso. Además, es fácil encontrar muestras de arquitectura popular montañesa.

Una vez que abandona Pesquera, el Ebro se dirige hacia el Valle de Manzanedo. Atraviesa el estrecho de las Calzadas, deja atrás Villanueva Rampalay, Tubilleja, Tudanca y se adentra en el cañón de los Tornos para pasar por Cidad de Ebro. Casonas de piedra, blasones y las ruinas de dos molinos lo reciben. Desde un crucero del siglo XVII, se baja al puente medieval de pilastrones para compartir el GR-85 (Ruta de los Sentidos) en dirección hacia Manzanedillo. Poco después, Manzanedo es un lugar para saborear con calma la arquitectura popular observando los balcones y solanas de las casas, las pequeñas ventanas y las fachadas con accesos en arcos de medio punto.

En el descanso de una ladera, muy cerca del río, los restos del monasterio cisterciense de Santa María de Rioseco otean el paso del agua. Es posible visitar este impresionante espacio que fue expoliado sin contemplaciones, y cuya recuperación -aún en ciernes- impulsó un grupo de vecinos y voluntarios.

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Valle de Valdivielso, con la sierra de la Tesla al fondo.

Cruce de caminos

Una vez superado el desfiladero de los Hocinos -algunos tramos están equipados con pasarelas sobre el río, colocadas para el GR-99- el itinerario se adentra en el Valle de Valdivielso, con la Sierra de la Tesla a un lado y el puerto de la Mazorra al otro. La iglesia románica de San Pedro de Tejada, en Puentearenas, sirve de referencia para la salida de la octava etapa. Es una de la joyas de este estilo en la comarca de las Merindades. Localidades como Trespaderne quedan atrás hasta alcanzar Frías, con la inconfundible silueta del castillo protegiendo la villa de las casas colgadas. El puente medieval sobre el río Ebro y los molinos harineros denotan la vinculación que siembre han tenido los fredenses con el río.

Después de una fugaz incursión por las tierras alavesas, las aguas regresan a territorio castellanoleonés, en Miranda de Ebro. La ciudad cuenta con atractivos suficientes como para dedicarle al menos unas horas. Su estratégica ubicación como cruce de caminos ha forjado el carácter de la localidad durante siglos. Cuenta con un importante fuero concedido por Alfonso VI en 1099. Su condición de importante enlace ferroviario marcó el desarrollo económico y social durante el siglo pasado. En cuanto a la arquitectura civil cabe destacar el puente de Carlos III (construido en 1777), la casa consistorial (diseñado también por Francisco Alejo de Aranguren), sus casas solariegas (entre las que destaca la Casa de las Cadenas), y el recientemente recuperado teatro Apolo (levantado en 1921).

Parque natural Hoces del Alto Ebro y Rudrón

El parque natural Hoces del Alto Ebro y Rudrón fue incluido en el Plan de Espacios Naturales de Castilla y León en diciembre de 2008. Se trata de un espacio conformado a partir de la influencia en el medio de los ríos Ebro y Rudrón. Este enclave natural goza de una gran variedad de especies forestales distribuidas en forma de extensas masas arbóreas. El parque ocupa 46.373 hectáreas, todas en el noroeste de la provincia de Burgos.

Entre sus ecosistemas cabe señalar sobre todo las magníficas riberas, los variados y bien conservados bosques de encinares, hayedos, sabinares, la vegetación de las pendientes rocosas con abundante matorral, así como los prados de las parameras y algunos humedales. La fauna también se caracteriza por su diversidad.

El cañón horadado por el Ebro y el Rudrón es el atractivo fundamental del parque. El páramo se rompe en los profundos acantilados que ha excavado el agua, dando lugar a caprichosas formas en los roquedos y a fenómenos kársticos como la surgencia del Pozo Azul, la resurgencia del Rudrón en Barrio Panizares y la fuente de Orbaneja.

Todos estos paisajes aparecen descritos en algunos relatos de Miguel Delibes, como sucede en la novela ‘El disputado del señor Cayo’. La versión cinematográfica dirigida por Antonio Giménez Rico también se rodó en estos lugares, con escenas en Cortiguera, Pesquera y Tudanca, entre otros parajes de la comarca.

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