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Lerma, el alarde barroco de España

Sobria pero, al mismo tiempo, lujosa. Mística, pero terrenal. Cuando llegamos a Lerma lo que estamos viendo es una máscara que esconde un magnífico relato de poder y gloria en el siglo XVII

Daniel González // Provincia de Burgos

Su silueta barroca se divisa rápidamente desde la autovía que conecta Burgos con Madrid. Elevada sobre una muela con vistas al valle del río Arlanza, la villa de Lerma cuenta con 2.800 habitantes, todos ellos receptores de un legado patrimonial único en España construido para aparentar la grandeza de un país que ya empezaba a mostrar un cierto agotamiento.

La villa pasó en tan solo 12 años (de 1604 a 1616) de ser una pequeña aldea medieval a orillas de un río, a convertirse en uno de los espacios más hermosos y sorprendentes del barroco español, reuniendo a los mejores arquitectos cortesanos que levantaron edificios con la elegancia y severidad del estilo herreriano.

Arco de la Cárcel, la única entrada que se conserva de la antigua muralla de Lerma

Un grandioso palacio ducal de cuatro torres, seis conventos, una colegiata sujeta directamente al papado de Roma, jardines exóticos, ermitas, estanques y una Plaza Mayor de 7.000 metros cuadrados surgieron de la nada. Todo financiado por una misma persona: don Francisco de Sandoval y Rojas, I duque de Lerma y valido a quien había confiado la gestión del imperio Felipe III de España.

Plaza mayor de Lerma con el palacio ducal de fondo

Real ciudad de vacaciones

Dado su poder, el duque quiso crear en el pueblo una corte propia. Eligió este lugar debido a la cercanía con Valladolid, sede en esa época de la Casa Real. De hecho, existe una frase muy extendida que describe a la perfección el vínculo entre ambas poblaciones: “La villa de Lerma fue al Valladolid cortesano lo que El Escorial a Madrid”.

Las empinadas calles de Lerma se convirtieron en un destino de recreo, de vacaciones, por las que pasaban emisarios extranjeros, grandes literatos españoles, como Cervantes, Lope de Vega o Góngora, y claro está, el rey Felipe III. Corridas de toros, exhibiciones ecuestres y obras de teatro se sucedían en la Plaza Mayor de Lerma, que ahora es una de las más grandes de España.

Palacio Ducal de Lerma

Todo ello, bajo la imponente mirada del Palacio Ducal de cuatro torres rematadas con chapitel de pizarra, en el que intervinieron arquitectos de la talla de Francisco de Mora o fray Alberto de la Madre de Dios.

No hay poder sin el clero cerca

Pero no fue suficiente con el palacio y la gigantesca plaza soportalada. El duque costeó la construcción de seis conventos que entregó a comunidades religiosas que, irónicamente, defendían la pobreza absoluta. Todos ellos revestidos de la sobriedad herreriana muy acorde al mensaje que querían transmitir.

Convento de San Blas de Lerma

Se levantaron, también, cinco ermitas y rehabilitaron otras dos a orillas del Arlanza con la intención de crear una peregrinación simbólica de las siete basílicas romanas para que los invitados del duque pudieran expiar los pecados sin necesidad de desplazarse a Roma. Todas ellas repartidas por unos jardines con fuentes, estanques, un embarcadero, animales y plantas exóticas y todo lujo de adornos. Actualmente solo queda una de las ermitas al pie del puente medieval que atraviesa el río.

Colegiata de San Pedro y escultura de José Zorilla

De la existencia de los jardines, sin embargo, nada ha llegado hasta nuestros días. Sí que se ha conservado a la perfección la Colegiata de San Pedro. El templo se consagró en 1617 con grandes festejos para la corte y los nobles, que duraron 21 días. Fruto de su poder, el duque de Lerma consiguió que esta abadía dependiera directamente de Roma, razón de que aparezca el emblema papal por todas partes.

Bóvedas y órganos barrocos del interior de la Colegiata de San Pedro

El engaño del duque y los pasadizos

Consecuencia de tan rocambolesco personaje como fue el duque de Lerma son algunas de las historias más curiosas del pueblo, como la de la construcción del palacio ducal. En el siglo XVII ningún palacio en España podía tener más de dos torres salvo la del rey, pero el sagaz duque esquivó esta norma con un semiengaño. Pidió al rey Felipe III permiso para construir dos torres en su palacio de Lerma, pero sin contarle que ya tenía otras dos construidas.

Palacio Ducal de Lerma

Ya perdido su primigenio uso, el palacio fue utilizado como cuartel general durante la invasión napoleónica, perdiendo sus cuatro chapiteles originales. También se utilizó como cárcel durante la Guerra Civil. Después de ser rehabilitado, fue reconvertido en Parador Nacional, recobrando el encanto perdido en los siglos pasados.

Pasadizos del duque de Lerma

Otro de los anecdóticos lugares que nos deja Lerma son los pasadizos que unen el palacio, la colegiata y los conventos. Tenían la finalidad de permitir al duque y la corte asistir a las ceremonias religiosas sin pisar la calle, es decir, sin mezclarse con el pueblo. Estos túneles todavía existen en un pequeño tramo que puede visitarse a través de la ruta guiada que organiza la Oficina de Turismo de Lerma (Puedes consultar el precio y horarios de la visita en la web: www.citlerma.com)

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