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Un unicornio en la Bureba

La portada de la iglesia de San Andrés, de Soto de Bureba, alberga el único ejemplo de todo el románico en el que un unicornio tallado aparece identificado

Reportaje y fotografía de Emilio Jesús Díaz, historiador del arte

Soto de Bureba es una localidad perteneciente al municipio de Quintanaélez. Se encuentra ubicada en el extremo septentrional de la comarca de La Bureba, al pie de los Montes Obarenses. En el centro del enclave, sobre una pequeña elevación de terreno cercada, se encuentra la iglesia de San Andrés, declarada Monumento Histórico-Artístico Nacional en 1981.

Aunque sufrió algunas transformaciones a lo largo de los siglos y tuvo que ser reconstruida en algunos puntos tras la ruina de 1988, conserva en buena parte el primitivo proyecto ejecutado en el último tercio del siglo XII. El edificio presenta nave única orientada canónicamente hacia el este, rematada por un testero formado por presbiterio rectangular y ábside semicircular. El monumento que se observa actualmente es el resultado de la suma de las diferentes intervenciones acaecidas sobre el proyecto original a lo largo de los siglos.

Portada de la iglesia de Soto de Bureba

La portada

La portada es a nivel decorativo, escultórico e histórico el elemento más singular y destacado de todo el edificio. Se abre en el segundo tramo de la nave, sobre un pequeño cuerpo sobresaliente del muro sur, recurso arquitectónico muy utilizado en el románico que permitía ganar profundidad y multiplicar el número de arcos. Está compuesta por tres arquivoltas cobijadas en su parte superior por una chambrana decorada con los característicos motivos vegetales románicos ondulantes a base de tallos y hojas. Por su lado, las arquivoltas albergan, además de decoraciones vegetales, todo tipo de seres de diferentes naturalezas: animales fantásticos, personajes sagrados, el cordero de Cristo, un demonio, un soldado, etc. Cabe destacar las letras vegetales, sobretodo una B, seguramente influencia de las iniciales de los libros iluminados.

La portada es a nivel decorativo, escultórico e histórico el elemento más singular

En correspondencia con las arquivoltas se distribuyen un total de seis capiteles, tres en cada lado, decorados con diferentes tipos de animales fantásticos, cabecitas humanas, tallos y hojas. En las jambas de la portada se conservan otros dos capiteles que se encargan de sustentar el dintel de arco rebajado de ingreso. De los ocho capiteles merece especial mención el de la jamba derecha. Contiene una interesante escena en la que aparecen dos sirenas, la masculina haciendo sonar un cuerno y la femenina sujetando un pez con cada mano. Los capiteles descansan sobre seis fustes, dos lisos, tres con decoraciones geométricas y uno que pudo albergar algún tipo de escena muy maltrecha y prácticamente irreconocible en la actualidad.

Inscripción en la dovelas

Tal y como lo atestigua la inscripción que se conserva tallada en bajorrelieve en el intradós de dos de las dovelas del arco de ingreso, su ejecución se llevó a cabo en 1176 por los maestros Petrus da Ega y Johannes Michael. La inscripción, ejecutada en latín, reza lo siguiente:

IN NOMINE / DOMINI / NOSTRI / IHES XRI / ISTA ECCL / ESIA CLA / MANT SCI ANDRE / ERA M / CCXIIII / ISTE PORTAL / FECIT PETR / US DA EGA / IHOHANES /MICHAEL

Según se recoge en la Enciclopedia del Románico, transcrito y traducido al castellano sería: “En el nombre de nuestro Señor Jesucristo. A esta iglesia la llaman de San Andrés. En el año de la era de 1214. Este portal hicieron Pedro de Ega y Juan Miguel”.

