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Hechizados por el agua que falta en Castilla y León

Los embalses de Castilla y León son un indicador evidente de la sequía que asola la región. Es la oportunidad única para ver los pueblos que quedaron sumergidos por los pantanos al anegar las zonas habitadas

El patrimonio etnográfico y un paisaje atípico atraen estos días numerosas visitas en busca de experiencias diferentes en la naturaleza

Texto y fotos: Alfredo Allende

Verano. Calor. Y agua. Agua por placer, y por necesidad. Calor a punta pala. El estío de 2017 se ha hecho con un espacio propio y destacado en el acervo del recuerdo castellanoleonés. Todo por llevar aún a sus hombros la mayor sequía de, al menos, los tres últimos decenios.

En el norte de la Comunidad quizá haya quien no la perciba tanto, pero el efecto del mercurio subiendo hasta el cielo y la falta de humedad se dejan notar al transitar hacia las comarcas más meridionales. Basta con una mirada. En el norte de Burgos aún puede verse cierto verdor por el retoño de los prados; algo inexistente más al sur. Y ya es otoño.

embalses_01bEmbalses, ríos y lagunas sufren la sequía. La vegetación y los animales que en esta época encuentran el refugio idílico en estas zonas apenas encuentran asilo hoy. Pantanos como los de Barrios de Luna (León) y Aguilar de Campoo (Palencia) pronto tendrán menos del diez por ciento del agua para la que fueron construidos.

El otoño del año pasado fue muy seco y en el invierno apenas precipitó. Picos y montes significados de la Cordillera Cantábrica de la región –Campoo, Peña Ubiña, Curavacas y Espigüete, por ejemplo- y los de Urbión (Burgos, Soria y La Rioja) apenas han blanqueado. Ha escaseado nieve que nutra en el deshielo ríos y manantiales.

La primavera no llegó y el verano ha ejercido con creces. El regadío, principal finalidad para la que fueron construidos los embalses, ha tenido que concluir mucho antes de lo previsto esta campaña en la mayor parte de Castilla y León. Es el turno del paseo.

Las masas de aguas cumplen penitencia por pecados que no son responsabilidad suya. Los datos de la Agencia Nacional de Meteorología ponen de manifiesto que la temperatura media ha subido respecto a lo habitual en cada estación. Las previsiones, además, solo vaticinan poca lluvia y más calor. El agricultor ha atravesado un penoso calvario. La drástica bajada del nivel deja al descubierto joyas que apenas supusieron ningún freno para inundarlas. Eran otros tiempos; con sensibilidad e intereses diferentes a los actuales entre quienes tenían entonces la sartén por el mango.

El románico que bucea

La Montaña Palentina es el aljibe de la provincia. La espectacular orografía y la habitual abundancia de precipitaciones se manifiestan en forma de hermosos ríos y arroyos, además de los correspondientes embalses. El de Aguilar de Campoo ofrece en estos momentos una imagen que pocos imaginaban cuando lo idearon para someter al Pisuerga.

Senderistas, amantes de la naturaleza y apasionados del románico que visitan este entorno a centenares tienen la oportunidad casi única de contemplar las poco habituales vistas.

“Merece la pena verlo” dice una de las jóvenes que cruza en bici la presa de Aguilar. Desde allí se vislumbra, a lo lejos y asomando por encima del agua, la torre de una iglesia. Pero la ciclista se refiere al recién emergido pueblo de Villanueva del Río y su puente medieval fechado entre el siglo XIII y el XIV. Hay expertos que lo relacionan con el Puente Mayor de Aguilar de Campoo, casi idénticos en arquitectura. A lo mejor era parte del Camino Francés de Santiago, que conectaba las localidades de Cervatos y Guardo.

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El paisaje, estos días, se puede antojar inhóspito al observador que solo pone el foco en los pedregales y en la tierra seca y arena que habitualmente están cubiertos por el agua que allí acumula el Pisuerga. Solo es una impresión. El pantano y el entorno rebosan de vida. Las vacas son legión. Los turistas también lo tienen en su agenda. Desde Cervera de Pisuerga, dejando atrás Matamorisca, se accede a Renedo de Zalima.

Nada más pasar el núcleo urbano hay que tomar el primer camino a la izquierda, la antigua carretera que quedó anegada. Al final, donde unos chopos nacen de las cunetas, es preciso dirigirse a la derecha, atravesar la estacada y rodear el vaso del pantano. Basta con seguir las rodadas para hallar, de repente, las montoneras de piedras de las casas venidas abajo. Y el puente, que aún se exhibe pletórico de orgullo.

