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Frías, una pequeña ciudad con grandes atractivos

Sobre el cerro de La Muela y bañada por las aguas del caudaloso río Ebro se encuentra la localidad de Frías. Enclave estratégico de paso de dicho río desde la época romana, como atestiguan los restos de una calzada utilizada para unir la meseta con la costa cantábrica, éste y otros factores dotaron a esta localidad de una notable prosperidad que se vio reflejada en el importante patrimonio monumental que podemos admirar en la actualidad.

Al norte de la provincia de Burgos, se encuentra la que está considerada como la ciudad más pequeña de España. Los 32 kilómetros cuadrados de su municipio se extienden por el conocido como Valle de Tobalina, en la histórica comarca de Las Merindades. “Aguas Fridas”, nombre del que proviene su actual denominación. Frías tuvo su auge en tiempos de Alfonso VIII, aunque la primera mención la encontramos en la segunda mitad del siglo IX, época a la que pertenecen los sepulcros rupestres que encontraremos en los alrededores de la iglesia de San Vicente.

Erigida por el monarca castellano a comienzos del siglo XII para proteger y repoblar estos confines de la Vieja Castilla, la dotó del castillo de los Velasco, la iglesia de San Vicente Mártir, el recinto amurallado y el majestuoso puente sobre el Ebro. Figura trascendental la de Alfonso VIII en la historia de la ciudad, título concedido en el año 1435, pues es éste el que la repuebla con un fuero, la convierte en centro comercial y viario y, sobre todo, defensivo, haciendo aumentar progresivamente su economía lo que le permitía abastecer las necesidades de los más de 6.000 habitantes con que contaba a comienzos del siglo XVI.

Ese genuino sabor medieval es posible disfrutarlo todavía hoy paseando por sus empinadas calles que nos acercarán a las casas colgadas, construidas en toba y madera en los mismos extremos de la roca sobre el reducido espacio que brinda La Muela; el recinto amurallado citado en un documento del Monasterio de Vadillo del año 1211 y que defendía toda la muela de la ciudad hasta la iglesia de San Vicente y las tres puertas que daban acceso a la ciudad: la de Medina, la más cercana al castillo; la del Postigo, una portezuela baja y estrecha utilizada para salidas nocturnas y la de la Cadena, unida al Paseo de Ronda y entrada principal del centro de la ciudad.

Este extraordinario viaje en el tiempo se completa con las visitas a la iglesia de San Vitores, en la que sobresale la portada gótica del sur y la espadaña de dos cuerpos  y que en el pasado fue utilizada como cilla para almacenar los gramos de los diezmos; los conventos de San Francisco, destruido por un incendio en la década de los años 30 del siglo pasado y del que hoy sólo se pueden admirar los sepulcros góticos situados en los muros del interior, así como la sillería que actualmente se encuentra en la iglesia de San Vicente y el de Vadillo, fundado en el siglo XIII por don Diego Faro, canónigo de Burgos y arcipreste de Frías como hospital para caminantes, pobres y enfermos y del que se conserva parte del claustro, varias capillas y una gran iglesia de época gótica. Por último, tenemos el lavadero medieval situado junto al río Molinar y al comienzo de la colina de San Roque donde nacen unas fuentes de aguas claras y abundantes que reciben el nombre de “Las Fuentecillas”.

El casco histórico de Frías nos lleva a la parte más elevada de la ciudad donde se encuentran dos de los tres monumentos más importantes de la población. De gran valor estratégico, el CASTILLO DE LOS VELASCO es uno de los castillos roquero más espectaculares de Castilla, cuyos orígenes se remontan a las primeras fortalezas del siglo X. Sería a partir del año 1201 cuando empieza a tener más importancia al pasar a formar parte de las propiedades del rey Alfonso VIII y relevar al castillo de Petralata de las funciones de defensa de los pasos más importantes entre La Bureba y Castilla la Vieja.

