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La puerta del Duratón

La visita a las hoces del río Duratón comienza en la iglesia de Santiago, en Sepúlveda, que alberga el centro de interpretación de un espacio natural único. La mayor colonia de buitres leonados de Europa es uno de los atractivos de este paisaje rocoso, deslumbrante, que anima a caminar o a practicar deportes acuáticos. Pero no conviene olvidar los valores etnográficos y gastronómicos de esta tierra del nordeste segoviano, que enamora a quien la visita

Las curvas se suceden en el último tramo de carretera antes de llegar a Sepúlveda, cuando el paisaje se torna rocoso y anuncia la sucesión de estampas sublimes, como diseñadas a propósito para regalar una postal al visitante, y no producto del azar. Es casi obligatorio detener el vehículo cuando por fin tenemos a la vista el espectáculo del casco urbano, tan granítico como el entorno en el que esta localidad segoviana se ha desenvuelto desde tiempo prehistórico. Y es que esa imagen, escogida como encabezamiento de esta breve crónica viajera, ha sido tan reproducida que es una de las vistas que casi todo aficionado al turismo rural es capaz de identificar a simple vista.

La otra fotografía registrada en cientos de miles de retinas es la de la plaza de España de la localidad, porticada en parte y enmarcada en uno de sus extremos por los restos de la antigua fortaleza. En este espacio urbano palpita buena parte del día a día de la localidad, pues acoge desde la actividad cultural y comercial hasta el tiempo de ocio de vecinos y visitantes.

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Sepúlveda se encuentra a 55 kilómetros de la capital provincial, distancia suficiente para que su identidad y su condición de reclamo turístico no queden absorbidas por la ciudad del acueducto; más bien al contrario, su conjunto monumental, natural y gastronómico permite al viajero realizar una escapada específica hasta la localidad o -como mínimo- complementar el conocimiento de Segovia con un contrapunto de sosiego y disfrute de la naturaleza.

Sepúlveda corre el riesgo de que el visitante calcule el desplazamiento para llegar justo a comer en uno de sus magníficos figones y después se conforme con hacer la digestión mientras callejea por sus calles empedradas. Por eso es importante destacar la importancia de monumentos como las murallas, el templo románico del Salvador, la iglesia de los Santos Justo y Pastor (que alberga el Museo de los Fueros), San Bartolomé o La Virgen de la Peña, en el extremo norte de la localidad y mirador desde donde se aprecia cómo la localidad es abrazada por el serpenteo del Duratón.

Mención aparte merece la iglesia de Santiago, de una sola nave y ábside mozárabe, que en la actualidad alberga la Casa del Parque de las Hoces del Río Duratón. Este centro de interpretación nos ofrece una visión completa del espacio protegido, y de hecho sus instalaciones son una parada obligada antes de internarse en él. El visitante al aula se sumerge en una aventura donde descubrirá el secreto de la formación del extraordinario paisaje de las hoces, la flora y la fauna de cada uno de los ecosistemas que lo configuran y las huellas del paso del hombre; desde el Paleolítico hasta la actualidad, pasando por romanos, visigodos y árabes, y sin olvidar que el Empecinado luchó contra el ejército francés desde su cobijo en las cuevas del Duratón.

Una bonita imagen del bosque de ribera en otoño da paso a la reproducción de la vega del río. Una joven nutria narra (como guía de excepción) las características de este medio; la disponibilidad de agua y la protección que otorgan las paredes del cañón condicionan la aparición de especies animales y vegetales que difieren de las zonas circundantes. El visitante podrá oír el canto de los pájaros que anidan en sus ramas: chochín, ruiseñor, oropéndola…

Recientemente se ha sabido que la localidad ha sido escogida para sumarse a la asociación ‘Los pueblos más bonitos de España’, lo que permitirá rotular los accesos al casco urbano con la leyenda ‘Uno de los pueblos más bonitos de España’. Sin duda, un reconocimiento merecido.

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