65.000 hectáreas de piornos dan color a los pastizales de montaña del norte de la Sierra de Gredos. Más de 60 puntos de observación habilitados permiten que el visitante disfrute plenamente del espectáculo. Es el momento ideal para el senderismo y las fotos
Amarillo. El paisaje de alta montaña de Castilla y León está pleno de colorido. La transición entre la primavera y el verano es la época en la que más lucen las laderas y planicies, especialmente las ubicadas a mayor altitud. Aquellas en las que el arbolado ya desaparece para dejar paso a los roquedos y a las especies arbustivas más estoicas; las que son capaces de sobrevivir en situaciones de clima extremo, de renacer después de largos periodos bajo el hielo y la nieve, de agarrarse a la vida profundizando sus raíces en un terreno con más piedras que tierra y, también, superando la canícula del verano y una radiación solar implacable. Es el territorio de los brezos, genistas y piornos.
La Sierra de Gredos abulense ofrece en estas fechas una estampa que, a pesar de repetirse un año tras otro, nunca satura. Más de 65.000 hectáreas de monte se cubren casi al mismo tiempo de un amarillo intenso. Son los piornales en flor, de los que en la comarca crece más de una docena de especies distintas. Es un espectáculo que cada temporada atrae a más visitantes; tanto senderistas como cicloturistas y amantes de la fotografía y de la ornitología. Existen más de 60 puntos de observación desde los que contemplar espectaculares panorámicas y tomar imágenes.
Cada momento del día -sobre todo en la salida y la puesta del sol- tiene una luz diferente, que propicia que el paisaje sea distinto sin necesidad de mover los pies del lugar. Basta con buena predisposición y un poco de paciencia para disfrutar de algo que solo la naturaleza en su máximo esplendor es capaz de ofrecer. El granito teñido por los tonos rojizos al empezar y acabar el día y el verde de los pastizales conforman el contraste perfecto.
Como cada año, en la Sierra de Gredos abulense, organizan un Festival del Piorno en Flor. Un concurso de decoración de exteriores, demostraciones de usos tradicionales del piorno, actividades deportivas, rutas de turismo activo y otras actividades contribuyen a que la estancia del visitante en la comarca tenga más alicientes que la ya de por sí adictiva contemplación de los paisajes.
Tiempo de acción
En tan vasta extensión de terreno son muchas las opciones que se le ofrecen al turista que acude a la zona atraído por el reclamo de la floración de los piornos. Hay para todos: para la familia, para los grupos de amigos, para quienes quieren actividad física intensa y para los más cómodos. Y para aquellos que buscan complementar la salida con la gastronomía local, con ampliar sus conocimientos sobre patrimonio o con la etnografía.
Una buena opción -entre otras decenas que son igual de recomendables- es la de acercarse hasta el Puerto del Pico; un paso que conecta el Valle del Tiétar con el del Alberche por la carretera N-502. Es la división natural entre ambas mesetas. Es también un paso natural de la Cañada Real Leonesa Occidental entre la altiplanicie abulense y el las tierras regadas por el Tiétar.
Este antiguo trazado ha sido además calzada romana y ruta de la carretería. Utilizada casi con total seguridad desde tiempos prehistóricos, fue calzada romana que servía para conectar la fortaleza de Abula con el eje vial Emerita Augusta-Complutum- Caesaragusta a la altura de Caesarobriga, comunicando así las dos mesetas. Fue después ruta estratégica de la trashumancia, por donde ha subido y bajado desde la Edad Media -y aún lo hace- el ganado. Comienza en Valverde de Mérida (Badajoz) y termina en Portilla de la Reina (León). Un entorno que ahora está tomado por la fiebre amarilla de Gredos.
Reportaje gráfico, Raúl G. Leralta. Más información en la revista ARGI