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Una ruta esculpida por el padre Duero

La Ruta del Duero no cuenta con un trazado obligatorio ni con un sendero señalizado por flechas amarillas. Son más bien la historia y la naturaleza quienes van dejando pistas sobre los tesoros que no podemos perdernos en un recorrido cuya duración va a depender de nuestro tiempo y de nuestras posibilidades.

Sí cuenta con diversas publicaciones de la Consejería de Cultura y Turismo, en las que se destacan algunos de esos recursos, aptos para diferentes públicos y para gustos y necesidades diversas: desde el senderismo y el enoturismo hasta el arte religioso o los deportes acuáticos.

El 80% del Duero transcurre por cinco provincias de la comunidad (las de Soria, Burgos, Valladolid, Zamora y Salamanca) antes de adentrarse en Portugal. Gracias a ello nos regala tantos paisajes como tipos de suelo debe atravesar, y localidades tan dispares como materiales de construcción tuvieron sus pobladores a lo largo de los siglos.

La Laguna Negra

Las construcciones de piedra dominan en la arquitectura popular de Duruelo de la Sierra, el primer municipio con el que se topa el río. Su entorno destaca por una rica vegetación de pino albar que convive con masas de negral y monte bajo. La Laguna Negra es uno de los principales atractivos de la zona, dentro de un espacio compartido con los municipios de Vinuesa y Covaleda. Esta última es una localidad que merece la pena visitar por lo pintoresco de su casco urbano, situado sobre el mismo cauce del río, en un promontorio ligeramente elevado. Destacaremos su puente medieval, la iglesia de San Quirico y Santa Julia y la ermita de la Virgen del Campo. Por cierto, los amantes de la naturaleza no pueden dejar de visitar parajes como la Mina del Médico, la Boca del Prao o La Machorra, que ofrecen hermosísimas panorámicas.

En este trío de localidades serranas faltaba por mencionar Vinuesa, con sus casas pinariegas de hermosas galerías y balconadas. Su imponente rollo jurisdiccional recuerda el pasado señorial de la localidad y en los alrededores conviene visitar el embalse de la Cuerda del Pozo, una de las referencias para la práctica de deportes acuáticos en Castilla y León.

El Duero ya se acerca a la capital provincial y en la Muela de Garray se pueden visitar las ruinas de Numancia, testimonio de la resistencia (convertida en mito) frente al asedio de los romanos. Solo ocho kilómetros después llegamos a Soria, donde el Duero traza esa curva de ballesta que glosó Antonio Machado. Y al poeta sevillano recordaremos cuando paseemos junto al río y visitemos los claustros de San Juan de Duero, el monasterio de San Polo o la ermita de San Saturio.

Fronterizas y guerreras

No podemos pasar por alto la localidad histórica de Almazán y su impresionante puente medieval, formado por trece arcos de medio punto. Una villa igual de fronteriza y guerrera que la siguiente que encontramos siguiendo al río: Berlanga de Duero marcó durante siglos la línea entre musulmanes y cristianos, para más tarde ser disputada entre aragoneses y castellanos. Cuenta con las evidencias más notorias de un asentamiento judío en la provincia, en el barrio que acoge el Convento de las Concepcionistas, antigua sinagoga. El personaje que mayor impronta dejó fue Fernández de Velasco, condestable de Castilla, quien mandó construir la colegiata, el palacio renacentista, un monasterio y un hospital.

