Silenciosa y desconocida por muchos, la colegiata de Santa María de Arbas es una deliciosa parada para todo aquel que transita por el puerto de Pajares
Daniel González.
Asturianos, leoneses o simplemente aventureros pasan cada día por el puerto de Pajares siguiendo el sendero de la Nacional 630 que conecta Castilla y León con el Principado de Asturias. Un lugar de paso en la actualidad, pero también hace siglos para peregrinos y viajeros. Así surgió una de las obras románicas más significativas de la provincia de León: la colegiata de Santa María de Arbas.
Un refugio para reyes, peregrinos y pobres
Ubicada a tan solo un kilómetro del Alto de Pajares, en su vertiente sur, la situación del templo no es casualidad. Se construyó anexa a un manantial del río Bernesga, primero como albergue y hospital de peregrinos en el siglo XII.
La fundación se atribuye al conde leonés Fruela Díaz que donó unas tierras para que un grupo de canónigos regulares de San Agustín, ya asentados en el puerto desde hacía unos años, crease un centro destinado a paliar las enfermedades y el agotamiento de aquellos que circulaban desde la Meseta camino de Oviedo. Igualmente sirvió de alojamiento a los pobres que lo solicitaban, de ahí que se la conociera también como ‘Casa de los Probes’.

Estas primigenias instalaciones eran bastante humildes y toscas, pero tuvieron bastante relevancia en su época. Tanto que, uno de sus más ilustres peregrinos, fue el Rey Alfonso IX de León, viajero frecuente hacia Asturias. El monarca hizo cuantiosas donaciones a la abadía, que terminaron en el año 1216 con la construcción, junto al albergue, de la nueva iglesia de Nuestra Señora de Santa María de Arbás.

Exquisita piedra labrada
Así dio comienzo la edificación del templo tardorrománico que conocemos hoy en día. único en su especie, sus sillares de arenisca de color pardo conforman un edificio de planta basilical de dimensiones medianas con notables influencias del arte asturiano.

La iglesia tiene dos portadas románicas visibles y tuvo una tercera en el muro norte de la que solo queda algún vestigio. Pero si algo hace hermoso y singular a este templo, es su interior. En un juego entre gótico y románico, asombra el detalle en la ornamentación labrada en los capiteles de las columnas, cornisas y los nervios de las bóvedas. Una armonía y virtuosismo en el trabajo de la piedra que lo convierten en un imprescindible de la montaña leonesa.

Declarada Monumento Histórico Artístico en 1931, la colegiata no ha estado exenta de avatares a lo largo de su historia. Fue desamortizada en 1866 y en la Guerra Civil sufrió un saqueo. Con el paso del tiempo desapareció el hospital-albergue y sólo quedó la iglesia como parroquia del lugar. Vicisitudes que no se imprimieron en sus muros gracias, en parte, a la restauración acometida por el arquitecto Luis Menéndez-Pidal y Álvarez a mediados del siglo XX.

En la actualidad, Santa María de Arbas es toda una obra de arte para deleitarse dentro de un excepcional entorno natural como son las montañas del cantábrico, y que, a pesar del paso de los siglos y el cambio en la cultura, sigue aportando ese toque de misticismo, de respiro, a todo aquel que transita por este célebre puerto.