Una de las características más interesantes de esta fortaleza tiene que ver con el acceso al recinto interior que tiene forma de recodo, copiado de modelos utilizados en fortalezas musulmanas y muy extendido en los reinos cristianos durante la Reconquista. Dicho acceso se realiza a través de una puerta ojival de reducidas dimensiones para una mejor protección, defendida por almenas y troneras y precedida por un puente levadizo de madera. Llegamos así al patio de armas, en el pasado parcialmente cubierto y en el que se sitúan la crujía de servicios, los graneros y la bodega, así como un aljibe que se conserva en la actualidad. Al sur, las dependencias de los nobles en las que se conservan capiteles románicos decorados con figuras de caballeros y otras mitológicas. La visita al castillo se completa con un adarve que recorre las almenas hasta llegar al último reducto de defensa del castillo, la torre del homenaje que es independiente del resto de la fortaleza.

En un extremo de La Muela, junto al cortado rocoso, se encuentra la IGLESIA DE SAN VICENTE. Con un origen románico, la caída en el año 1906 de la torre original dotada de almenas de defensa dio lugar al templo que podemos admirar en la actualidad, caracterizado por una diversa combinación de estilos en el que resalta el barroco. Pero lo que se más se echa en falta de la construcción original es el pórtico trasladado al Museo de Claustros de Nueva York.

Numerosos son los tesoros que podemos admirar en el interior, empezando por la Capilla de la Visitación, posiblemente uno de los mejores ejemplos de arquitectura plateresca de toda la provincia de Burgos. Resguardada por una exquisita reja de forja y con dos sepulcros con ornamentación plateresca, en ella sobresalen de una manera especial las pinturas del retablo realizadas por el gran maestro Juan de Borgoña en el siglo XVI, continuando con el Retablo Mayor en el que destaca la imagen del diacono San Vicente flanqueado por las figuras de San José y San Sebastián; el Retablo de Nuestra Señora de la Soledad tallado en madera de pino en el año 1797 y la Capilla del Santo Cristo de las Tentaciones mandada construir posiblemente por don Pedro Fernández de Frías, Gran Cardenal de España y que guarda un retablo barroco del siglo XVIII.

Como complemento a este variado y rico catálogo de obras de arte tenemos una interesante colección de imaginería religiosa del siglo XVII, la sillería barroca, un órgano, importantes pinturas religiosas, la pila bautismal y las vidrieras.

Abandonamos el casco urbano para visitar algunos lugares interesantes por los alrededores, pero antes haremos una parada en el PUENTE MEDIEVAL, el tercero de los monumentos más interesantes de Frías. De origen romano y reconstruido varias veces en la Edad Media, por él discurre la calzada romana citada anteriormente y que venía desde el Portillo de Busto, pasando por el desfiladero de Herrán y llegando hasta Orduña. Con 143 metros de largo y 9 arcos estamos ante uno de los mejores ejemplos de puentes fortificados de España al que se le añadió en el siglo XIV la torre para cobrar el portazgo, peaje que debían pagar principalmente comerciantes de La Bureba y Rioja, así como los rebaños trashumantes.

Dejamos atrás Frías y nos dirigimos al pequeño pueblo Quintanaseca donde podremos admirar la interesante iglesia románica de San Martín con la espadaña en el centro, lo que puede indicar que en sus orígenes fue una ermita. Como elementos más destacables están una pequeña ventana con formas visigodas y varios relieves, algunos probablemente de época visigoda y otro que parece de época romana colocada boca abajo, representando lo que puede ser una casita incineradora en la que aparece una familia con sus dos hijos.

Nuestra siguiente parada es Tobera donde nos esperan unas atractivas sorpresas en forma de piedra y agua. Como si estuviera tallada en la misma concha de piedra que la cobija, la ermita de Nuestra Señora de la Hoz, gótica del siglo XIII, sirvió en la Edad Media de lugar de descanso para los peregrinos que descendían el Portillo del Busto; en su interior se guarda la imagen del Santo Cristo Auxiliador visible desde la calle a través de un arco enrejado. A los pies del templo descansa el puente medieval que durante siglos ha servido para salvar las aguas del río Molinar.

Las aguas que serpentean alocadas por el valle dejan en el pueblo de Tobera algunas de las estampas más espectaculares de Las Merindades. En esta tierra el río Molinar se abre paso a través de un desfiladero en su camino al encuentro del Ebro entre Frías y Tobera formando rápidos que han sido aprovechados desde siglo XIII para mover batanes, pisones y molinos.

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