También nos ofrece una lección de historia El Burgo de Osma. En la entrada a su recinto amurallado el río Ucero pasa generando una fértil vega y bordeando el cerro de la antigua Uxama (de cuyo nombre se deriva Osma), bajo la vigilancia del castillo. En su plaza podremos apreciar los característicos soportales medievales de las villas de mercado.
Volcado con el vino. Una espadaña churrigueresca de 33 metros de altura nos anuncia la llegada al monasterio de Santa María de La Vid, ya en Burgos. Su vinculación al vino se declara en las viñas que circundan al monasterio y en los lagares tradicionales todavía visitables. Arquitectura deslumbrante que se multiplica al llegar a Peñaranda de Duero, cuya Plaza Mayor representa un espacio urbano puramente renacentista, presidido por el palacio de los Condes de Miranda, o de Avellaneda, y por la ex colegiata de Santa Ana. Mención especial merece el castillo, que vigila desde lo alto.6 viñedo toro

El río da apellido y define el carácter de Aranda, capital de la histórica comarca burgalesa de la Ribera del Duero. Su arquitectura popular también demuestra la relación con el vino, de forma especial la extensa red de bodegas subterráneas que se extiende por su subsuelo. Del conjunto monumental destacan la iglesia de Santa María la Real y la de San Juan Bautista, mientras que la casona renacentista del Palacio de los Verdugo (que también se escribe Berdugo) es una de las muestras de su arquitectura civil.

El Duero continúa su marcha cuesta abajo en busca del mar, y se topa con Roa, donde recibe las aguas del Riaza. Sede del Consejo Regulador de la DO Ribera del Duero, la villa está asentada en un lugar destacado sobre el valle y protegida por murallas del siglo XIII, aunque no puede ocultar su herencia romana. La excolegiata de Santa María, la iglesia de San Esteban y la ermita de la Virgen de la Vega son lo más granado de su arquitectura religiosa.

Castillos en la llanura

El cauce del Duero se asoma al valle del Cuco en la localidad de Valdearcos de la Vega, primer municipio vallisoletano que atraviesa la línea del río. Aguas abajo llega a Curiel de Duero, con sus dos castillos y con las iglesias de San Martín y Santa María. A escasa distancia se divisa la silueta del castillo de Peñafiel, sede del Museo Provincial del Vino. Bajo la fortaleza se extiende la que podemos considerar capital de la Ribera vallisoletana, en cuyo casco histórico se repiten las características de la comarca: los respiraderos de las bodegas subterráneas, una arquitectura tradicional de fuerte personalidad (con ejemplos como la plaza del Coso) y una sucesión de bodegas elaboradoras, muchas de ellas visitables. Sin salir del término municipal, Padilla de Duero acoge el yacimiento de Pintia, una de las ciudades vacceas más importantes del entorno.4 Plaza de Peñaranda

La corriente llega hasta una de las localidades con más sabor a vino, Pesquera de Duero; de nuevo la convivencia entre más de diez elaboradoras de la DO Ribera y un importante circuito de bodegas subterráneas, denominado Cotarro de San Pedro.
Más allá el río entra en Quintanilla de Onésimo, donde conviene no perderse la iglesia de San Millán, que atesora un magnífico retablo renacentista. La localidad se une a Olivares de Duero a través de un magnífico puente de siete arcos y estilo renacentista mandado construir en el siglo XVI por los Reyes Católicos. Una vez que cruzamos el río merece la pena entrar en la iglesia gótica de San Pelayo.

El viajero poco familiarizado con la provincia se llevará una grata sorpresa al salir de la comarca amparada por la DO: nos adentramos en la zona de Sardón y Tudela de Duero, donde el viñedo no solo no abandona el paisaje sino que parece incrementar su densidad. A un kilómetro de Sardón se encuentra el monasterio de Santa María de Retuerta. Fundado en 1145, el monasterio benedictino conserva su tipología, iglesia, sala capitular, claustro y ábsides románicos.

Tudela se sitúa sobre uno de los meandros del río Duero, que se abre paso entre huertas y frutales. En el interior del pueblo destacan la iglesia de la Asunción y la ermita del humilladero de la Quinta Angustia, de estilo herreriano.

