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La jota más acrobática del folclore castellano

Gimnástica, emocional, técnica, íntima y asombrosa. Todo esto es la Jota de la Espadaña, una danza del folclore vallisoletano que parece sacada de un espectáculo de circo

Daniel González // Folclore de Valladolid

El público está expectante. En el escenario unos bailarines comienzan a subirse unos encima de otros. Con los nervios a flor de piel, pero con la entereza que solo los años de experiencia dan, Nuria, una de las danzantes, se prepara para el movimiento más complejo de la coreografía. Debe poner sus pies en los hombros de José, también veterano como ella, y mantenerse erguida, estable, para evitar una aparatosa caída. Finalmente lo consigue, sonríe, aunque su corazón late deprisa. Todas las miradas de los espectadores se dirigen a ella y al compañero que la sujeta. Los aplausos se fusionan con el sonido de la dulzaina. El espectáculo ha comenzado.

Como Nuria y José, integrantes del Grupo de Coros y Danzas Pilarica de Valladolid, hay muy pocos con la habilidad para dar forma a una de las danzas tradicionales más espectaculares de España: la Jota de la Espadaña.

Y sí, decimos España, aunque no sea tan conocida como otros bailes acrobáticos como los Castells en Cataluña. A diferencia de esta pieza, la Jota de la Espadaña es más íntima, hay menos participantes, y donde es fundamental la conexión y, en especial, la confianza mutua entre bailarines.

Una jota que, además, tiene una historia y un significado, y que se queda grabada en la retina de quien la ve por primera vez. Quizás, porque no se lo esperan de un grupo de bailarines no profesionales, o de un folclore como el castellano denostado por quien no lo conoce de verdad.

Jota de la Espadaña bailada por el Grupo de Coros y Danzas Castiella de Cabezón de Pisuerga

Danza con guiño arquitectónico

Una de las dudas que pueden darse con esta danza es su nombre. Lo entenderás en el momento en que los bailarines completen la torre humana y, en su mayoría, femenina que se construye en forma de semicírculo al final de la danza, precedido por una repetición de ritmos de jotas al son de la dulzaina.

Bailada normalmente por un total de 12 personas, todos se suben en parejas y tríos unos encima de otros para simular el elemento arquitectónico común de muchas iglesias: la espadaña. Una vez formada, los danzantes tocan las castañuelas y pasado un tiempo empiezan a desmontarse las torres, quedando solo una en pie, la principal y central, formado por una pareja, nuestros Nuria y José, que empieza a bailar y moverse por el escenario.

Jota de la Espadaña bailada por el Grupo de Coros y Danzas Castiella

Por sus características, esta pieza conlleva una elevada dificultad, pero el espectáculo y asombro que origina motiva a muchos grupos, todos ellos de la provincia de Valladolid, a representarla como colofón de algunas de sus actuaciones.

Y llegó la feminización de la jota

Otro de los rasgos llamativos de la danza es que, en su mayoría o totalidad, es bailada por mujeres. Sin embargo, según los folcloristas que han investigado su origen, antes no era así; todo lo contrario. La jota de la Espadaña hunde sus raíces en el folclore de un pueblo vallisoletano a orillas del Duero, Valdestillas, donde se bailaba cada 10 de mayo en honor a la Virgen de los Milagros en una procesión por las calles de la localidad.

Como este pueblo, habría otro muchos por toda Castilla que, llegada la festividad del patrón o la patrona, bailaban por las calles diferentes piezas tradicionales. Durante la celebración era común por los mozos, todos hombres, formar castillos con saltos gimnásticos, ofreciendo un verdadero espectáculo.

Jota de la Espadaña bailada con el vestuario tradicional. Foto del Grupo de Coros y Danzas Pilarica

La Jota de la Espadaña es una reminiscencia de ello. Su carácter acrobático fue lo que determinó su rescate en la segunda mitad del siglo XX al ser incorporado al repertorio folclórico de la Sección Femenina, una rama del partido Falange Española de las JONS formado solo por mujeres. La Sección tenía entre sus muchas funciones rescatar y seleccionar piezas tradicionales de cada provincia para representarlas después en los concursos de danzas que se celebraron durante el régimen franquista.

Sin embargo, al mismo tiempo que se rescataba, también se desvirtuó en su adaptación al carácter femenino de la Sección. Antes, la jota era bailada por hombres con una indumentaria propia llamadas enagüillas, pero la Sección perpetuó que muchos grupos la representen actualmente con mujeres ataviadas con enaguas, pololos y unas cintas.

Su desnaturalización también provocó que se extendiera un significado moderno distinto al original. Dijeron que representaba el momento en el que las mujeres se subían en los hombros de las otras para ver el regreso de sus maridos o novios de la guerra. No obstante, varios autores establecen otro significado previo a su difusión tras la Guerra Civil, como Joaquín Díaz que cree son “representaciones en homenaje al Santísimo”.

Jota de la Espadaña bailada por el Grupo de Coros y Danzas Castiella. foto de José Ángel Fernández M.

Independientemente de la forma y significado que cada uno quiera darle, la danza ha llegado hasta nuestros días. Solo por eso ya merece admiración. Como Nuria y José, hay muchos danzantes que, sin compensación económica, solo por amor al arte, se convierten en embajadores de un folclore que no debe olvidarse. El espectáculo de la Jota de la Espadaña es un ejemplo, pero hay más. Mucho más esperando a salir del baúl de los recuerdos.

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