No habría existido Coruña del Conde sin una antigua ciudad romana tan cerca, o al menos no como la conocemos actualmente
Daniel González
Pocas poblaciones pueden presumir de una historia tan dinámica y fértil. Celtíberos, romanos, visigodos, moros, judíos y por último cristianos, han pasado y dejado su huella en el pueblo burgalés de Coruña del Conde, de poco más de un centenar de habitantes . Vestigios de un pasado que se dibujan en sus calles y montes próximos en forma de extraordinarias ruinas romanas, un castillo, una ermita de los más singular y mucho más…
Clunia Sulpicia, importante urbe en la romanización del norte de España
Situada en la vecina localidad de Peñalba de Castro, a unos 3 kilómetros de Coruña del Conde, Clunia Sulpicia está muy ligada al origen de la localidad. Su propio nombre es muestra de ello, ya que en la Edad Media recibió la misma denominación que la urbe romana, pero con el paso de los siglos se fue corrompiendo hasta derivar en la actual Coruña del Conde.
En los restos de Clunia, historia y mucha imaginación van dados de la mano. Pues, aunque poco queda de su esplendor entre los siglos I y VII de nuestra era, todavía unos elaborados mosaicos y un impresionante teatro dan muestra de ello.
La ciudad tuvo una gran importancia en la romanización del norte de la península, llegando a ser capital y centro jurídico y religioso de un amplio territorio de la antigua Hispania. Seña de ello son los restos encontrados de algunos de sus edificios públicos, como unas termas, un templo, una basílica, un foro, además de su famoso y recién restaurado teatro, que contaba con una capacidad de cerca de 10.000 espectadores, mayor incluso que el de Mérida.
Un pueblo que creció en un campo de batalla
La villa actual comenzó su apogeo en el siglo X con la construcción de un castillo a lo alto de un promontorio cercano a Clunia. La decisión de levantarlo aquí y no en la misma ciudad romana, se debió a un mejor control, en esta ubicación, de la calzada que subía desde el Duero hacia el norte, así como los dos puentes romanos que cruzan el río Arandilla, y que aún se conservan.
Fue fortaleza fronteriza durante las refriegas entre musulmanes y cristianos en el valle del Duero, y sus piedras cambiaron de propietario varias veces entre ambos bandos hasta la toma definitiva del pueblo por parte de los cristianos, a principios del siglo XI. En la actualidad, un lienzo de muralla del antiguo patio de armas del castillo ha sido utilizado por los vecinos del pueblo como frontón. Amenazado de ruina, se ha reforzado en los primeros años del siglo XX.
Coruña también llegó a contar con una muralla que rodeaba la localidad, de la que se conserva una de las puertas, anexa a la Plaza Mayor donde se sitúa el ayuntamiento y un rollo de justicia de triple podio que también funcionó como picota durante la Inquisición.
Una ermita única construida con piedras romanas
Ser único es mejor que ser perfecto. Algo que bien sabe la ermita del Santo Cristo de San Sebastián situada a las afueras de la localidad. Y es que esta construcción románica abraza sus rarezas para convertirse en algo inolvidable, con una curiosa combinación de piedras en su exterior.
Singularidad que se puede observar claramente en su ábside recto rematado con arquerías ciegas, hermosos canecillos y numerosos sillares con relieves romanos provenientes del yacimiento de Clunia, algunos de ellos con notables símbolos paganos.
Una singular ermita que eclipsa al otro gran templo de Coruña: la iglesia de San Martín, construida en el siglo XVI con una portada y retablo mayor renacentista.
Y de repente, una escultura de un… ¿avión?
En un paseo por Coruña del Conde, quizás te llame la atención las extrañas esculturas de temática aérea repartidas por su casco urbano. Esto se debe a uno de sus más ilustres vecinos: Diego Marín Aguilera.

Escultura a Diego Martín Aguilera
Hijo de agricultores y ganaderos, su gran ingenio e inteligencia natural le ha llevado a ser uno de los precursores de la ciencia aeronáutica española. Su gesta más recordada sucedió en el cerro donde se erige el castillo, cuando en 1793 intentó volar con un artefacto creado por él basado en los proyectos de Leonardo da Vinci.