Hay varios coches aparcados. Al regreso alguno tiene que maniobrar para salir del atasco en medió de la abundante arena. Fotos y algún perro. El agua sigue su curso cristalina por el pequeño Pisuerga. El patrimonio románico de este pueblo inundado en 1963. La ermita de San Juan Bautista ya no está, aunque es todavía uno de los mejores ejemplos del románico palentino. Se puede admirar en el parque de Huerta de Guardián. Fue trasladada piedra a piedra a la capital de la provincia antes de que el agua lo ocupara todo. Construida en el siglo XI es posible apreciar en las piedras la numeración de la que se sirvieron para reconstruirla en 1980. Tiene planta rectangular con una cabecera semicircular y carece de decoración en la fachada. La portada es la protagonista del edificio.

En Cenera de Zalima -uno de los pueblos anegados por el embalse de Aguilar de Campoo y al que solo es posible acceder en barca o piragua- han aflorado los restos de la antigua iglesia de Santa Eugenia. Toscos capiteles de un románico tardío -quizá del siglo XIII- y otros góticos emergen junto a las ruinas del templo, del que apenas queda en pie una pequeña parte de lo que en tiempos fue la espadaña del hastial occidental, según reseñan desde la Fundación Santa María la Real. Se trata de piezas muy toscas y sencillas, en las que se deja notar el importante deterioro que han sufrido al estar sumergidas bajo el agua durante tanto tiempo.

Desde el alto palentino

Terminado en 1930, también incluido en la Ruta de los Pantanos, el de Camporredondo acusa igualmente la sequía. La cola de este embalse del Carrión está al descubierto a lo largo de varios kilómetros. Lo que ha variado menos es la panorámica privilegiada que regala el mirador de Alba de los Cardaños. El hotel y restaurante busca que alguien lo compre o alquile. Parece imposible que no haya nadie.

Desde lo alto de los farallones aparece el mundo a los pies. A la izquierda, el barrio del Castro atrapa las miradas. Debajo, en lo que ha estado vigilado por los peces hasta hace poco, se adivina lo que parece un furgón. Hay solo arena hacia un lado, al fondo, y el agua que justifica la presa hacia el otro. Hoy parece que se avecina, por fin, una tormenta.

Las nubes negruzcas toman el cielo. Comienzan a caer unas gruesas y violentas gotas de agua. Pocas. Casi ninguna. Las justas para que el arco iris alegre más ese rato que es mágico e inolvidable.

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Todavía hay lago más arriba. El Espigüete lo vigila todo, muy altivo y también orgulloso El pico Curavacas se asoma con mayor sigilo, pero es el jefe. No muy lejos están los embalses de Requejada, Ruesga y Compuerto. Todos mermados por la lluvia rácana y rodeados por localidades atractivas y una naturaleza espectacular. Podría ser la combinación perfecta para ir. Ahora o puede que nunca.

La autopista reseca

El embalse de Barrios de Luna es el paso obligado desde la meseta hacia Asturias por el puerto de Pajares. El puente atirantado Ingeniero Carlos Fernández Casado de la autopista Ruta de la Plata seguro que lleva ya unos meses perplejo al observar, desde su atalaya privilegiada, cómo el bajonazo se ha adelantado mucho este año. Sus casi 650 metros de longitud también dan tiempo a que el viajero que lo atraviesa llegue a una conclusión.

“Suele quedarse bajo de agua en octubre, después de todo el regadío. Ahora, la mayoría de la gente, cree que está todavía más alto. Imagina lo que será en un mes…”, explica la responsable de la oficina de turismo de la localidad de Los Barrios de Luna. Los cultivos del Páramo Leonés y la comarca del Órbigo reciben de aquí agua. Este año, menos. Desde el pueblo se divisa el muro de contención desde abajo.

En esos acantilados -la Peña de Almanzor- quedan vestigios del castillo que en el siglo IX ya era considerado como inexpugnable. Las tropas del caudillo del Califato de Córdoba no consiguieron rendirlo a pesar de que destruyó León en una de sus sangrientas campañas estivales.embalses_08-barrios-de-luna

De los dieciséis pueblos -1.600 habitantes fueron obligados a irse- que quedaron bajo las aguas, es posible caminar entre las huellas de muchos de ellos. Desde Los Barrios de Luna, el visitante puede recorrer en coche ambas orillas del pantano: hacia Mallo de Luna o hacia Villablino.

El paso por la presa está ahora –segunda semana de septiembre- cerrado por obras. Al paso por Mirantes de Luna llama la atención la visión de las barcas del club náutico varadas sobre la arena a mucha distancia de la orilla del agua. Los Mallos (conjunto de bloques calizos alineados) tampoco pasan desapercibidos. La geología de la comarca deja además hitos similares que en otra época del año conformas islas como la de las Culebras.

