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La caza auténtica

Un cazador se prepara para disparar sobre una codorniz en los campos cerealistas de la Bureba, en Burgos. Fotos: A. Allende 

La práctica cinegética genera una actividad económica en la región que oscila, según los diferentes estudios, entre 600 y 800 millones. Los ingresos procedentes de la caza son casi los únicos en muchos municipios de zonas rurales. La hostelería y las empresas vinculadas al
turismo tienen aquí un nicho de negocio que aún no está suficientemente explotado

Más de 8,4 de millones de hectáreas, el 90% del territorio de Castilla y León, son aptas para la actividad cinegética. El 10% de los varones de la comunidad tiene licencia de caza. La Consejería de Medio Ambiente expidió la campaña pasada más de 101.000 licencias. En la región hay diez reservas regionales de caza y cerca de 6.000 cotos privados, además de cuatro cotos regionales y siete zonas de caza controlada.

La caza supone un movimiento económico de entre 600 y 800 millones al año en la comunidad castellanoleonesa, según los diferentes estudios que manejan en la Federación de Caza de Castilla y León. Esta cifra incluye la actividad que genera de manera directa la acción cinegética y su repercusión en otros sectores, como pueden ser la hostelería y el turismo. El montante en España se elevaría hasta 4.500 millones, de manera que solo en la región se mueve aproximadamente una sexta parte del total.

Los datos apuntalan una realidad que es obvia. Referirse a la caza en Castilla y León es hacerlo de una realidad estrechamente vinculada a la esencia rural de la región, a una de las actividades más relevantes en el ámbito económico y el medioambiental. La caza está íntimamente ligada al buen estado general del medio ambiente. En este sentido, la comunidad es una región privilegiada porque, además de ser la más grande de Europa, dispone de un entorno natural diverso y en óptimas condiciones de conservación. “Aquí tenemos la caza verdadera”, afirma tajante el presidente de la Federación de Caza de Castilla y León, Santiago Iturmendi. Y ese es un valor determinante en un sector en el que cada vez abundan más las repoblaciones con especies criadas en granjas, y fincas valladas que limitan el movimiento de los animales, sobre todo en la mitad sur de la Península.

El verdadero cazador persigue la pureza del lance, la pelea con la presa que dispone de todos sus recursos intactos; no es alguien que busca abatir el mayor número de animales sin importarle el cómo.

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La enorme variedad de hábitats con los que cuenta Castilla y León también se pone de manifiesto en el número de especies cinegéticas disponibles. “Burgos es el mejor lugar para cazar codornices, en la Culebra están los ciervos más valorados, en Gredos y Las Batuecas encontramos los machos monteses más cotizados. Castilla y León también es reconocida por la calidad de sus corzos, por ser una de las comunidades en la que más jabalíes se capturan, y porque es donde más becadas se cazan por detrás solo de Baleares”, enumera Iturmendi para resaltar la calidad y cantidad de opciones cinegéticas que ofrece la región.

El representante de los cazadores también destaca el privilegiado entorno en el que el colectivo practica su afición favorita en territorio castellanoleonés. “Disponemos de unos valores medioambientales maravillosos. Tenemos unas reservas que son auténticos monumentos de la naturaleza”, explica. “Las administraciones no valoran lo que supone la caza para las zonas rurales; deberían dedicarle más esfuerzo. Para la mayoría de los pueblos de menos de mil habitantes, el arrendamiento del coto es el ingreso más importante”, señala.

Ya en pleno siglo XXI es la falta de relevo generacional el problema más acuciante para el sector. “Los jóvenes están ligados al asfalto y a las nuevas tecnologías. Son necesarias campañas; no ya para que se hagan cazadores, sino para que conozcan la naturaleza, que nos da lecciones continuamente”, reflexiona Iturmendi.

El 40% son foráneos

Las virtudes de la comunidad en el ámbito cinegético no pasan desapercibidas para los cazadores foráneos. En torno al 40% de las licencias expedidas corresponde a residentes en otras comunidades. Sobre todo, vascos y madrileños. Es esa caza de verdad a la que se refiere el presidente de la Federación la que atrae a los aficionados de otras regiones más humanizadas e industrializadas, en las que el llamado progreso ha mermado sensiblemente sus recursos naturales. Y es que Castilla y León mantiene casi intactos biotopos en ambientes que van desde la alta montaña del Sistema Central hasta los valles cantábricos, de las llanuras cerealistas y los parajes esteparios a las praderías y bosques propios del clima atlántico.

