Ricardo Ortega
En ocasiones se echa de menos vivir en un país donde hablar bien de uno mismo no acarree un reproche social tan pesado como en España. La idea le ronda la cabeza al visitante de la Colección Eugenio Fontaneda, en el castillo de Ampudia, en la comarca palentina de Campos.
A medio camino entre lo museístico y lo antropológico, las seis salas que se recorren durante la visita guiada acumulan una familia deslumbrante de elementos de arqueología, arte sacro, farmacia y juguetes antiguos. Otros dos espacios se dedican a armas y aparatos musicales, el primero, y a etnografía y artes populares, el segundo.

Una sensación se impone: están a la vista piezas de arqueología del Bronce, romanas o visigodas que elevan esta muestra a la categoría de museo nacional. Lo mismo cabe decir de los elementos de arte sacro o de la sala de juguetes, con casas de muñecas primorosamente decoradas y con algunos de los primeros autómatas de nuestro país. Y qué decir de la farmacia, cuya colección es difícilmente repetible en España.
La explicación de tamaña desmesura reside en la personalidad de la pareja que hizo posible todo ello: Eugenio Fontaneda, fallecido en 1991, y su mujer, María Teresa Berthet, todavía la máxima defensora de la obra cultural que desarrollaron en común.
De ahí la idea que ronda al visitante: que por mucho menos, en otras latitudes el ‘alma mater’ de una iniciativa de estas características descansaría hoy en un mausoleo. Valga, por tanto, el noble castillo de Ampudia como panteón laico para este empresario galletero y filántropo, cuya imagen apenas es visible durante la visita (alguna fotografía y un busto situado en el patio de armas), y que curiosamente no cuenta con ninguna calle o plaza dedicada en Aguilar, su pueblo, ni en la capital provincial.
Nacido en 1928, la relación de Eugenio Fontaneda con la historia y la arqueología surge a los trece años de edad, cuando estudiaba interno en el vallisoletano colegio Lourdes. El pequeño Eugenio invertía su asignación en visitar anticuarios de la ciudad. Así fue como adquirió sus dos primeros denarios romanos, como recuerda su hijo Eugenio Fontaneda Berthet.

No había antecedentes familiares de semejantes inquietudes, que el propio filántropo explicaría más adelante como una forma de evadirse, de escapar de una infancia muy dura, como solo se podía tener en la España de los años 40. Se le habían abierto las puertas de un mundo cuya fascinación iba a acompañarle toda su vida. En los años 50 ya concibió la idea de exhibir públicamente su creciente colección. Así abrió su pequeño museo en la casa vivienda familiar en Aguilar de Campoo, hasta que en 1960 adquiere el castillo de Ampudia, en estado de ruina, y lo restaura con el objetivo de trasladar allí las obras.
Simultáneamente realizó una destacada labor en pro de la conservación de la arquitectura del entorno de Aguilar. Intervino en los primeros proyectos de restauración del castillo local y del Monasterio de Santa María la Real, de cuyo patronato fue secretario en los primeros años 60. Al mismo tiempo se implicó en el fomento del incipiente turismo cultural, lo que le llevó a ocupar en 1967 el cargo de presidente del Centro de Iniciativas y Turismo de Aguilar. En relación con la arqueología desarrolló una fecunda labor como comisario local en Aguilar y más adelante como apoderado del Servicio de Defensa del Patrimonio Artístico Nacional en la localidad. También fue delegado de Excavaciones Arqueológicas en la provincia de Palencia entre 1955 y 1963.

Fontaneda recibió (en 1955) la Medalla al Mérito Turístico de España, Medalla de Plata de la Provincia de Palencia, Gran Cruz al Mérito Científico de la Universidad Kennedy de Buenos Aires… y formó parte del Consejo Social de la Universidad de Valladolid, de la Real Academia de la Historia, de la Hermandad General del Císter, fue académico de número de la institución Tello Téllez de Meneses…
El apellido Fontaneda se puede hoy interpretar como una vía de retorno a la sociedad, en forma de cultura, de la riqueza generada gracias a la transformación del cereal durante décadas. Quizá leído este breve apunte biográfico haya más razones para recorrer la fortaleza señorial de Ampudia. Para comprender el sentido de una colección que deja absorto al visitante.