Ofrecen un entorno único caracterizado por un espíritu de frontera, un impresionante patrimonio histórico, varios pueblos declarados conjunto histórico-artístico y una gran riqueza cultural
Como regalo para el senderista, ambas sierras están declaradas Reserva de la Biosfera
El sur de la provincia de Salamanca se levantan imponentes las Sierras de Béjar y Francia, agrupadas de forma oficiosa bajo la marca de Sierras de Salamanca puesto que poseen numerosos elementos comunes y singulares. Nos ofrecen un entorno único caracterizado por un carácter de frontera (estamos en la linde con Cáceres y con Ávila), un impresionante patrimonio histórico, varios pueblos declarados conjunto histórico-artístico y una gran riqueza cultural. Además, ambas sierras están declaradas Reserva de la Biosfera.
Perdernos por sus carreteras y caminos, disfrutar de su gastronomía y hablar con los lugareños nos permite realizar un maravilloso viaje en el tiempo. Tanto como hasta las épocas neolíticas, como testifican las numerosas pinturas rupestres que se han descubierto en cuevas y canchales. O hasta la Edad del Hierro, patente en los castros vetones que aún se conservan, o tal vez a la época romana a través de las explotaciones mineras de las Cavenes. O gracias al trazado de la calzada romana que unía Emerita con Asturicam.
La diversidad medioambiental que atesoran las sierras de Francia, de Béjar y de Quilamas les ha valido destacar en el conjunto de España, con un extraordinario mosaico caracterizado por la diversidad. Un territorio donde la montaña y los valles sirven de marco a una amplia gama de ecosistemas. Y es que la naturaleza es un producto turístico de primer orden, que contribuye a recrear un variopinto museo natural pleno de fauna y flora autóctonas. De paisajes y lugares de incomparable belleza, donde conviven el visitante y el vecino.
Espacios naturales únicos
Esos espacios naturales entusiasman a los amantes de la naturaleza, el senderismo y los recursos medioambientales. Además, los cursos de ríos como el Alagón, el Francia, el Cuerpo de Hombre o el Alto Tormes configuran parajes de inusitada belleza.
Nos encontramos, así, ante un territorio pleno de paisajes de incuestionable belleza en los que disfrutar de rincones apartados, de valles quizá encantados, de rica y variada gastronomía. También de sus costumbres y tradiciones, de la hospitalidad de sus moradores… que conservan formas de vida y trabajo tradicionales.
Así como la agricultura desempeña un papel importante en la economía y el paisaje locales, la agroalimentación enlaza el sector primario con el turismo. Ese valor añadido que aporta a la agricultura y la ganadería da como fruto el jamón ibérico, el aceite de oliva, la huerta, los productos ecológicos… sin perder de vista el viñedo, que ha pasado de elemento etnográfico a industria relevante, gracias a cuya actividad se ha logrado el marchamo de Denominación de Origen Protegida (DOP) Sierras de Salamanca.
Durante siglos se ha cultivado el viñedo en bancales, buscando la integración con el paisaje y seleccionando los mejores suelos y orientaciones para elaborar vinos distintos, ligados a la tierra. En la actualidad esa DOP protege la tipicidad de los vinos basados en esta viticultura heroica y en la tipicidad de la variedad rufete.
Se trata de la variedad autóctona y predominante en la zona, con un racimo de tamaño pequeño y apretado, y con un grano de tamaño medio y hollejo fino, responsable de unos tintos y rosados tan minerales como el paisaje que nos circunda. Pero no puede hacer olvidar otras variedades, como la garnacha tinta y la tempranillo, conocidas en la zona como calabrés y aragonés, respectivamente.
Arquitectura vernácula
Las localidades de esta comarca singular se definen por edificaciones agrupadas para soportar mejor el rigor del clima. Llaman la atención las ‘batipuertas’, que en casi todos los accesos a las casas se colocan como protección frente a las nevadas.
La fachada de la típica casa posee una presencia muy sólida. Suele ser simétrica en la distribución de puertas y ventanas y expone sillares de granito en estructura y dinteles. El resto se recubre con cal, con lo que ofrece un característico color blanco. Este tipo de arquitectura es el remate que los moradores ponen desde hace siglos para, sin ser conscientes de ello, ofrecer al visitante un conjunto digno de ser recorrido y degustado con mimo.
Fotografías: Diputación de Salamanca