El unicornio de la Bureba en la portada

Unicornivm

En el arranque izquierdo de la primera arquivolta, la interior y la más cercana al vano, ocupando toda la superficie de la dovela se encuentra tallado en relieve un cuadrúpedo barbado con una pequeña protuberancia sobre su frente acompañado de la inscripción UNICORNIVM que lo identifica. Debido a la fisonomía con la que fue representado, es muy probable que de no ser por el titulus, ninguno de los investigadores actuales se hubiera atrevido a identificar esta imagen con la representación de un unicornio. Tiene cuerpo muy semejante al del equino, barba de chivo y el cuerno que exhibe en su frente se aleja del cuerno de unicornio del imaginario popular actual. Precisamente, es este titulus lo más relevante de la imagen ya que evidencia y pone de manifiesto el interés y la voluntad que, por algún motivo que se desconoce, los escultores quisieron representar de manera determinada, concreta e identificada uno de los tantos animales que formaban parte del bestiario medieval.

En el imaginario colectivo de la sociedad medieval, la existencia del unicornio era tan real como la de cualquier otro animal pues, al igual que el resto, formaba parte de la creación Divina. Pese a ello, el unicornio fue representado en la escultura románica de manera muy esporádica. De hecho, en el entorno castellanoleonés, además del de Soto de Bureba, sólo se ha advertido su posible presencia en dos lugares más: en un capitel del panteón de San Isidoro de León y en el pórtico de la iglesia de San Isidoro de León; y, no sin dudas, en un capitel ubicado en el cementerio de la ermita de Bárcena de Pienza en Burgos.

El unicornio es entendido como símbolo de la fuerza insuperable de Cristo

Desde la Antigüedad se le describe como un animal formado a partir de varias partes de otros animales. Plinio, por ejemplo, lo describe como un animal constituido por cuerpo de caballo, cabeza de ciervo, pies de elefante, cola de jabalí y con un enorme cuerno en su frente, y ya pone de relieve su fuerza, y su carácter indómito y salvaje. A lo largo de la Edad Media estuvo caracterizado por la ambigüedad conceptual, semántica, descriptiva y figurativa, tanto a nivel textual como visual.

Esto provoca que, por mucho que el investigador actual se esfuerce por descifrar su significado, jamás llegue a una conclusión definitiva sobre el contenido semántico de la imagen y sobre el objetivo que buscaban los autores con la inclusión de la talla en un dispositivo visual como los mencionados.

Para cazar al unicornio era necesario que una mujer virgen lo sedujera y atrajera con sus encantos. Imagen de Add MS 8785 – Bartholomaeus Anglicus, De Proprietatibus rerum (in Mantuan).

Conceptualmente fue denominado como monoceros, unicornium, rhinoceros, etc., y sus descripciones y atributos físicos varían según los autores. Lo mismo ocurre respecto a su contenido semántico. Algunos autores ponen de manifiesto el carácter indómito del animal debido a su gran fuerza, atribuyéndole connotaciones de carácter negativo relacionadas con la lascivia y el carácter de la bestia que se entrega al vicio. Por el contrario, otros autores equiparan al unicornio con San Pablo y la conversión de los malvados, y hacen especial mención de la capacidad de purificar el agua con su cuerno milagroso de propiedades mágicas al que también se le atribuyen propiedades curativas. Asimismo es entendido como símbolo de la fuerza insuperable de Cristo e incluso se relaciona con la pura virginidad. Una de las cosas en lo que coinciden todos los autores es en la gran fuerza que poseía el animal.

También desde la antigüedad se expresa en los textos la necesidad de darle caza mediante una argucia. Como cuentan el Fisiólogo y otros escritos, debido a la fuerza del animal, no había ningún cazador capaz de poder atraparlo. Para ello, era necesario el uso de una mujer virgen que lo sedujera y atrajera con sus encantos, a fin de que el unicornio se posara relajadamente en su regazo. Una vez apaciguado en los brazos de la mujer, el cazador aprovechaba la ocasión para atraparlo, tal y como se aprecia en el f. 296v del manuscrito Add MS 8785 de la British Library ejecutado en torno a los años 1300-1309.

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