Unión con el Pisuerga

También es una localidad histórica Simancas, que destaca por la estética de su casco histórico y de su Archivo General. De gran tradición hostelera, muy cerca de la Plaza Mayor encontraremos uno de los miradores más asombrosos sobre el Duero; a lo lejos podremos observar cómo el río Pisuerga le cede sus aguas, en un matrimonio que convierte al río en uno de los más caudalosos de la península.

Un mirador muy similar nos lo ofrece Tordesillas, pero en este caso desde un lugar histórico: las Casas del Tratado, allí donde las coronas de Castilla y Portugal se repartiron el mundo hace cinco siglos. Cruce de caminos y tierra de diversidad, la localidad es un lugar cargado de ricos monumentos; si hubiera que elegir solo uno, quizá habría que inclinarse por el convento de Santa Ana, donde tantos años vivió encerrada la reina Juana, a la que aún se añade el apellido de ‘la Loca’.

Casi en la DO Toro, Castronuño tiene una hermosa panorámica sobre la vega remansada por el embalse de San José, el único de estas características en la provincia de Valladolid y un lugar de referencia para el senderismo y el orniturismo.

De Toro a los Arribes

La fértil vega de Toro cuenta con un numeroso conjunto de viñas. La ciudad se sitúa en la llanura entre las Tierras del Vino, del Pan y la Guareña. Ubicada en una atalaya natural, fue siempre un lugar estratégico. En su parte sur se construyó el alcázar como defensa, y una gran muralla rodea la ciudad con su casco urbano lleno de esplendor, que encierra monasterios, la Colegiata de Santa María la Mayor, palacios y hospitales. Tampoco se puede olvidar la torre del reloj, en pleno centro.

Ya faltan pocos kilómetros para la ciudad de Zamora, también volcada con el río y también un referente del llamado románico del Duero. De hecho, a esta recoleta urbe se la sigue conociendo como la ‘Ciudad del románico’ por ser la que congrega el mayor número de templos de este estilo. 8 Arribes salamanca

Nos adentramos en Sayago y su paisaje granítico. Podremos conocer Pereruela y su alfarería, Bermillo y el puente de Sogo, una de las construcciones romanas que mejor se conservan en la provincia. Fermoselle y su castillo de Doña Urraca ya están allí donde se abre la tierra a nuestros pies. Son los Arribes, con una perspectiva que solo se puede explicar pensando en la labor del agua sobre el granito a lo largo de millones de años.

Hasta tierras portuguesas

Villarino de los Aires es la primera población salmantina que baña el Duero, de nuevo con descomunales panorámicas que llegan hasta tierras portuguesas. Entre Pereña de la Ribera y Masueco, el río Uces vierte sus aguas al Duero, que llega después a Aldeadávila de la Ribera. Allí su importante presa abre los ojos al viajero antes de seguir el curso del río por Mieza, Vilvestre o Saucelle.

Muy cerca del embalse de Adeadávila está el pueblo de Masueco, que comparte con Pereña de la Ribera la sorprendente cascada del Pozo de los Humos. La iglesia tiene una de las torres más bellas de la comarca. Por su parte, Barruecopardo está enclavado al oeste de los arribes del Huebra, y es una localidad que mantiene vivo el recuerdo de su pasado minero. El antiguo poblado, y parte de la maquinaria, permanece a la intemperie y es objeto de visita.

El Duero, ahora en el embalse de Saucelle, vuelve a convertirse en frontera natural a su paso por Vilvestre. Un pueblo donde la exuberancia del paisaje vuelve a sorprender, en especial durante la floración del almendro. Vilvestre invita a pasear por sus calles, enmarcadas por casas que mantienen la arquitectura popular. Entre las aguas del Huebra y las del Duero aparece Saucelle, localidad típica de los Arribes salmantinos. El primer salto del Duero a su paso por Salamanca se construyó aquí en 1956. El Duero entra en Portugal por La Fregeneda para convertirse en el Douro. Sus aguas se remansan para permitir la navegación hasta morir en el Atlántico.

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