Perdices, liebres y codornices en las zonas cerealistas, becadas en los ambientes boscosos, palomas en las zonas de pase (sin olvidarnos de los conejos, que ponen en peligro muchos cultivos) son las principales especies de caza en la región. Las monterías de jabalí, y los recechos de venados, corzos y macho montés son las actividades con más aceptación en cuanto a caza mayor.

Pero la caza no es solo la captura de animales; tiene aparejado consigo un componente social y económico de primer orden. Luis Chico, presidente de la Federación de Asociaciones Castellano y Leonesas de Turismo Rural (Acaltur), es consciente de que el de los cazadores “es un segmento muy interesante para potenciarlo como nuevo nicho de mercado para las casas de turismo rural. Puede ser una gran fuente de ingresos, porque ya está moviendo mucho dinero”. Chico recalca la conveniencia de que el sector esté atento a todas aquellas “experiencias” que puedan asociarse al turismo rural para aprovechar los rendimientos que traen consigo.

Bien es cierto que la caza no es un ámbito que reparta ingresos de manera igual por todo el territorio. Son las comarcas ricas en caza mayor las que fundamentalmente reciben la visita de cazadores con alto poder adquisitivo, que muchas veces viajan en familia, quienes hacen uso de estos alojamientos. Aquí, los establecimiento ubicados en el entorno de las reservas de caza parten con ventaja. De cualquier manera, el cazador medio siempre es una fuente de ingresos allá por donde va.

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Dos aficionados aguardan la pasa de palomas en el norte de la comunidad.

El museo de la caza

Hace año y medio se inauguraba de manera oficial el Cazario de León en la localidad de La Braña; un centro de interpretación de los recursos naturales y cinegéticos de la comarca leonesa de la Cabrera. Con un edificio de 734 metros cuadrados dividido en dos plantas, en una parcela de 34.200 metros, es un centro de ocio y cultura bajo el denominador común del ámbito de la caza ligada a los importantes recursos naturales, arqueológicos, arquitectónicos y etnográficos de la zona. El propósito de la iniciativa no es otro que el de atraer visitantes a la comarca.

El proyecto ha requerido para su puesta en marcha la inversión de 906.149 euros, de los que el 80% los han aportado la Unión Europea, el Magrama y la Junta de Castilla y León. El resto ha corrido a cargo del promotor, el Ayuntamiento de Encinedo.

Este centro forma parte del proyecto El Anillo de El Cazario, que se completa con otras iniciativas: El botánico de los emigrantes, con especies vegetales y aprovechando las construcciones geológicas de La Cabrera; la existencia en su entorno de viejos núcleos urbanos, -Quintanilla de Losada y Barrio de arriba de Forna-; los monumentos naturales del lago de la Baña y el lago Truchillas; las rutas de la Fervienza y el Faedo, y las Lenguas del Diablo; las explotaciones de pizarra y el proceso de transformación de la roca para su venta; y la agroalimentación y la gastronomía a partir de las piezas de caza. Un buen ejemplo de cómo la caza pùede actuar de dinamizador en el ámbito rural aprovechando todas las sinergias posibles.

Todos los papeles en regla

La vigente Ley de Caza de Castilla y León pretende ordenar y fomentar el ejercicio de la caza inspirándose en el principio de conservación de la naturaleza y en la consideración de la actividad cinegética como dinamizadora de las economías rurales. Cuando el ejercicio del derecho a cazar implique el uso de cualquier tipo de armas, es preciso haber alcanzado la edad establecida para cada caso en la normativa. Los cazadores menores de dieciocho años deberán ir acompañados de otro cazador de mayor edad para cazar con armas autorizadas.

En Castilla y León, el cazador deberá estar en posesión y llevar consigo la siguiente documentación:
– Seguro de responsabilidad civil.
– Licencia de caza válida en vigor.
– Documento acreditativo de su personalidad.
– En el caso de utilizar armas, los permisos y guías requeridos por la legislación vigente.
– Tarjeta de filiación al coto, autorización escrita del titular cinegético, arrendatario o la persona que ostente su representación, salvo que el mismo esté presente durante la acción de cazar.
– Autorización de la Administración en el caso de que la modalidad, período de caza o excepcionalidad de la acción cinegética así se exija legalmente.

La novedad para esta campaña es que los cazadores podrán obtener sus licencias para varias comunidades en un solo trámite. De momento solo servirá para Castilla y León, Asturias, Extremadura y Madrid, aunque pronto se incorporarán al convenio Aragón, Comunidad Valenciana y Galicia. Ahora, el permiso anual costará 70 euros para la caza y 25 euros para la pesca.

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