En Miñera de Luna hay un Centro de Interpretación de Geología muy interesante, con muestras únicas de fósiles de trilobites y otras especies todas ellas halladas en el entorno de Barrios de Luna y alrededores.”Esta zona es una joya geológica porque se ha encontrado una beta del Cámbrico muy rica en fósiles, de 540 millones de años atrás. Numerosas universidades estudian la comarca”, recalca la responsable de la oficina de turismo. Los roquedos y la presencia de la masa de agua propicia la observación de rapaces y de aviones y vencejos.

A pesar de ser un viernes de septiembre hay mucha actividad por el lecho del embalse. Hay quien entra con su coche, los que acceden a pie y algunos prefieren la bici. “Viendo lo que hay”, suelta por debajo del poblado bigote y con una sonrisa a modo de saludo un señor que transita con su esposa y dos hijas de ambos. Cada uno de los cuatro porta cámara de foto o vídeo. Cerca, el nuevo Miñera se compone apenas media docena de construcciones.

Pero hasta que las lluvias vuelvan a llenar el pantano, el viejo pueblo sumergido en 1951 muestra lo que fue y lo que es. Con una antigua mina de mercurio, todavía permanece reconocible la iglesia. A su torre se encarama la mayoría de quienes la visitan.

Puentes efímeros

A una hora escasa en coche se ubica el embalse del Ebro, también conocido popularmente como de Arija (Burgos), aunque es Reinosa (Cantabria) la localidad más grande que se ubica en su proximidad. Las aguas que viajan más lejos acaban en el Mediterráneo.

embalses_01cEn Orzales ha quedado al descubierto un maltrecho puente, que se hizo al mismo tiempo que el embalse para conectar con Polledo. Esta vez es un sábado de finales de agosto, con el sol calentando la mañana. Una pareja regresa de su paseo con tres perros de talla pequeña y un mastín. “Se cayó porque robaban el cemento por la noche y se echaba más arena. Eran malos materiales”, explica él con parte del resquemor que conservan muchos vecinos en la comarca.

Fue en Polledo donde hace pocos años se habilitó un centro de interpretación sin escatimar recursos. Que duró poco activo, y que también fue desvalijado. “Luego dicen que se hacen mal las cosas en otros países…”, critica con media sonrisa la mujer. Bajo uno de los arcos, un pescador cambia el pez artificial por un señuelo de vinilo en busca de las grandes truchas del pantano. “Ni picada”, responde de manera escueta a la pregunta de cómo se da.

Entre La Riva y La Población también asoma otro esqueleto, de apenas un kilómetro, que llega hasta Arija. Fue el puente Noguerol, terminado en 1952 con calzada, dos aceras y alrededor de treinta arcos. El boato de la inauguración oficial quedó en nada pocas semanas más tarde, cuando se derrumbó.

No había buen cemento, ni ferralla, que sumados al suelo arenoso pudieron incidir en la caída precoz, que el franquismo silenció y no se planteó la reconstrucción de la infraestructura que hubiera sido el emblema de este embalse. No se supo el porqué. Ahora quedan a la vista los enormes pilares, con el cascajo acumulado allí cerca.

La mejor manera de acceder hasta el inicio de este paso es caminar, aunque haya que salvar las alambradas de las fincas de ganado. Caballos y vacas pastan y reposan por todo el entorno. La estructura está desmoronada en grandes bloques de hormigón. Tres personas llegan en una pequeña furgoneta hasta la orilla del agua. El conductor habla por teléfono con alguien: “Estamos en el puente. Seguro que tú te acuerdas de cuando lo hicieron”, dice. Veinte minutos después el grupo se va en el vehículo. El embalse del Ebro atrae estos días a curiosos y a algunos que vivieron en la zona antes de que el agua inundara sus pueblos y tierras. O las de sus padres.

Son habituales los lamentos y expresiones cariacontecidas en los muchos visitantes que estos días recorren los embalses casi vacíos de la Comunidad. De primeras echan de menos el agua, que siempre hechiza. También abunda quien resulta cautivado por la singular belleza de un paisaje tan poco habitual, que transmite cierta sensación de vulnerabilidad. De incertidumbre. El sentimiento de quienes se vieron obligados a dejar su tierra antes de que la anegaran es muy diferente del de otros turistas.

Las experiencias y recuerdos de cada uno influyen de manera evidente en las conclusiones que obtiene a partir de lo que está viendo. Los campurrianos recibieron las indemnizaciones por las expropiaciones a partir de 1948. Veinte años después de fijadas, y sin actualización alguna. Bilbao, Santander y Avilés fueron los lugares a los que emigró por obligación la mayor parte de quienes residían allí desde hace generaciones. Un comienzo casi desde cero. Como muchas veces.

Los ya inservibles puentes son habituales puntos de observación frecuentados por el visitante. Todo se ve desde allí. Y al tiempo que se emocionan con las joyas de otros tiempos -hasta ahora sumergidas- buscan el atisbo de una nube negra que presagie prontas y cuantiosas lluvias redentoras.

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