La naturaleza, la gastronomía y la historia nos ofrecen un cóctel de mil propuestas de interés en la comarca de la Vega-Valdavia. Un entorno natural único que se palpa, se come y se siente
Ricardo Ortega
El casco histórico de Saldaña es la mejor plataforma imaginable para adentrarse en el paisaje de la Vega-Valdavia, una comarca de naturaleza exuberante, marcada por el contraste entre el páramo y la huerta del Carrión, que cuenta con toda la gama de verdes, matizados o amplificados en función de la estación del año en la que nos encontremos.
Este municipio, situado apenas a 50 minutos de la capital provincial, solo se comprende en función de su territorio rural. De él dependen su espíritu comercial, las ferias y mercados que se repiten a lo largo del calendario, en los que se comercializa una producción agraria de calidad, con una personalidad tan marcada como el paisaje que le da sentido.
Porque la comarca está definida por su huerta, pero también por la riqueza que proporciona su naturaleza, que sentimos a flor de piel. Por aficiones como la caza o la pesca, pero también por una nutrida oferta micológica.
Por eso dijo alguien que el cocinero es siempre quien mejor interpreta un territorio determinado.
En el caso de Saldaña, el mesonero será quien ofrezca al visitante una información más precisa sobre lo que significa cada regato o cada rincón sombrío del bosque. Desplegará sobre el mantel el lechazo asado, las setas, las Alubias de Saldaña y el resto de la oferta culinaria que nace de esta tierra única, apenas con una pequeña ayuda de los hombres y mujeres que siguen trabajando para que aquí nadie hable de España Vaciada.
Estos valores naturales se comen, pero también se contemplan. Se viven. Porque nos encontramos en el punto de arranque de infinitas rutas de senderismo. Como la ruta de los Molinos, el Mirador de la Vega, el Hundino y la Morterona… Y porque tenemos a un tiro de piedra el bosque, el páramo, la montaña. Muchas de las rutas se pueden recorrer con niños, con distancias asumibles y con un trazado circular que permite sumarse en cualquier punto del recorrido.
Lo mismo cabe decir de la bicicleta de montaña, con mil opciones posibles para el aficionado, siempre jalonadas por pinos y robles, atravesando caminos y pistas forestales. Incluso con un circuito permanente para la práctica de la modalidad de descenso, que llegó a acoger el Open de Castilla y León de descenso en bici de montaña.
Otra muestra está en la Olmeda Bike Saldaña, ruta cicloturista organizada por el Club BTT Villa de Saldaña, que cada año reúne a varios centenares de aficionados.
Siempre con un color verde que nos recuerda la presencia perenne del agua. Con el Carrión como eje vertebrador, con aguas claras y oxigenadas en las que habita el tesoro más preciado por el pescador: la trucha.
El río, con tramos de fuertes corrientes y pozas, también cuenta con zonas convertidas en escenario ideal para las distintas modalidades de pesca. Y con una población de cangrejos que se oculta, pero que el buen conocedor puede detectar.
También la caza está justificada en este ambiente. Corzos, jabalíes y chochas son habituales en pinares y robledales. En superficies de cereal y laderas podemos hacer saltar codornices, perdices y liebres.
Es un ejemplo más de lo que pueden ofrecer una comarca y un municipio situados en un punto de encuentro entre la montaña y la llanura, entre la naturaleza y la historia más rabiosamente actual. Una tierra de contrastes que solo podemos encontrar en lugares como Saldaña.
