Este monasterio palentino algo dulzón es una visita muy recomendada tanto por su arquitectura, como por su particular historia
Daniel González
Entre la autovía, las vías del tren, cerca del Canal del Castilla y de la desembocadura del Carrión en el Pisuerga, se encuentra algo encajonado un complejo monástico que quiere contarnos muchas historias. Recibe el nombre de Abadía de San Isidro de Dueñas, aunque es más reconocido por otro nombre: el monasterio de La Trapa.
Una denominación que los más golosos relacionarán rápidamente con la famosa marca chocolatera. Y no es casualidad. De hecho, la fábrica de La Trapa debe su fundación a los monjes que habitaron a finales del siglo XIX en esta abadía. Pero no vayamos tan deprisa. Dejemos el dulce para el postre y comencemos a desarrollar todo el menú.
La etapa románica y de esplendor
Quien llegue por primera vez a las dependencias del monasterio, levantadas entre las localidades de Dueñas y Venta de Baños, verá una mezcolanza de estilos artísticos con unas líneas y siluetas que son el reflejo de su afanada historia.
Sus orígenes se remontan, según algunos expertos, al siglo VII, aunque la vida monástica se recuperó durante la Reconquista para más tarde formar parte de la Orden de Cluny. Con ello se inicia el periodo de mayor influencia, convirtiéndose en el principal monasterio benedictino peninsular hasta que alcanza su esplendor el de San Zoilo en Carrión de los Condes.
Será durante esta primera etapa cluniacense cuando tenga lugar la reforma del monasterio en el siglo XI, en el estilo de moda de la época: el románico.
El ocaso del monasterio
El esplendor del monasterio se mantuvo a lo largo de los siglos XII y XIII cuando consiguió obtener diversos privilegios reales. Sin embargo, a partir del XIV la poca relación con la monarquía y la nobleza local y regional supuso el comienzo de su decadencia.
Diferentes catástrofes se produjeron a lo largo de los siglos posteriores, como un devastador incendio que se desató en 1604 y que arrasó gran parte de las dependencias conventuales, salvándose solo su iglesia, que también resultaría dañada. Es por esta razón que la iglesia es el único edificio que conserva las formas románicas, como en su portada o en el campanario. El resto fue reconstruido en estilo herreriano.
Ya en el siglo XIX, sería ocupado y dañado por las tropas francesas en la Guerra de la Independencia española y, finalmente, sería abandonado como consecuencia de la desamortización de Mendizábal de 1835.
Su periodo más dulce hasta la actualidad
Este monasterio tuvo la suerte que no tuvieron otros muchos. Recuperó la vida monástica medio siglo después de su abandono, en 1891, con la compra del cenobio por parte de los Cistercienses de la Estricta Observancia, conocida como Orden de la Trapa, y sus miembros como los monjes trapenses.
Fue esta orden la que se llevó la fama de los mejores chocolates que se hicieron en Europa una vez descubierta América y el cacao. Por eso, la razón de que una treintena de monjes de clausura abrieran su propia fábrica de chocolate en estos parajes palentinos en la última década del XIX.
Ellos empezaron a hacer chocolate según los procesos tradicionales, pero al poco tiempo acabaron vendiendo la fábrica a la empresa Chocolates Trapa, que sería constituida como tal en 1964. En aquella nueva empresa, que se guiaría con las fórmulas de aquellos monjes trapenses, se fabricarían los primeros bombones de España: los icónicos Cortados de Trapa de forma cuadrada.
Con los años la empresa pasó por diversas etapas, algunas tan oscuras como acabar en concurso de acreedores. Finalmente, los chocolates de La Trapa resurgieron en 2013 cuando la empresa fue adquirida por el Grupo Europraliné, evitando así su cierre.
Los imprescindibles si visitas el monasterio
San Isidro de Dueñas puede ser una para perfecta en el camino. El hecho de que esté al lado del importante corredor que es la autovía A-62 lo pone muy fácil. Y uno de los mejores momentos para visitar su iglesia es durante las celebraciones litúrgicas, cuando los monjes cantan gregoriano (ver horarios pinchando aquí).
También, otro desvío de la autovía, pero hacía la actual fábrica de chocolates, nos lleva a una pequeña cafetería donde poder degustar ese chocolate con reminiscencias monásticas. En invierno, un chocolate líquido entre bastante bien, os lo podemos asegurar.