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Babia y su Filandón, una tradición con mucho que contar

Hablar o contar una historia, la que sea, es algo que hacemos todos los días. El Filandón, una tradición natural de la comarca de Babia, es eso en la base, pero hay algo que la hace única y mecedora de denominación propia


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Artículo de Pilar Martínez // Ilustraciones de Luisa Villalba

Una buena conversación es quizá de las pocas cosas que, además de ser gratuitas, pueden llenar muchos vacíos y dejarnos con una agradable sensación. El simple hecho de intercambiar opiniones e ideas es enriquecedor, pero también muy necesario en lo que se refiere a la cultura.

Gracias a estas conversaciones aparentemente sin importancia, se han transmitido una infinitud de tradiciones, de localismos, que ahora formar parte de ese acervo popular que enorgullece a los pueblos y sus gentes. Y existe un lugar cuya costumbre de conversar, dio lugar a una bonita tradición oral con nombre propio: el Filandón.

Dimes y diretes de corrillo y taberna

Lo que ahora posibilitan las redes sociales ya existía en nuestros pueblos desde hace mucho tiempo. Claro está que con un círculo de difusión mucho mas reducido. No tenían Facebook, ni Instagram, pero sí aquellos corrillos de lugareños sentados con sus sillas en la puerta de alguna casa y charlando animadamente. Y qué decir de esas tabernas con parroquianos tomando un carajillo y hablando de cosechas, de lindes o de noticias de pueblos vecinos.

En esos corrillos y tabernas latía el sentir del pueblo y cuanto acontecía. Dimes y diretes a medio camino entre verdad e imaginación, con no poca suspicacia y picaresca, que acompañaban con chascarrillos populares. No obstante, una costumbre tan extendida en los pueblos, ¿por qué se convierte en tradición con nombre propio en un determinado lugar?

A veces unas circunstancias muy particulares dan lugar a algo singular y especial. El Filandón es muy buen ejemplo.

Paisaje de la comarca de Babia. Macizo de las Ubiñas. Foto de Sitomon (Flickr)

Una comarca para “estar en Babia”

En la provincia de León existe un lugar cuyo nombre parece propio de cuento. Se trata de Babia, una recóndita comarca entre montañas salpicadas de hayas y robles y bañado por los ríos Sil y Luna.

La sensación silenciosa y tranquila que se respira en Babia obliga a tomarse el discurrir del tiempo de una manera más ralentizada. Puede tener que ver con su orografía o por los rigores de su propio clima, de hecho, es conocida la expresión “estar en babia” para expresar un estado de ensimismamiento.

Vista de Peña Ubiña desde la ermita de San Bartolomé

En este sosegado paisaje natural es donde nació el Filandón, una velada que reunía a los lugareños cuando llegaban los fríos y las nieves invernales al calor de una buena lumbre para contarse historias y aconteceres.

Cabe explicar de antemano que existían dos tipos de reuniones que prácticamente seguían un patrón similar, El Calecho y el Filandón. Las dos eran costumbres orales que reunían a los vecinos para conversar, la diferencia era que, aunque ambas aprovechaban el frío del invierno para llamar a la concurrencia, el Calecho no solo se hacía en invierno, también en otras estaciones más estivales y solía celebrarse por la tarde antes de la cena.

El Filandón, como tal, se hacía después de la cena y en invierno. El frío y el hecho de que la nieve solía dejar incomunicada la comarca durante días hacía que la gente se reuniese en alguna casa con un buen fuego crepitando con buenos leños.

Las mujeres, sobre todo, hilaban mientras conversaban, de ahí que etimológicamente la palabra Filandón tenga su raíz en el vocablo leonés “filare” o “hilar” con la rueca. Luego iban a hacer la cena mientras los hombres seguían conversando y, después de la cena, volvían a reunirse todos en la casa donde la lumbre seguía encendida creando una atmósfera casi mágica.

Mujeres de Cháchara en el Filandón. Ilustración de Luisa Villalba

Y se cuenta que, el que mejor sabía leer, leía alguna novela, o se contaban los ecos de la comarca, leyendas o incluso gacetillas. También se cantaban canciones populares y coplillas que acompañaban con algún instrumento si lo tenían y con algún elemento de percusión que sirviera como acompañamiento.

El Filandón, Tesoro Inmaterial de España

Puede decirse que, en cada rincón de la comarca de Babia anida un mito, un cuento, canciones y, por supuesto, toda una sabiduría popular. En el año 2009, el Filandón fue elegido segundo Tesoro Inmaterial de España en una campaña impulsada a través de internet por el Bureau Internacional de Capitales Culturales.

Conseguir esta segunda posición es alentador para una tradición que, como tantas, va perdiendo fuerza y puede correr el riesgo de extinguirse. Desde que la memoria es el refugio que atesora aquello que no quiere ser olvidado, muchas generaciones anteriores a la nuestras han trasmitido oralmente tradiciones que daban un origen a las cosas y un porqué a otras.

Quizá a las nuevas generaciones les interese muy poco la cultura popular porque tampoco hemos sabido darle, en el presente, una visión más adaptada a los tiempos. En el caso de las costumbres orales, las nuevas formas de comunicarnos con la tecnología de por medio también han hecho mella, pero el reto debe estar en intentar conocer aquello que fue en otro tiempo y adaptarlo al presente aprovechando los nuevos canales oratorios. Adaptarse o extinguirse, no hay más opción.

El trasgu de Mena. Ilustración de Luisa Villalba

El duende de Mena, un trasgu golfo

El Filandón dio origen a algunas leyendas que se han convertido en verdaderos cuentos populares. El padre Cesar Morán, agustino licenciado en Filosofía y teología y etnógrafo investigador del folclore popular de la región de León, aludió a uno de ellos: el Duende de Mena

Se trataba de un trasgu, o trasgo, que era un martinico esmirriado y amarillento pero muy ágil e ingenioso. Al parecer, el sentido de la vida para un trasgu, dependía de su estado de ánimo. Si estaba de buen humor podía ser de ayuda doméstica, pero si era travieso o estaba de mal humor, era dañino y actuaba con nocturnidad revolviendo arcones, cambiando objetos y aperos de sitio o haciéndolos desaparecer. Robaba viandas como quesos y chorizos de las despensas, y lo peor, soltaba el ganado de las cuadras y llegaba a comportarse de manera obscena.

El trasgu de Mena terminó siendo un incordio tan grande que obligo a realizar una ceremonia de exorcismo que no dio ningún resultado.  Realmente era muy difícil deshacerse de un Trasgu porque era capaz de mudarse con los habitantes que decidían cambiar de casa para librarse de él. Finalmente, abandonó el pueblo cuando le dio la gana y nunca más se supo de él.

  • Leyenda recogida del libro » BABIA, LACIANA, ALTO LUNA de Julio Álvarez Rubio.

Ilustraciones

Las ilustraciones de este artículo han sido realizadas por Luisa Villalba. Puedes consultar más trabajos suyos pinchando aquí 

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