La Puerta de Santiago, una de las tres que conserva la ciudad, alberga una colección de 38 personajes ideados y fabricados por el titiritero Paco Peralta, el gran renovador de la versión más mágica y soñadora del teatro
Los aficionados a los títeres tienen un referente en Segovia gracias al festival Titirimundi. También gracias a figuras como las de Francisco Peralta y Matilde del Amo, que convirtieron en indisoluble el matrimonio entre la ciudad y esta versión mágica y soñadora del teatro. El legado de ambos artistas se puede contemplar en la Colección de Títeres de Francisco Peralta, situado en la Puerta de Santiago, una de las tres que conserva la muralla de la ciudad.
Situado a tres minutos a pie del Alcázar, este acceso a Segovia que es también cubo defensivo merece una visita por sí mismo, aunque va ganando fama gracias a las 38 piezas exclusivas que alberga en su interior. Los títeres representan a personajes tomados del romancero popular, de la literatura clásica y de la narrativa infantil, que muestran diferentes sistemas de manipulación: hilos, engranajes, articulaciones… todos los elementos surgieron de la mente de Peralta, un virtuoso que dedicó su vida a este arte y que recibió en 1990 la Medalla de Plata al Mérito en las Bellas Artes.
En los años 70 y 80 dio clases de Vaciado y Modelado en la escuela de Artes y Oficios de Segovia. Los títeres fueron sus mejores modelos, puesto que precisaban del dibujo, del modelado, de la utilización de herramientas, de la música, de la literatura y del teatro.
Fallecido este mismo año, Paco participó en 1985 en la primera edición de Titirimundi al frente de la compañía Peralta-Del Amo, que consideraba superada la etapa en que los títeres representaban cuentos de escasa calidad literaria. Paco y Matilde eligieron de forma cuidadosa piezas del romancero popular (‘La Condesita’), piezas musicales (‘El retablo de maese Pedro’, de Manuel de Falla) y obras de escritores clásicos, como ‘Los Melindres de Belisa’, de Lope de Vega, o ‘El clérigo ignorante’, de Gonzalo de Berceo: no eran ogros y brujas, sino argumentos de elevada calidad que trataban al público con respeto.
Para ello se necesitaban unos títeres “no perfectos, sino expresivos”, en palabras del propio artista, quien se interrogaba sobre la fórmula idónea para que un movimiento expresara el suspiro de una condesita o la alegría por el reencuentro entre dos amantes. Por eso se convirtió en un renovador de los títeres, un maestro artesano capaz de inventar nuevas técnicas de manipulación para dar vida a unas marionetas excepcionales.
Colofón de esa historia es la Colección de Títeres de Francisco Peralta, cuya sede se corresponde con el valor de unas obras de arte que son también ingenios dignos de un maestro. De un titiritero prodigioso.
