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Cartuja de Miraflores: silencio entre bullicio gótico

Dicen que la Cartuja de Miraflores es una de las obras arquitectónicas y escultóricas más importantes de la Europa del siglo XV…  y qué razón tienen

El camino del Silencio asciende desde Burgos hasta la Cartuja de Santa María de Miraflores protegido por el arbolado del parque de Fuentes Blancas que el otoño ha pintado con mil colores. Flanqueado en su tramo final a un lado por el muro de piedra del monasterio y, al otro, por cipreses, el recorrido forma parte de la rutina diaria de muchos burgaleses. Algunos practican deporte en este entorno, otros simplemente pasean, y un gran número de ellos visitan a diario el espectacular templo de estilo gótico de finales del siglo XV. Fundada en 1442 por el rey Juan II de Castilla, Juan de Colonia y su hijo Simón son los autores del diseño y dirigieron las obras. Goza de protección como Monumento Nacional desde 1923.

La Cartuja luce espléndida, tras las importantes obras de restauración acometidas a lo largo de la última década. Sin necesidad de alharacas ni fuegos artificiales recibe cada año a 80.000 visitantes procedentes de más de cincuenta países. Conocer una parte del espacio en el que una veintena de monjes eremíticos desarrolla su vida en silencio y contemplar uno de los conjuntos góticos más destacables en Europa son atractivos muy poderosos por sí mismos.

Cualquier prejuicio queda al margen; tanto creyentes como laicos tienen motivos sobrados para la visita. Y nadie sale defraudado. Ubicada junto a una de las variantes del Camino de Santiago, la Cartuja es un lugar de visita obligada para los peregrinos.

A pesar de los avatares a los que se ha visto sometido el monasterio en sus más de cinco siglos desde su fundación en 1442, conserva piezas inigualables. Y el espíritu cartujo está presente en cada rincón. Entre 2005 y 2011 se iniciaron unos completos trabajos de restauración para actuar en los tejados, las capillas laterales, la ornamentación de la cornisa del presbiterio de la iglesia, los sepulcros reales, el retablo mayor y las vidrieras.

El profesor de Historia del Arte en la Universidad de Burgos René Payo no escatima elogios cuando se refiere a los valores artísticos e históricos de la Cartuja de Miraflores. “Es uno de los conjuntos arquitectónicos y escultóricos más importantes de la Europa de finales del siglo XV”, asegura. La Cartuja es la primera acción de mecenazgo emprendida por Isabel de Castilla, con un evidente sentido político, según resalta Payo. La construcción sirve para ensalzar la figura de sus padres y, al mismo tiempo, la línea sucesoria de Isabel de Portugal como la de la legitimidad monárquica. Para ello hace que trabajen en el templo los artistas más destacados que por entonces había en Castilla. Y, fiel a su predilección por el arte flamenco, trae desde Flandes vidrieras, tapices y pinturas.

Portada de la cartuja

Nada más empezar la visita, atrae la mirada la portada de la iglesia. La Virgen con su hijo muerto en brazos ocupan el tímpano. Sobre el arco conopial figuran los escudos de armas reales de Castilla y León y el de Juan II. En el hastial, encontramos el blasón conjunto de los Reyes Católicos sostenido por un ángel para señalar el papel crucial que tuvo Isabel de Castilla en la construcción y embellecimiento del monasterio. Esta figura pone de manifiesto la especial protección que la reina quiso dar al recinto y a la orden cartuja.

Detalle de los sepulcros en alabastro de la Cartuja

El detalle en alabastro

Avanzamos por la iglesia hasta el llamado presbiterio. Todos los templos cartujos se definen por ser de una única nave, con seis divisiones: atrio de la iglesia, sección de seglares, coro de los hermanos, coro de los padres, altar y sagrario, pudiendo contar, como es el caso, con diversas capillas devocionales contiguas al muro septentrional de la nave principal. Es aquí, en lo más profundo del templo, donde los admiradores de Gil de Siloé pueden contemplar una de las mejores obras del maestro: los sepulcros de los reyes Juan II e Isabel de Portugal. Realizados entre 1489 y 1493, es la única escultura funeraria española con forma de estrella de ocho puntas, que representa el modelo del cosmos en la Tierra. Merece la pena dedicar tiempo a la contemplación de esta pieza para apreciar en toda su magnitud el detalle, la profusión y el virtuosismo con que fue tallada esta figura en alabastro de Guadalajara. En la parte superior se hallan sendas figuras de la pareja real, que viste ropas en las que es posible apreciar hasta los detalles mínimos. Los evangelistas y otros santos acompañan a los reyes en su descanso eterno.

