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El Carpio, el pueblo que fue arrasado en la Guerra de la Independencia

Este pueblo tuvo la mala suerte de convertirse en un campo de batalla durante la Guerra de la Independencia que hizo añicos su patrimonio

El Carpio no es todo lo que ves. Este pueblo asentado en los terrenos arenosos del sur de la provincia de Valladolid, a 22 kilómetros de Medina del Campo, no es un libro abierto en una primera impresión. Al contrario de lo que ocurre con otros municipios castellanos, su nutrida historia no se dibuja con precisión en sus calles y monumentos. Todo por un suceso que borró de un plumazo parte de su patrimonio.

No fue el boom urbanístico lo que acabó con él, como sí sucedió en otras ciudades de la región. Fue la guerra, y más concretamente una batalla que se libró en los alrededores de la localidad un 25 de noviembre de 1809. En ella se enfrentaron las tropas invasoras napoleónicas y las españolas, en plena Guerra de la Independencia.

El bando local se alzó con la victoria, sí, pero parte de El Carpio fue arrasado como consecuencia. Su patrimonio sufrió hasta tal punto que la primitiva y principal iglesia del pueblo fue destruida junto con el Torrejón, que coronaba la mota que abraza el casco urbano. Los dos eran los principales monumentos del pueblo y testigos del origen y prosperidad de la villa.

El Torrejón por la noche

El Torrejón: pasado y presente

Si buscas un monumento que describa lo que fue y es el Carpio ese es su torre, o ‘torrejón’, como se llama aquí. Las tierras donde hoy desarrollan sus vidas los vecinos de el Carpio fueron hace más 1.000 años una frontera, una raya que separaba los reinos de Castilla y de León. Un hecho que puede explicar el origen del primitivo torreón. Los documentos históricos lo datan entre los siglos X y XI, quizás construido como punto estratégico de avistamiento defensivo para divisar y alertar de posibles peligros e invasiones.

Una función que no extraña teniendo en cuenta las vistas que se obtenían desde la cima de la loma, a 800 metros sobre el nivel del mar. Desde ella se podían divisar lugares como Medina del Campo, Madrigal de las Altas Torres, y otros pueblos que rodeaban la localidad, con una distancia aproximada de unos 20 kilómetros a la redonda.

Restos del Torrejón

Se trataba de una torre exenta de estructura cuadrada y rodeada por un foso. Perdida su función defensiva después de la unión definitiva de Castilla y León, esta pasó a ser el campanario de la iglesia del pueblo.

Después de la batalla que lo destruyó, del primitivo torrejón solo ha llegado a nuestros días una pequeña sección de su parte basal de cuatro metros de largo y más de dos metros de alto. Hoy, el visitante encontrará en El Carpio una torre simbólica de unos catorce metros que invita a los turistas a imaginar cómo fue esta construcción. Además, desde lo alto podrás ver las impresionantes vistas que se contemplaban desde sus muros.

Actual iglesia de Santiago Apóstol

La iglesia de Santiago Apóstol, un templo reencarnado

En las faldas del cerro donde se levantaba la torre se levantó en el siglo XVI, en estilo gótico isabelino, la iglesia de Santiago Apóstol. Su construcción fue el fruto de la prosperidad de la villa que desde la Alta Edad Media creció al amparo del Camino Real que comunicaba las tierras extremeñas con la Villa de las Ferias, Medina del Campo. Pero, al igual que el torrejón, tras la batalla de la Guerra de la Independencia solo quedaron los cimientos, el antiguo cementerio y la cripta.

Sin sitio para realizar el culto, los fieles carpeños acudieron a la ermita local, situada entonces en las afueras del casco urbano, para celebrar los actos litúrgicos. La ermita, de estilo barroco, finalmente se convirtió en el templo cabecera del pueblo y adoptó la advocación de su predecesora. Una reencarnación.

Interior de la iglesia

Una cicatriz

Aunque la batalla que se libró en el Carpio fue un duro golpe, el pueblo continuó con su vida. Se reconstruyó sobre las cenizas, llegó el ferrocarril, se mejoraron las comunicaciones y el carácter trabajador de los carpeños transformó al pueblo en una potencia agraria de la provincia vallisoletana, con la patata como protagonista absoluta.

El Carpio pudo haber sido un pueblo más bonito si no hubieran pasados los cañones de la guerra por aquí. Una cicatriz que no se borrará, pero cuyo origen no está de más conocer.

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