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Senderos para interpretar el alma de Cantalejo

Ricardo Ortega

El arenal que cubre buena parte de la Tierra de Pinares segoviana hace que pueda parecer una mala idea hablar aquí de senderismo. Nos enfrentamos a un paisaje blanquecino, llano, sin cerros dignos de tal nombre, y sin embargo Cantalejo ofrece tres rutas diferentes, bautizadas como los ‘Senderos briqueros’.

Para averiguar la razón de esta denominación tendrá el lector que avanzar con paciencia por el reportaje, lo mismo que el caminante está obligado a dar cada paso sin perder de vista las claves para comprender el cómo y el porqué de este territorio, de este bosque. Incluso para desentrañar el nombre de las cosas que encontrará a su paso, vírgenes incluidas.

Las tres rutas son circulares. Comienzan y terminan en el mismo punto: en la calle Arrabal, junto al depósito de agua, en el extremo suroriental del casco urbano cantalejano. La más sencilla, apta para apenas desentumecer los músculos, o para digerir una comida copiosa, es la ruta del Barranco al Pino Padre.

Su duración es de apenas 6,1 kilómetros y se completa en una hora. El tiempo suficiente para hacerse una idea de lo que supone caminar por este suelo de arenas perennes, en gran medida traídas por el viento. También será bastante para contemplar el vasto espacio que se extiende hasta la sierra de Guadarrama, casi al alcance de la mano.

cantalejo-senderos-segoviaLa ruta de la Torreta es de 10,6 kilómetros y la más larga y enjundiosa es, con 15,6 kilómetros, las del Robledo de Aldeonsancho. Y es que su trazado pasa junto al casco urbano de esta pequeña localidad, entidad local menor del ayuntamiento de Cantalejo, y se adentra en un robledo, o robledal, vestigio de la flora leñosa que dominaba el paraje hace más de mil años.

cantalejo-senderos-segoviaA lo largo del recorrido se han colocado tablillas indicadoras con un código de colores, uno por cada una de las tres rutas, además de las aspas pintadas en blanco y amarillo para indicar caminos incorrectos.

Así será difícil perderse, aunque el aficionado al senderismo puede ver en esto tanto una ventaja como una desventaja: cuántos descubrimientos fascinantes habrá realizado la humanidad gracias a un matraz mal lavado, a una curva tomada a destiempo…

Pero regresemos a la senda oficial, la que nos ha traído hasta aquí, para rendirnos ante una biodiversidad milagrosa. Junto a los pinos resineros que hoy dominan el paisaje descubriremos encinas, robles, sabinas, enebros, jaras y retamas, cantuesos o tomillo.

cantalejo-senderos-segoviaEs el momento de destacar el papel fundamental que este bosque ha tenido siempre para los habitantes de la localidad, desde el punto de vista del ocio y las correrías de la infancia pero también desde el económico. Los antiguos conocieron robledales y encinares, especies utilísimas para mil destinos.

Con la corteza de los árboles se curtían las pieles; con los frutos se alimentaba el ganado, e incluso el hombre; la madera era empleada para la construcción de muebles, herramientas, viviendas.

Por todo ello se ha dicho que Cantalejo nació del vientre del bosque. A medida que la criatura crecía el arbolado, como buena madre, disminuía y le entregaba su territorio, aunque al mismo tiempo los vecinos, agradecidos, lo cuidaron durante milenios.

Quizá fue el pueblo celta de los vacceos quien más claro tuvo ese cordón umbilical. Consideraba al bosque un santuario viviente, morada de los dioses arbóreos, que prodigan la lluvia, multiplican el ganado y facilitan el parto a las mujeres.

Cantalejo es tierra de lagunas y resulta verosímil que en la llamada laguna China existiera un santuario celta. En este lugar de culto, dedicado en tiempo de los romanos a Diana, la diosa virgen de los bosques y la caza, se levantó la ermita de Santa María de la Laguna China, actualmente llamada Santa María del Pinar, patrona de Cantalejo.

Baste decir que China es una evolución del nombre latino Diana. Como en tantos casos, mitos y divinidades locales permanecen unidos a los lugares. Son los humanos, con sus culturas y religiones, los que han ido pasando.

Hemos llegado al final del camino, pero no hemos desvelado el secreto que prometíamos: el origen del adjetivo briquero. Así se denominaba tradicionalmente a los que trillaban el cereal en la jerga local, la gacería, creada de forma más o menos espontánea por los trilleros y por quienes debían tratar para la venta del grano; esta lengua les permitía ocultar el contenido de su conversación ante personas extrañas.

“Los manes y sionas misen garbellos con urdalla” o, lo que es lo mismo, los hombres y las mujeres comen garbanzos con carne. Difícil de comprender para los extraños esta jeringonza surgida de la necesidad, que toma sus vocablos del francés, del caló, del vascuence (esta fue tierra de repoblación entre los siglos X y XII) y del árabe.

Llegamos al final del acertijo. ‘Briquero’ viene de ‘brica’, que no es otra cosa que ‘criba’ en gacería. Y es que muchas palabras de la jerga se obtienen por el proceso de metátesis, o cambio de lugar de los sonidos dentro de una palabra. Así se denominó a todo un gremio y, pasados los años, por extensión a todos los habitantes de Cantalejo. Merecía la pena, por tanto, adentrarse en el bosque para descubrir la historia que se oculta entre pinos y robles, buenos maestros de lengua y de historia. Magníficos testigos del paso del tiempo.

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