No hace falta ser peregrino para maravillarse con el valor que el Camino de Santiago francés aporta a paisajes y poblaciones. Y no está de más repasar con una mirada curiosa los rincones menos conocidos de su trazado, que suma 450 kilómetros por las provincias de Burgos, Palencia y León
Ricardo Ortega
El turismo del siglo XXI se concibe desde los grandes ejes que enlazan diferentes elementos patrimoniales o naturales, dejando para el recuerdo la práctica de hacer girar una propuesta en torno a un único producto. Esta visión horizontal da coherencia a la suma de cultura, historia, naturaleza y gastronomía, con los diferentes ingredientes que se le quieran añadir, y permite ‘hacer’ territorio.
Así se ha puesto de manifiesto la radical modernidad del fenómeno jacobeo, tan cargado de espiritualidad en el sentido más amplio de la palabra como de europeísmo, y su carácter definidor de la historia, el paisaje y el urbanismo a su paso por Castilla y León: 450 kilómetros de una ruta, la del Camino de Santiago francés, por la que hace mil años penetraron la cultura y las costumbres europeas. Para facilitar el paso de esos peregrinos se construyeron caminos, puentes y hospitales. Las poblaciones que estaban en el camino se convirtieron en ciudades, con una trama urbana diseñada para el tránsito de viajeros.
No es de extrañar que todo lo relacionado con el Camino de Santiago posea un valor cultural y turístico de primer orden, aunque el visitante llegue en su propio vehículo y no cargado con una concha, un bastón y una mochila. Por eso merece la pena detenerse en algunas de esas localidades, de diferente importancia, que se benefician del valor añadido que otorga la ‘marca’ jacobea.
La Riojilla burgalesa
Si el Camino francés llega desde La Rioja, qué mejor manera de darle la bienvenida que en Belorado, considerado la capital de la comarca de la Riojilla burgalesa. La gastronomía local nos recuerda la cercanía a la comunidad vecina y su patrimonio nos recuerda el carácter jacobeo de la localidad, pese a que los siglos han ido borrando muchas de las huellas; no puede dejar de visitarse la iglesia de Santa María, cuya capilla jacobea cuenta con un retablo del siglo XVI, así como la ermita de Nuestra Señora de Belén.
La Puerta del Sarmental
Otro hito destacado bien puede ser la ciudad de Burgos, cuya oferta es imposible de sintetizar. Nos conformamos con recomendar una visita a la Catedral de Santa María y un paseo por los templos cercanos (Santa Gadea, San Nicolás, San Gil Abad) para que el callejeo nos acabe subiendo hasta el castillo. Eso sí, para los amantes del fenómeno jacobeo, un recordatorio: la Puerta del Sarmental, o Puerta Sacramental, representa uno de los mejores conjuntos escultóricos del clasicismo gótico. Un guía turístico que nos acompañara destacaría la influencia de la catedral de Amiens en esta portada, en la que podemos ver un Jesús Pantocrátor mostrando el Libro de la Ley rodeado por los cuatro evangelistas.
El pan de San Antonio
Un ejemplo de urbanismo jacobeo lo encontramos en Castrojeriz, ya muy cerca del río Pisuerga y de la provincia de Palencia. El Camino traviesa el casco urbano a lo largo de un kilómetro y medio, por lo que los castreños presumen de tener la travesía más larga de la ruta jacobea. La localidad que respira espíritu jacobeo por todos sus poros, pero si hay que destacar uno de sus elementos patrimoniales, debemos quedarnos con las ruinas del convento de San Antón.
Estaba regido por la orden de los Antonianos, que cuidaban a los enfermos que llegaban haciendo el Camino. Sobre todo a los que padecían la enfermedad llamada el fuego de san Antón, o ergotismo, causada por consumir alimentos con exceso de determinadas micotoxinas. Los antonianos también daban a los peregrinos el pan de San Antonio, elaborado “contra enfermedades y peligros de mar y tierra”.
La fe se encuentra con la razón
Otra localidad jacobea por antonomasia es Frómista, ya en Palencia, cuyo magnífico patrimonio y buen número de hospitales se debieron al Camino. La iglesia de San Martín es una de las joyas románicas de la provincia y merecen ser estudiados sus ábsides y canecillos, así como los magníficos capiteles de sus columnas interiores, que representan todo tipo de escenas, tanto sacras como profanas. La iglesia es del siglo XI, de modo que se construyó durante uno de los grandes impulsos del Camino. También pasa por aquí otra de las grandes rutas de Castilla y León, el Canal de Castilla; por eso se dice que en Frómista coinciden la ruta de la fe y la ruta de la razón.
En el Codex Calixtinus
El Codex Calixtinus está considerado el primer libro de viajes de la historia. En sus páginas se dice que Carrión de los Condes es “rica en pan y vino”. De la intensa actividad económica dan buena cuenta los 22 trabajos reproducidos en la portada de la iglesia románica de Santiago: una curiosa representación de la época.
En esa galería que nos ofrece la iglesia de Santiago se suceden oficios como el de una bailarina contorsionista, una plañidera o un músico. También hace referencia la ruta jacobea la iglesia de Santa María del Camino, en cuyo pórtico se puede contemplar a los Reyes Magos, además de a Sansón o Carlomagno.
La reforma cluniacense
A apenas 40 kilómetros se encuentra Sahagún, ya en León, donde se guarda el sepulcro de Alfonso VI, gran introductor de la reforma cluniacense. Solo por mencionar algunas joyas de su patrimonio, recordar los restos del monasterio benedictino, así como las iglesias románicas de San Tirso y San Lorenzo.
La Pulchra Leonina
No se puede pasar por alto la ciudad romana y medieval de León, con su omnipresente muralla y su venerada Catedral de Nuestra Señora de Regla. No solo es de visita obligada la basílica de San Isidoro, bautizada como la ‘Capilla Sixtina’ del románico, sino que el visitante deberá callejear por sus callejuelas históricas y disfrutar de la tradición leonesa de la tapa.
De los romanos a Gaudí
Toda enumeración debe tener un final y la nuestra termina en Astorga, donde el poso romano es aún más evidente. Multitud de sensaciones invaden al peregrino al entrar en la localidad por la antigua Puerta del Sol, hoy desaparecida, y recorrer la ciudad hasta toparse con uno de los conjuntos patrimoniales más abrumador de Castilla y León y de España: la imponente muralla romana, la Catedral de Santa María y el Palacio Episcopal, obra del genial Gaudí. Otra muestra del valor patrimonial que representa el Camino, aunque no haya que ser peregrino para recorrerlo.