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Para qué ser ‘botanófilo’ en plena era digital

Ana María y Augusto son “botanófilos”. Así se autodefine la pareja que componen Ana María González-Garzo y Augusto Krause. Disfrutan recuperando conocimientos casi olvidados y sacando provecho de ellos, ya sea para alimentos, medicinas o cualquier otro uso. Estos conocimientos los comparten por todos los medios posibles. Su afán es que un saber que ha costado tantos centenares de años alcanzar no se pierda ahora, en gran medida un olvido que sería por los cambios propiciados por los modos de vida.

El segundo tomo de ‘Plantas de Zamora. Historia y Leyenda’ ha sido publicado recientemente. ‘Flora de Castilla y León’ y ‘Plantas silvestres de Castilla y León’ llevan también la firma de Ana y Augusto. Son además coautores junto con el cocinero Miguel Ángel de la Cruz del libro ‘El cocinero recolector y las plantas silvestres’. Su libro más reciente es ‘Plantas cercanas, despensa, botica, enseres y saberes’, con Justino Diez. Con grupos de acción local han publicado también ‘Los guardianes de las semillas’. No es complicado, además, asistir a alguna de sus charlas y recorridos por el campo. La botánica es ahora, y desde hace mucho, el hilo conductor de su vida.

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Llevan siete lustros observando juntos el mundo vegetal. Ana tenía mucha curiosidad por las plantas y en su búsqueda de alguien con quien aprender se topó con Augusto. Ambos han estado muy vinculados al mundo de las artes marciales y son los mismos principios de la filosofía zen, muy implicada en la naturaleza, los que encuentran en la botánica. Son técnicos en naturopatía y herboristería, disciplinas que han pasado de ser una afición a ocupar la mayor parte de su vida en la actualidad.

En la biblioteca que guardan como un tesoro en el domicilio tienen más de 2.200 libros. La recopilación ha sido meticulosa y concienzuda. Tanto que hay ejemplares incluso del siglo XVI. La botánica está recogida en muchas de esas páginas. Alguno trata de la cocina y las plantas silvestres. En los dos volúmenes de ‘Plantas de Zamora. Historia y Leyenda’ se incluye la reseña de 75 plantas. La práctica totalidad se puede encontrar en diferentes comarcas de Castilla y León, pero en las últimas páginas hacen repaso de cuáles son los usos que se ha hecho siempre de ellas en tierras zamoranas. La publicación recopila qué historia tienen diferentes variedades en farmacia, sin olvidar los valores mitológicos.

Y hay otro mensaje fundamental: “Queremos hacer hincapié en el respeto a ese mundo vegetal que tanto necesita el ser humano para la medicina y la alimentación. Procuramos concienciar sobre qué cantidad de plantas es posible recoger sin dañar el medio ambiente y cómo hacerlo”, explican. En el libro están todas clasificadas con su nombre botánico y descripción. No faltan tampoco las denominaciones locales. “El problema es cuando se recolecta de manera indiscriminada o se deja olvidado lo recolectado. O sin tomar las precauciones necesarias”, recalcan. En este sentido citan la moruja (Montia fontana), una planta que crece en fuentes y arroyos de aguas limpias -muy cotizada en los restaurantes por ser superior culinariamente al berro-. La recogida indiscriminada ha propiciado que esta joya gastronómica haya desaparecido de muchos lugares.

“Lo que más nos gusta es salir al campo y mostrarle a quien nos acompaña lo que hay alrededor y para qué sirve. La gente se ha olvidado de muchas cosas. Por ejemplo, de cómo hacer una pomada con las plantas que tiene al lado de su casa…”, lamentan. Este tipo de conocimientos son los que transmiten en las rutas y charlas en las que participan, sobre todo en primavera, organizadas por asociaciones y ayuntamientos.

Las plantas siempre están ahí. Los grandes botánicos siempre eran los médicos en otros tiempos. Este libro es para eso”, justifican. El 25% de los medicamentos son de origen vegetal. El taxol, que se emplea en quimioterapia, viene del tejo.

“Cuando usamos un principio activo hay que dejarlo en manos del experto. Hay que tener cuidado porque hay muchos que son muy venenosos…”, recuerdan. Buen ejemplo de ello es que el farmacéutico de decenios atrás elaboraba las recetas a partir de las plantas siguiendo la fórmula magistral para combatir dolencias y enfermedades. Aún es posible ver en muchas farmacias los frascos y otros recipientes que utilizaban antes para conservar las plantas con las que trabajaban a diario.

La sabiduría popular está de capa caída hasta el punto de que pocos conocemos que la verbena se usaba en tortilla con clara de huevo para los dolores de garganta, reúma y otros muchos. Los curanderos eran famosos en muchas comarcas en las que la población no tenía acceso a la medicina oficial. “Han estado ahí hasta hace poco”, recuerda la botanófila. Casi todo ha cambiado más o menos con el transcurso del tiempo, pero quedan románticos que se resisten a que caigan en el olvido los valores que generaciones y generaciones han ido acumulando. Ana y Agusto son de esa pasta.

Apasionados por un maravilloso mundo vegetal, que investigan y sobre el que recopilan conocimientos que ya atestiguaron otros. Nada es secreto y, convencidos de ello, centran gran parte de su esfuerzo en la divulgación. Gastronomía y medicina están muy ligadas a las plantas. Y Ana María y Augusto, a su vez, muy unidos y, también, comprometidos con el mundo vegetal.

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