Sepulcros de los reyes Juan II e Isabel de Portugal

No desmerece al anterior, el sepulcro del infante Alfonso -hermano de Isabel la Católica-, en forma de arcosolio y con figura orante. Está decorado con motivos vegetales y figurativos que aluden a la redención y a la salvación del alma del infante. La figura, ricamente ataviada, está enmarcada por pilastras decoradas de manera profusa, y que incluyen parejas de apóstoles.

Retablo de Gil de Siloé junto a los sepulcros

Ahora, levantamos nuestra mirada al retablo mayor (1496- 1499), también de Gil de Siloé, que ya está en plena madurez creativa. En esta impresionante obra supera el esquema tradicional que dividía hasta entonces los retablos en cuerpos y calles. En este caso es un tondo de ángeles, que componen la figura de la hostia consagrada en torno a Cristo en la cruz, la base de una pieza de ricos detalles y original diseño. Los motivos de la profusa iconografía están justificados como defensa ante las herejías eucarísticas que entonces se estaban produciendo.

Diego de la Cruz es el responsable del policromado y dorados, con la ejecución de la difícil y costosa técnica flamenca conocida como brocado aplicado, que consiste en aplicar láminas de pan de oro sobre otra de estaño utilizando una plantilla grabada sobre un soporte rígido y rellena de cera. En la parte inferior izquierda aparece Juan II guiado por el apóstol Santiago, mientras que a la derecha encontramos a Isabel de Portugal con la protección de su patrona. Ambos monarcas tienen sobre las cabezas sus respectivos escudos. “Marca el inicio de los grandes retablos en escultura”, significa Payo.

Desde Flandes

Y aún debemos mirar un poco más arriba para alcanzar las hermosas vidrieras (1484), realizadas en su mayoría por Nicolaes Rombouts y que fueron traídas desde Flandes. En estilo netamente flamenco supuso una gran novedad dentro del panorama de la vidriera en la España del siglo XV. Antes de acceder al espacio expositivo que completa el recorrido, nos detenemos en la madera de nogal con la que están tallados el coro de los hermanos (Simón de las Bueras, 1558) y el de los padres (Martín Sánchez, 1486- 1489). Son estructuras instaladas en dependencias contiguas y en las que antiguamente se ubicaban los monjes para celebrar según su condición. El de los padres está integrado por cuarenta sillas con decoración de influencia mudéjar, con una espectacular silla para el celebrante y facistol (atril para poner los libros de canto). Antes, en el espacio reservado siglos atrás para que los fieles pudieran seguir la misa, encontramos la escultura barroca de san Bruno, fundador de los cartujos. Es obra del portugués Manuel Pereira.

Ahora sí, nos adentramos en las capillas laterales para acceder a la exposición que bajo el nombre ‘De lo bello a lo divino’ muestra piezas de gran valor que en otro tiempo estaban ubicadas en clausura. Obras singulares como ‘La Anunciación’, de Pedro Berruguete o la pintura de Joaquín Sorolla ‘Elevación de la cruz’ despiertan los sentidos de los turistas y amantes del arte. También se exponen objetos como un antiquísimo bojarte (tabla en la que se asignan los cometidos de cada monje en la misa), el acta fundacional del monasterio y otros incunables que superan cinco siglos de antigüedad.

La muestra también nos recuerda que, a pesar del vasto patrimonio que conserva el monasterio, numerosas obras de arte han salido de sus muros a lo largo del tiempo. Las tablas de San Juan Bautista, obra de Juan de Flandes, están repartidas por distintas pinacotecas y colecciones del mundo, después de que un general del ejército de Napoleón las sustrajera. Otras tablas flamencas, como ‘Tríptico de Miraflores (Roger van der Weyden) o tallas originales que en su día vistieron el panteón real también se exhiben en distintos lugares como el Museo Metropolitano de Nueva York.

Y con estas reflexiones sobre expolios y traslados, nos sumergimos de nuevo en el bosque del monasterio. Y nos emociona pensar que esta orden cartujana haya sido capaz de custodiar tanto arte, historia y belleza desde que Isabel la Católica se erigiera como protectora del monumento hasta nuestros días. El silencio que protegió al arte. Un bello misterio.San Bruno

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