Una mirada sincera sobre el patrimonio y el territorio. Esa es la recompensa para quienes recorren la Ruta del Destierro, que suma 286 kilómetros de sendero por las provincias de Burgos y Soria hasta llegar a Atienza (Guadalajara)
Ricardo Ortega
Vivar del Cid marca el inicio de una ruta cultural y turística que basa su trazado y su argumentario en un figura legendaria, sobre la que tienen igual peso la historia y el mito: la del Campeador, el que en buena hora nació, el Señor, el Cid.
El camino que sigue los pasos de Rodrigo Díaz de Vivar atraviesa ocho provincias españolas dividido en once rutas de temática y trazado coherentes. Juntas suman 1.431 kilómetros de senderos, que se convierten en 1.976 kilómetros en caso de que se deseen recorrer por carretera. Dos de estas rutas atraviesan la geografía de Castilla y León, de forma especial la que abre la serie, la del Destierro, que nace en Vivar y alcanza Atienza, en Guadalajara, después de 275 kilómetros de sendero.
Monumento al Cid, Vivar del Cid (Burgos). Foto Cappa Segis
Quien ha decidido recorrer el camino en todo o en parte, del mismo modo que quien ha optado por documentarse sobre él pero aún no se ha colgado la mochila o la alforja, ya tiene noticia de sus valores culturales, naturales y antropológicos. La principal característica de este ambicioso producto turístico es, con todo, la honradez con la que se ha concebido y diseñado. No se vende humo ni se alimenta una leyenda, ya de por sí cargada de tópicos sobre Castilla, sobre la llamada Reconquista y sobre cierta idea de España. Más bien al contrario, los responsables de la ruta reconocen desde el minuto cero que se han basado fundamentalmente en el Cid literario, como contraposición a la visión científica sobre este caudillo militar del siglo XI.
Los criterios secundarios para el diseño del trazado han sido los datos estrictamente históricos y el interés cultural de elementos cercanos al camino, aunque sin un valor cidiano a priori. Como apunta el gerente del Consorcio Camino del Cid, Alberto Luque, estamos ante “un itinerario turístico cultural que utiliza como guía de viaje principal, aunque no exclusiva, el Cantar de mio Cid”, que nos ofrece “la llave de entrada a un viaje más amplio y apasionante por la Edad Media”. El recorrido toca determinados puntos por los que no pasó el Campeador, si bien es seguro que sí lo hizo el redactor del Cantar, lo que posee una relevancia similar, o incluso mayor.
La documentación editada en relación con el camino, así como la propia página web del proyecto (caminodelcid.org), realza el valor literario del Campeador y su presencia no ya en este cantar, sino en otros muchos, herederos de los relatos que los poetas y juglares repetían de pueblo en pueblo. En opinión de Luque, la ruta atraviesa “no solo un espacio geográfico, sino también un espacio mítico y literario único en Europa, al que están vinculados los tres grandes poemas épicos castellanos”, como son el Cantar de mio Cid, Los siete infantes de Lara y el Poema de Fernán González.
Adentrarse en esta figura histórica y literaria es una buena ocasión para releer esos relatos (la versión en castellano actual del Cantar de mio Cid se puede descargar de forma gratuita en la página web del consorcio) o para recordar a Manuel Machado: “Por la terrible estepa castellana, al destierro, con doce de los suyos -polvo, sudor y hierro-, el Cid cabalga”.
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Fotografía: Cristina S. Ulloa