A nueve kilómetros de Astorga, la localidad de Valderrey apuesta su futuro a la recuperación de la estación y a la conversión del ferrocarril en una vía verde, en el marco de la Vía de la Plata
Ricardo Ortega
Hace más de 60 años que Luis García Berlanga nos regalaba en ‘Bienvenido Mister Marshall’ la historia de Villar del Río, una pequeña localidad por la que había dejado de pasar el tren. Solo ‘los americanos’ podían salvarla de la desaparición. La situación bien podría trasladarse a la localidad leonesa de Valderrey, en la vega del río Tuerto, aunque esta va a ser una historia con final feliz.
Convertir el viejo patrimonio ferroviario en desuso en un valor de desarrollo económico es el sueño que persigue la localidad, situada a 9 kilómetros de Astorga y a 18 de La Bañeza. Su ayuntamiento ha firmado con los responsables de ADIF un convenio para poder disfrutar durante quince años de los edificios de la vieja estación, vías incluidas, al precio de 50 euros al mes. Un total de 2.500 metros cuadrados que son el germen de grandes ideas, y con el turismo en el punto de mira.
La apuesta de la localidad es convertir la línea férrea de la Ruta de la Plata Palazuelo (Badajoz)-Astorga en una vía verde. “No se trata solo de rehabilitar los inmuebles, hoy desvencijados tras el cierre de hace treinta años”, señalan desde el consistorio.
Ya se están buscando complicidades con las localidades por las que pasaba la vía, desde Astorga a La Bañeza, pasando por San Justo de la Vega, Riego de la Vega y Palacios de la Valduerna, pero cuyo primer gran tramo debería llegar a Benavente.
Como primer paso, la estación de Valderrey, cuyo edificio conserva casi intacta su belleza y fortaleza, se establecerá un albergue de peregrinos para aprovechar el paso de la Vía de la Plata, la segunda gran ruta jacobea de cuantas atraviesan Castilla y León. No en vano, esta ruta atraviesa poblaciones y paisajes, además de recorrer incontables elementos patrimoniales.
De forma paralela, los muelles ferroviarios acogerán un taller de artesanías y oficios propios de la zona, que acogerán desde la herrería a la reparación de bicicletas, de la alimentación artesana al mimbre o la cantería. El objetivo es “crear empleo y defender los valores autóctonos”.
La financiación de los diferentes proyectos se realizará a partir de los recursos del ayuntamiento, si bien se están buscando nuevas vías de financiación. Por el momento, se espera la respuesta a una solicitud realizada por Armando Miguélez, miembro de la Asociación de Amigos del Camino de Alicante, ante Cheryl Grasmoen, directora de American Pilgrims on The Camino, asociación estadounidense que financia proyectos vinculados a caminos como el de Santiago.
Esta ayuda económica se canalizaría a través de la asociación ‘Espacio Abierto’ creada por el ayuntamiento para gestionar estos proyectos. El pulso al futuro de Valderrey está echado. Y ganas no faltan porque, como explica Gaspar Cuervo, el alcalde, “en estos tiempos hay que ser ambiciosos e innovar; a los pequeños municipios no nos queda otra”.
Mirar al futuro
Valderrey ha asumido que la histórica línea ferroviaria nacida en 1896, y cerrada en 1985, ya nunca se volverá a abrir. “No hay más remedio que frenar su deterioro y sacar partido de las opciones que tenemos mirando al futuro”, señala el regidor.
A diferencia de la mítica película de Berlanga, el alcalde sí da explicaciones coherentes. También en este caso el ‘tren’ de las ayudas se detendrá en el pueblo y no pasará de largo. Seguro que Valderrey, un municipio de 460 habitantes repartidos entre nueve núcleos, sigue figurando en el mapa dentro de otros sesenta años.
