Rincones… poco o mucho, mucho o poco, tiene el turismo rural un encanto especial porque te hace descubrir el pequeño pueblo del que nunca habías oído hablar, la retorcida carretera que te lleva a través de paisajes increíbles, o que te coloca delante de un jacuzzi en un lugar dónde hace apenas unas horas, sentado en la oficina o colgado al teléfono, no hubieras soñado estar.
En un amago de llegar a Soria llegamos a Quintanar de la Sierra, en la provincia de Burgos, extensos pinares que dan forma al Bosque Modelo de Urbión rodean esta localidad de 2.000 habitantes, y comparten paisaje con el Parque Natural de las lagunas glaciares de Neila.
Punto perfecto para descubrir todas las maravillas naturales que lo rodean, el Cañón del Río Lobos, Laguna Negra y el Pico de Urbión de Soria. No deja de ser divertido cruzar de una provincia a otra cuando nos encontramos en los límites, porque encontramos esas pequeñas diferencias que no lo son.
Click sobre ‘¿Dónde alojarse?’ para descubrir la Posada Las Mayas. Buscando un alojamiento encontramos además un cartel anunciando las Jornadas Micológicas, porque en esta época y en este lugar sería impensable tener un restaurante de referencia sin que las setas estuvieran presentes.
Entradas diferenciadas, porque el restaurante no renuncia a su parte de importancia y protagonismo, y abre sus puertas tanto a huéspedes alojados como a viajeros de paso que llegan hasta Quintanar atraídos por las buenas referencias que va atesorando el Restaurante Las Mayas.
Una finca ecológica en las afueras de la localidad garantiza la frescura y el sabor de los platos de temporada que tienen el cariño como ingrediente fundamental. Las propuestas de temporada marcan la sucesión de los platos en la carta, convirtiendo a la gastronomía en la excusa para visitar la zona varias veces al año: Jornadas de la trufa en febrero y marzo, de la verdura en abril y mayo, micológicas en octubre y noviembre y la afamada matanza cuando llega irremediablemente el frío en los meses de noviembre y diciembre.
La entrada de la posada nos introduce en una construcción rehabilitada utilizando los materiales del entorno: vigas de madera de pino, paredes de piedra con más de 100 años, cornisas recuperadas con muchas historias vividas, piezas pulidas a mano.
Nos alejamos de todo, entras en casa… chimenea encendida para recibir al recién llegado, y multitud de rincones por los que no puedes dejar de pensar que ha sido una gran idea haber metido en la maleta la edición en papel del libro que ahora ocupa la mesilla de noche, y que nunca hay tiempo para leer.
Buscar la habitación haciendo un recorrido por los nombres de las variedades de árboles y frutos silvestres autóctonos, detalles que hacen más auténtica y más personal la estancia en esta posada que además cuenta con un spa que completa la oferta de servicios, dejando en ninguna las cosas que te pueden hacer falta para disfrutar de unos días de descanso.
Muchas cosas tenemos en cuenta cuando nos alojamos en un hotel, sea cual sea el destino, pero sin lugar a dudas hay un servicio que es comentario obligado, que por ser nuestra última impresión cobra importancia vital sin pretenderlo… el desayuno. Mención obligada en esta ocasión, cumpliendo con las expectativas; es necesario disfrutar de la primera y comida del día porque desayunando así la jornada solo puede ir bien.
Descubrir el destino, descubrir el hotel… descubrir un hotel, descubrir un destino.
Por Chelo Miñana
